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Burning ¿qué?... Dark Mofo es el nuevo festival alternativo que tienes que conocer

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Dark Mofo
 

12 días de caos y provocación en Tasmania

PlayGround

27 Junio 2018 12:57

Si el ritmo y los tiempos de un festival te causan agujetas, imagínate asistir a uno que se extienda durante un total de 12 días. Dark Mofo es así: casi dos semanas de música en un contexto donde la música, de tantas y tan bizarras atracciones, es algo que acaba resultando accesorio.

Celebrado en Hobart, la capital de la australiana Tasmania, Dark Mofo se despliega más allá de su recinto oficial: los afters se suceden en callejones, viejos cines, parkings, pisos abandonados de edificios gubernamentales. Según Brigid Delaney, enviada al festival por The Guardian, podías encontrarte un italiano en el que te servían pasta a las dos de la mañana y dónde la gente bailaba alrededor de las mesas.

Las afterparties del festival, llamadas Night Mass, son según Delaney el plato fuerte del Dark Mofo. Allí, pueden secuestrarte, atarte a una silla, y hacerte una sesión de fotos con tu propio móvil para que las disfrutes y compartas cuando te liberen. Puedes ver como una mujer sube a un escenario para meterse comida de perro en su vagina y arrojársela al público. “Ella no estaba arrojándola desde su vagina”, desmintió la organización a Brigid.

“La estaba arrojando desde su culo”.

Con una temperatura media de 7º, en el Dark Modo de Hobart puedes encontrarte desde una Tanya Tagaq cantando, en directo y de forma ininterrumpida, una canción de hora y cuarto de duración, hasta un Mike Parr de 73 años enterrado vivo bajo el cemento de una de las principales carreteras de la ciudad, como performance crítica al colonialismo británico que sufrió antaño el territorio.

Mientras, en el Dark Park, una ristra de fuegos creaba la forma de una gigantesca cruz invertida en llamas.

“La noche once”, escribe Brigid en su crónica, “entró al Odeon para encontrarme con cientos de personas con bolsas siniestras cubriendo sus cabezas y los globos que caen del cielo, lejos de ser blandos, duelen al impactarte en la cara y entre la multitud veo a una docena de drag-queens idénticas cuya imagen se replica en una pantalla del escenario, creando una visión duplicada de pesadilla, mientras la gente que se chocaba conmigo al bailar tenía los ojos mortecinos y la piel fría”, termina.
“Era el momento de volver a casa”.

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