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Opinion Hablemos claro: el feminismo nos importa una mierda Culture

Hablemos claro: el feminismo nos importa una mierda

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Hablemos claro: el feminismo nos importa una mierda

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El ruido, la furia y Leticia Dolera: una columna sobre gente esperando con un hacha al doblar la siguiente esquina

Hacía frío, pero nos importaba una mierda. Era un rodaje nocturno, en el bosque, y alrededor de la mesa del ayudante de montaje se arremolinaban parte de los técnicos a la espera de rodar el siguiente plano. «Pon la escena», le pedían. «La escena», le pedían. Para hacer tiempo hasta el siguiente plano, tan solo. La escena, rodada días atrás, era una secuencia donde una de las actrices aparecía con el torso desnudo. El ayudante de montaje la buscó en su ordenador portátil, con discreción. Por hacer tiempo, tan solo. Y nos importó una mierda.

Nos importó una mierda, como nos importaba una mierda que en el proceso de edición las actrices en pantalla fuesen tratadas de zorras. «¿Por qué dura tanto la secuencia de esta zorra? ¿Qué hace aquí, esta zorra? ¿Porque no le cortas la última frase, a esta zorra?». Ni a mí ni al resto de gente en aquella sala nos pareció importar una mierda. Al fin y al cabo, desde la trinchera de postproducción estábamos lejos de los oídos sensibles de todas aquellas actrices. ¿Aquellas actrices? Nos importaban una mierda.

La maquilladora está llorando y nos importa una mierda. La directora de arte está llorando y nos importa una mierda. Siempre hay mujeres del equipo llorando y siempre nos importa una mierda. Lo importante es el plan de rodaje. Lo importante es respetar las jerarquías: jamás contestes a un jefe de equipo. No discutas nunca la decisión de un director de foto, no contestes jamás a un sonidista. Mucho menos a un productor. Mucho menos a un director. Estás retrasando el rodaje. Sé celosa, sé celoso: guárdate para ti tu opinión de mierda.

Si nunca has estado en un rodaje, probablemente todo esto te importe una mierda. Quizás tu única relación con la industria del cine español sea como espectador. Quizás esa relación, ese consumo, sea meramente residual: un Torrente cada tres años, como mucho. En la edición en DVD de la primera secuela, Misión en Marbella, se incluye un casting donde a las actrices aspirantes debían enseñar pechos y ropa íntima. La grabación era un documento de trabajo interno que Santiago Segura decidió incluir como extra del vídeo doméstico a modo de «homenaje».

«Esta pieza es un homenaje a toda esa gente que va a los castings», dice el director en la presentación del extra, “y en concreto a los que no les cogen”. 2001 y 2018 se parecen en algo: excepto honrosas excepciones, todo esto nos importa una mierda. Que Neus Asensi denunciase no haber cobrado por aparecer en Misión en Marbella nos importa una mierda. En el cartel promocional de Sin Rodeos, la última película de Santiago Segura, la frase promocional de este filme feminista nos interpela: «¿A quién pondrías en su sitio?». A nadie, claro. Porque nos importa una mierda.

Si no nos dais una mujer a la que quemar, nos importa una mierda. Si en la hoguera no arde una zorra —«¿Por qué dura tanto su plano?»—, nos importa una mierda. Hay columnas sobre qué hacer con el arte de hombres monstruosos. Hay columnas sobre qué debería hacer Louie para reparar el daño hecho, y volver así a los escenarios con la conciencia limpia. Pero, ¿cuál es el protocolo si la supuesta victimaria es una mujer? En el supuesto de que la opresión la ejerza una mujer, ¿qué hacemos? La convertimos en trending topic.

Lo hacemos, porque el feminismo nos importa una mierda.

Los derechos de las actrices no importan una mierda. Las embarazadas despedidas de sus puestos de trabajo nos importan una mierda. Traed más troncos y ponedlos en la base. Cualquier reportaje riguroso sobre el caso quedará bajo esas ramas. Si tu voz no es histriónica, vuélvete a casa. Estás retrasando el rodaje. Nos estás haciendo perder el tiempo. Vamos a coger la denuncia de una mujer en período gestacional y vamos a utilizarla de combustible de barbacoa. Ya sabéis: salid y disfrutad. Lo demás nos importa una mierda.

Que las dinámicas sobre las que sustenta el audiovisual mainstream sean intrínsecamente perversas nos importa una mierda. Que la destrucción de los roles de género no sea conciliable con el encaje de bolillos de un rodaje nos importa una mierda. Que la voluntad horizontal choque frontalmente con el orden de los créditos finales —«Una serie de...»— nos importa una mierda. Leticia Dolera nos importa una mierda. Aina Clotet nos importa una mierda. Déjate llevar nos importa una soberana mierda.

Sigue haciendo frío y, ¿sabes? Nos continúa importando una mierda.

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