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Iggy Pop nos escupe a sus 72 años y nos encanta

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La Iguana sigue siendo más libre que todos nosotros juntos, y la prueba es ‘Free’. ¿Quién si no cambiaría los riffs de Josh Homme por Dylan Thomas y un trompetista de jazz?

David Romera

16 Septiembre 2019 11:55

Iggy ha sacado disco. A sus 72 años. Y puede que no te guste, pero a él le va a dar igual.

Iggy ya no quiere ser tu perro. Ahora, simplemente, quiere ser libre. "I wanna be free" es la primera frase que oímos del genio de Michigan en su último trabajo, llamado, valga la redundancia, Free (Caroline/Music as usual, 2019).

En realidad, si lo pensamos bien, nunca ha querido ser otra cosa. Iggy como artista siempre buscó su propia voz. Su lista de "libertades" es inabarcable: discos cantados en francés (Aprés), discos inspirados en Houellebecq (Preliminaires), discos semiacústicos (Avenue B), colaboraciones electrónicas (con Underworld, con Oneohtrix Point Never), sus continuos escarceos en el mundo del cine... Y eso solo contando de unos años a esta parte.

Iggy no es una mera estrella del rock, y precisamente por eso, porque está tan por encima de prejuicios y modas, puede que sea la única estrella del rock que queda sobre la faz de la tierra. Iggy nos confunde, y eso le encanta, y a nosotros también.

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Post pop depression (2016), su anterior trabajo, supuso para nuestro protagonista una vuelta al ruedo más pantanoso, sucio y sexy. Volvió el Iggy de la chupa de cuero, de los caderazos, de la rabia. Como siempre, su fogonazo vino acompañado de la mejor manera: Josh Homme (QOTSA) , Matt Helders (Arctic Monkeys) y Dean Fertita (QOSTA, The Raconteurs). Aquel era el disco que la familia rockera llevaba esperando escuchar desde hacía mucho.

¿Qué vendrá después? Pensábamos entonces, mientras sudábamos orgullosos nuestra flamante camiseta de The Stooges. Bien, pues después ha venido Free, que es todo lo contrario a lo que nos volvió locos hace ya 3 años. Y ni tan mal.

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Extenuado después de la gira junto a su banda millennial, Iggy se ha echado al mar, ha estirado los brazos y se ha hecho el muerto. Flota dejándose llevar, sabedor de que en ningún caso irá a la deriva. ¿Qué importa la deriva al fin y al cabo? Eso es para los que tienen miedo.

Free es una obra intimista en la que Iggy se sale del molde de su carrera jugando con las atmósferas. Un disco esotérico y confesional en el que flirtea con el jazz de vanguardia y adopta la palabra hablada como narrativa.

Este "viaje a la libertad" de Iggy lo capitanean dos personas: la guitarrista Sarah Lipstate (conocida por su trabajo como Noveller) y el trompetista de jazz Leron Thomas. Gracias a ellos dos, Iggy nace y muere tranquilamente sobre piezas ambientales agradables y perversas al mismo tiempo.

Aun así, La iguana se resiste a dejarse arrastrar del todo por la inercia ambiental y se revuelve en la cara A del disco. En Loves Missing, Sonali o Dirty Sánchez se agarra por momentos al nervio que le ha hecho tan grande.

La segunda mitad del disco es como observar el momento en el que anochece en la escondida y solitaria playa en la que nuestro hombre escupe sus pensamientos más íntimos. Es entonces cuando Iggy decide que ya no queda más que hundirse entre las aguas y cerrar los ojos. Llega también el recuerdo momento para su buen amigo Lou Reed en We Are The People, con versos que resuenan en la realidad de nuestros días. "We are the people without right. We are the people who have known only lies and desperation. We are the people without a country, a voice or a mirror".

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Dylan Thomas también aparece en escena en Do Not Go Gentle Into That Good Night, donde Iggy nos habla no se sabe si desde el cielo, el infierno o los dos sitios a la vez, para recordarnos con los versos del poeta que no importa la intensidad, el ritmo, el sonido, sino la actitud, siempre la actitud. "Rabia, rabia, contra la agonía de la luz".

Y es cuando nos damos cuenta de que lo ha vuelto hacer. Que su nuevo intento de huida es un corte de mangas al inmovilismo y a esa industria musical que no deja sitio para los veteranos si no salen rentables. Que hasta en el silencio más profundo, hasta en la quietud más tediosa, siempre estalla de alguna manera la voz del Iggy de siempre. La voz de aquel teenager salvaje de Michigan escupiéndonos un FUCK YOU. Solo que esta vez de otra manera. Y nos encanta.

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