Me curraría una intro divertida para presentar el tema, pero es que el tema en sí tiene tanta gracia que sería un desperdicio:
Han intentado detener al humorista Joaquín Reyes mientras grababa un sketch para el Intermedio caracterizado como Carles Puigdemont. En Torrejón de Ardoz, allá donde Cristo perdió la chancla.
Según ha explicado el propio humorista en el programa ayer por la noche, el incidente tuvo lugar por la tarde, mientras rodaban en el Parque Europa. Al parecer, un vecino con ansias de convertirse en un héroe de la patria confundió a Reyes con el auténtico ex presidente de la Generalitat y corrió a dar parte a la policía.
A todo esto, Joaquín Reyes iba por ahí con la estelada colgando. El vecino, además de chivato, es un optimista de cojones, "Mira que tontos los indepes, que se pasean con su banderita aun teniendo una orden de detención".
Mientras el humorista hacía sus “manchegadas”, vio como la cara de sus compañeros iba cambiando de la normalidad al pánico. Al girarse, seis agentes de la policía se estaban acercando a él “a pie y muy despacio”, como sabiendo que aquello no pintaba del todo bien.
Según ha comentado Reyes, al darse cuenta de la confusión, los agentes se pusieron en plan risas y buenrolleo y ellos siguieron grabando su sketch para la sección 'Zanguangos' de 'El Intermedio'.
Durante la entrevista, Wyoming le preguntó a Reyes “¿Cómo te explicas que te hayan intentado detener hoy y no cuando saliste disfrazado de Luis Bárcenas?”. El humorista, con claro sarcasmo, dijo que no tenía ni idea, pero que no quería “atribuirlo a un doble rasero”. “Yo creo que ese hombre en esa ocasión, no estaba”, dijo hablando del vecino.
Ha explicado también que, cuando volvían en coche al estudio para desmaquillarse, la cara de la gente que lo veía parado en los semáforos era todo un poema.
Casi en cuestión de minutos el salseo en cuestión ya había llegado a Twitter, donde el cachondeo ha sido imparable desde ayer.
Lo jodido es que, tal y como están yendo las cosas, reírnos nos reímos, pero sorprenderse en España ya no se sorprende nadie.
Eso sí, con el nivel de surrealismo que llevamos, ya todo es posible.
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