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Culture
Estos premios han dejado claras varias cosas: que los taquillazos también pueden ganar premios, que Lady Gaga tendrá que contentarse con el Oscar a mejor canción y que Netflix se ha ganado a pulso su sitio en Hollywood
07 Enero 2019 15:41
La victoria de Bohemian Rhapsody en los Globo de Oro nos ha dejado a todos con la boca desencajada y la cara un poco descompuesta. Desde su estreno en octubre ha tenido un recibimiento muy dispar: mientras que al público le ha encantado —y prueba de ello es su rotundo éxito en taquilla a nivel mundial—, todas las críticas son pésimas. Y lo cierto es que el impacto visual y emocional de la cinta hace que nadie pueda escapar de su innegable magnetismo, pero ¿de verdad es este el mejor drama de 2018? Lo dudamos.
Nadie cuestiona el galardón a Rami Malek por su interpretación de Freddie Mercury, pero la victoria de la película sabe muy amarga teniendo en cuenta que se enfrentaba a rivales competitivos como Infiltrado en el KKKlan, El blues de Beale Street y —si levantamos muchísimo la mano— Black Panther. El escarnio público de este triunfo cobra un mayor sentido si se tiene en cuenta que nadie nombró ni una sola vez al director de la cinta, Bryan Singer; ni tan siquiera los productores cuando recogieron el premio. Quizá sea porque lo despidieron por “comportamiento inapropiado” antes de finalizar el rodaje y porque en plena era del #MeToo laurear a alguien acusado de abusar sexualmente de un menor estaría completamente fuera de lugar.
Sin embargo, para bien o para mal, las predicciones se cumplieron. Al final todo el hype de Ha nacido una estrella se ha quedado reducido al premio a la mejor canción por Shallow, confirmando que posiblemente ese sea el único galardón que Lady Gaga y Bradley Cooper recojan también en los Oscar. Del mismo modo, Alfonso Cuarón se marcó ayer el esperado doblete por Roma —mejor director y mejor película extranjera— y confirmó, por si a alguien le quedaba alguna duda, que Netflix ha peleado a lo grande para tener su hueco en Hollywood.
A pesar de que ha pasado un año desde que el movimiento #TimesUp convulsionara la meca del cine y le sacara los colores por su falta de igualdad, la situación ha cambiado más bien poco y la industria lo ha vuelto a reclamar con fuerza.
La encargada de hacerlo fue Regina King, que se llevó el Globo de Oro a mejor actriz de reparto por El blues de Bale Street y dio un discurso sumamente alentador: “me voy a asegurar de que todo lo que produzca cuente con un 50 % de mujeres en el equipo. Reto a todos los que están aquí y tienen una posición de poder, no solo en nuestra industria sino en todas las demás, a que os desafiéis a vosotros mismos, os unáis en solidaridad y hagáis lo mismo”. Aunque el público se sumó a su propuesta con aplausos, está claro que este deseo será algo complicado de cumplir si tenemos en cuenta que entre las diez películas que optaban a mejor cinta ninguna estaba dirigida por una mujer.
El otro gran momento de la noche lo protagonizó Glenn Close, quien subió emocionada a recoger su tercer Globo de Oro mientras las lágrimas le llenaban los ojos. La dama estadounidense le dedicó el papel a su madre y se dirigió a todas las mujeres para recordarles algo esencial: no hay que subordinar nuestros objetivos a los de nadie y, menos claro está, ante los de un hombre.
“Las mujeres somos las cuidadoras. Eso es lo que se espera de nosotras. Tenemos nuestros hijos, maridos, compañeros; pero tenemos que encontrar satisfacción personal. Tenemos que seguir nuestros sueños. Tenemos que decir ‘puedo hacer esto y me deben permitir hacer esto’”. Clamores instantáneos, más aplausos y asentimiento de Nicole Kidman, Janelle Mónae y Charlize Theron.
Aparte de menciones a Satán —gracias Christian Bale por regalarnos el instante WTF de la noche— y sororidad entre grandes mujeres —escuchar a Olivia Colman referirse a Emma Stone y Rachel Weisz como sus bitches en la cinta La favorita—, la ceremonia de 2019 ha dejado patente que los taquillazos también pueden optar a los grandes premios. Ahora falta ver cómo reaccionan los Oscar.
Los Globos de Oro a la pequeña pantalla también han dejado varias sorpresas, algunas más agradables que otras. The Americans se llevó el premio a mejor serie de drama por su última temporada anteponiéndose a Bodyguard, la favorita y el producto revelación de la BBC, o las queridas por el público Homecoming, Killing Eve y Pose.
Además, Netflix se llevó el premio a mejor serie de comedia por El método Kominsky. Curiosamente, la ficción se estrenó a finales del año pasado y sin hacer mucho ruido se ha llevado por delante un galardón que muchos daban por hecho que iría para La maravillosa señora Maisel. Por su parte, Richard Madden, al que señalan ya como el próximo James Bond, se llevó el Globo de Oro a mejor actor de drama por Bodyguard, y Sandra Oh se lo arrebató a Julia Roberts (Homecoming) y Elisabeth Moss (El cuento de la criada) por su magistral interpretación en Killing Eve.
También se cumplieron las expectativas en el apartado de miniseries con Penélope Cruz y Antonio Banderas, que se volvieron a casa de vacío. Sin embargo, Ryan Murphy volvió a demostrar que su mente es imparable y se llevó la estatuilla a mejor miniserie por American Crime Story: Versace, por la que Darren Criss también subió al escenario a recoger mejor intérprete masculino. Heridas Abiertas, la gran apuesta de la HBO para el año pasado con Amy Adams a la cabeza, tan solo rascó el de mejor actriz de reparto. Posiblemente, con la llegada de Meryl Streep a Big Little Lies y el final de Juego de Tronos la suerte de la cadena cambie para 2020.
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