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Por qué los haters de 'Death Note' amarán la película 'Death Note'

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La adaptación a imagen real de 'Death Note' quizás no guste a los fans del anime, pero tiene potencial como para conquistar a sus detractores

víctor parkas

25 Agosto 2017 09:15


Death Note forma parte de las grandes ligas del anime. Estaría arriba de todo, con Dragon Ball y Naruto, si no por fuera por lo oscuro de su sinopsis: como nos indica desde el título, la libreta mortuoria que posee el protagonista de la serie tiene el poder de finar la vida de todo aquél cuyo nombre se escriba en sus páginas.

Este anime, basado en un manga de Tsugumi Ohba, tiene muchos fans, pero yo no soy uno de ellos: me irrita su estética emo de flequillos y mangas de rejilla; la forma en la que dilata la acción para encajarla en capítulos de 22 minutos; lo abigarrada que se vuelve según avanza, con un baile de personajes extenuante.

Cuando supe que Netflix estaba preparando una adaptación de imagen real, recibí la noticia con el entusiasmo de una vaca que atisba un tren a lo lejos, mientras pasta.

Ni siquiera la elección de Adam Wingard como director hizo que dejase de rumiar: pese a que su slasher You're Next fue una sorpresa agradable –aunque exageradamente hypeada–, movimientos posteriores como el pastiche 80's de The Guest truncaron la canonización de Wingard como la esperanza blanca del horror-thriller. 

El mal augurio no hizo más que aumentar en las últimas semanas: las primeras críticas en llegar fueron demoledoras, por no hablar de que la película, antes de su estreno este viernes, había alcanzado un bochornoso 36% de puntuación en Rotten Tomatoes.

Death Note, de ese modo, es una película a la que es muy complicado no llegar de espaldas y con los brazos cruzados: la ves para reforzar tus convicciones. Albert Serra definió ese sentimiento muy bien, refiriéndose a Vivir es Fácil con los Ojos Cerrados, con un “fui para ver lo mala que era, y no me decepcionó”.

Pues bien: a mí Death Note sí me decepcionó. Porque, a diferencia de la serie que la inspira, la película de Wingard es un trabajo notable, divertido y excitante; diversión en streaming y en estado puro. Death Note también tiene una libreta mortuoria, pero es cine vivo: te hace plantar las rodillas en el sofá, volver a bajarlas, recostarte cabeza-abajo, enderezarte de nuevo y, una vez termina, te invita a seguir liberando endorfinas en el parque de atracciones más cercano.

La película tiene muchos haters, pero yo no soy uno de ellos.

Es fácil, sin embargo, imaginar por qué la película de Wingard está siendo linchada por los fans de la serie: esta Death Note no es emo, contemplativa, ni abigarrada; es un balazo, libreta mediante, directo a tu entrecejo. La adaptación sintetiza el máximo el concepto de anime, haciendo de la simpleza su mayor virtud: tomando la sencilla premisa “Light Turner encuentra un cuaderno capaz de provocar muertes”, Adam Wingard no hace otra cosa que aprovechar un trabajo de encargo para pasárselo en grande.

“La libreta estaba llena de nombres. Quien la tuviera, ¿qué consiguió? ¿Muertes sin importancia? ¿Venganzas? ¿Delitos? Nosotros podemos hacer algo más que saldar unas pocas deudas”, dice Light Turner en un momento de la película y, por un instante, más que hablar del antiguo dueño de la 'death note', parece estar haciendo un metadiscurso. Esas líneas, no en vano, definen perfectamente la frivolidad del anime original para con la muerte, a diferencia de la problematización tanatológica que hace, sin perder su condición caricaturesca, la película de Wingard.

Porque Death Note está en sintonía con su tiempo: es una fábula post-Occupy Wall Street, donde el discurso antiautoritario ha mutado en violencia reaccionaria con la bendición de las élites. “Míralos”, continúa Turner, observando a sus compañeros de instituto. “Buscan a alguien que no los defraude, como los defraudó la policía y los políticos. Quieren un dios. Vamos a dárselo; vamos a darles un dios. Pongámosle un nombre”. Podría haber sido Trump, pero Light y Mia optan por un mucho más diplomático Kira.

Así, un producto que, en su formato original, era una versión goth de Digimon –cambia mascotas virtuales por dioses de la muerte y lo tienes– se convierte, en manos de Wingard, en una obra poliédrica. Los personajes de esta Death Note son más sólidos y menos tóxicos, sobre todo Mia: si en el anime, la novia de Light es un ser naif altamente manipulable por parte de su pareja, en la adaptación de Netflix los roles han sido, en ese sentido, felizmente canjeados.

Como un cóctel explosivo y a priori imposible entre Gremlins y Asesinos Natos, Death Note no solo es la mejor adaptación a imagen real que el manga de Ohba ha tenido hasta la fecha –en Japón, este universo había sido llevado al cine hasta en cinco ocasiones–, sino que también es una de las películas originales de Netflix que, por su ausencia de complejos, puede contarse entre lo mejor de su producción filmográfica.

El nombre de Adam Wingard quizás se repita en las 'death notes' de los otakus, porque precisamente el director ha querido seducir no a los fans de la serie, sino a todos aquellos que no conseguían conectar con ella –es paradójico, pero si no te gusta Death Note es probable que Death Note te fascine, hasta el punto de que quieras intentar darle una segunda oportunidad a Death Note. Rezando a Kira y parafraseando al Lermontov de Las Zapatillas Rojas: definitivamente, nos encanta ver la religión de otros practicada así.

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