Circunstancias excepcionales hicieron de la epopeya de los salmones un “más difícil todavía”
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La Naturaleza sigue su instinto, sus normas, su invariable recorrido, sea como sea y contra lo que sea menester. Contra cualquier frente que se le plante enfrente, es que ni se inmuta, por muy listos que nos creamos. Y aunque nos creamos a salvo de sorpresas, esa Naturaleza no deja de asombrarnos tanto en sus arrebatos de ira incontenible como en sus pequeñas rutinas y ciclos que adornan la vida que se renueva en pequeños milagros cotidianos.
Aunque es un fenómeno de sobra conocido, cada año vuelve a ser noticia la forma en que los salmones viven y mueren, contracorriente, remontando aguas turbulentas y esquivando osos hambrientos para desovar en el mismo lugar que los vio nacer. Los que sobreviven a la lucha contra la corriente, los saltos de taludes rocosos y a los depredadores que esperan en el margen del río, son premiados por la Madre Naturaleza con un regalo absolutamente trascendente: la inmortalidad, la perpetuación de su linaje.
Pero este vídeo se ha hecho viral por algo más. A una situación ya de por sí impactante, se unieron circunstancias excepcionales que hicieron de la epopeya de los salmones un “más difícil todavía”.
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Las imágenes fueron grabadas en el valle Skokomish, en el Estado de Washington, por Terry Sue Potter y nos muestran a decenas de salmones viajando contracorriente en un río… que se ha desbordado. Y el río está ahora en un prado. Y en las cunetas. Y en la carretera, sobre un lecho de pavimento que les ayuda a tomar impulso.
Así que tenemos a unos salmones cruzando una carretera. Podrías atropellar un salmón si te descuidas. Desde luego, no es algo que puedas hacer todos los días.
Humoradas aparte, la imagen es pintoresca y nos habla de la determinación inscrita en los genes de nuestros hermanos peces. Pueden haber salido del río en sí, debido a la masiva afluencia del agua provocada por las abundantes lluvias en la zona que desbordaron el río Skokomish, pero su naturaleza les conduce, mientras haya agua para impulsarse, a proseguir su invariable camino hacia la perpetuación de su especie.
Una cosa buena que podemos decir en este caso de nosotros, los humanos, es algo registrado en el vídeo. Al menos los vehículos que aparecen en él, se frenan. Puede que tuvieran más miedo de patinar sobre un par de salmones eviscerados, pero por fas o por nefas, muestran respeto por la lucha “salmónica” (perdón por el mal chiste) y una loable prudencia a la hora de circular.
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