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Lo que dices realmente cuando te defines como “políticamente incorrecto”

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Lo que dices realmente cuando te defines como “políticamente incorrecto”

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“Quizá sea el momento de empezar a aceptar que lo políticamente incorrecto no es una actitud ideológicamente neutra, ni mucho menos una forma de pensamiento crítico, sino una fórmula reaccionaria que históricamente ha servido de lubricante social para la ultraderecha”

La expresión "lo que voy a decir quizá sea políticamente incorrecto, pero..." permite predecir con una probabilidad altísima de acierto que la oración que sigue al nexo adversativo será una opinión racista, machista u homófoba.

No es una hipérbole, ni una exageración retórica. La relación entre el concepto de "incorrección política" y el contenido de tal supuesta incorrección no es contingente, ni depende del contexto o del hablante, sino que viene definida por el marco mental que introduce la idea misma de corrección política.

Dicho de otro modo: la función de lo políticamente incorrecto es precisamente la de vehicular opiniones racistas, machistas, homófobas o tránsfobas frente a un público receptivo hacia esas mismas ideas que, sin embargo, cree que expresarlas supone algún tipo de transgresión.

Esta es una de las principales conclusiones que pueden extraerse del último capítulo de 'En pocas palabras', la serie documental producida por Vox y distribuida por Netflix. En él se aborda la historia del concepto de "corrección política" y se discuten sus orígenes en las universidades estadounidenses con el objetivo de entender cómo es posible que opiniones socialmente mayoritarias pasen a verse como ideas rebeldes, transgresoras y valientes cuando su hegemonía apenas empieza a resquebrajarse en un contexto minoritario como es la Universidad.

Una de las primeras menciones al termino de "corrección política" en los grandes medios lo encontramos en una viñeta de The New York Times publicada en 1990. En ella aparece el "Political Correctness Man" (el Hombre Políticamente Correcto), una especie de superhéroe mediante el que se ridiculizaba a los activistas que luchaban en favor de la igualdad y el respeto a la diversidad. La construcción de este personaje era la consecuencia de la fuerte reacción de los varones blancos universitarios que veían cómo en las universidades había cada vez menos hombres y cada vez menos caucásicos.

(Imagen promocional de 'En pocas palabras')

La cuestión del lenguaje, que pronto se convirtió en símbolo de las luchas por el reconocimiento, era el reflejo de la tensiones generadas por la redistribución del poder que se estaba produciendo en el seno las universidades. La correlación de fuerzas estaba cambiando, y el concepto de "políticamente correcto" era la forma que encontraron los todavía privilegiados para intentar bloquear cualquier tipo de transformación, ya que el concepto tenía una triple función: podían presentarse como víctimas; podían presentarse como rebeldes y podían desdeñar el debate como una veleidad de niños pijos sin implicaciones reales.

Uno de los ejemplos más evidentes tuvo que ver con la palabra "afroamericano": muchos se negaron a dejar de utilizar la palabra "black" (negro), especialmente cuando ya veían como una afrenta a su libertad de expresión que no pudieran utilizar la palabra "nigga". Sin embargo, no fue un ejemplo aislado: se convirtió en un patrón que se sigue repitiendo hoy cada vez que se tacha una reivindicación de "política de la identidad posmoderna".

El documental deja claro que la corrección política es un concepto liminar y esencialmente reaccionario: liminar porque aparece en el contexto de incertidumbre que genera cualquier tipo de cambio social que obliga a repensar lenguaje, símbolos y tradiciones; y reaccionario porque aprovecha tal incertidumbre para blanquear el imaginario ultraconservador. Para demostrarlo, desde Vox proponen un echar un vistazo al recorrido que ha tenido el concepto entre políticos que abrazan o coquetean con la extrema derecha, de Donald Trump a Marine LePen.

Aunque nunca se llega a hacer explícita, la intención del documental no es para nada inocente. Enjuiciar históricamente este concepto es una forma de combatir el peligro que supone que la corrección política se haya convertido en el campo de batalla de columnistas, humoristas, cantantes y cineastas. Frente a los avances del feminismo, la lucha LGBTI y el activismo antirracista, incluso la izquierda tradicional ha respondido con violencia, aceptando acríticamente su herencia reaccionaria.

También en España, la etiqueta se ha blanqueado hasta el punto que son celebrados como "políticamente incorrectos" los chistes sobre gitanos, las proclamas antifeminista y las columnas de Javier Marías defendiendo, por ejemplo, que la realización televisiva de los partidos de fútbol debería seguir enfocando a chicas jóvenes y normativamente bellas.

Quizá sea el momento de empezar a aceptar que lo políticamente incorrecto no es una actitud ideológicamente neutra, ni mucho menos una forma de pensamiento crítico, sino una fórmula reaccionaria que históricamente ha servido de lubricante social para la ultraderecha.

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