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No disparen al humorista... pero a ellas sí

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No disparen al humorista... pero a ellas sí

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/OPINIÓN/ “Centrarse en las amenazas contra Rober Bodegas, y hacer de ellas un caso general contra las opiniones críticas, no sólo es una forma de falsear el debate, sino también de ignorar interesadamente la existencia de un flujo constante de amenazas contra escritoras y periodistas”

Empecemos con la náusea: "gitano bueno, gitano muerto"; "una hostia de su abuelo y luego napalm a toda la familia"; "como no me gusta tu artículo y me siente ofendido voy a quedar con un grupito de payos (como vosotros nos llamáis, que significa: aldeano e ignorante) y vamos a buscarte para darte una paliza. ¿Qué te parece?".

Estas son algunas de las muchas amenazas e insultos que ha recibido Silvia Agüero Fernández después de publicar en eldiario.es un texto titulado 'Los chistes de payos no tienen ni puñetera gracia'. Su artículo despedazaba el racismo que rezumaba el monólogo de Rober Bodegas, y lo hacía dirigiéndose explícitamente al lector: "estáis demostrándonos que las personas gitanas no formamos parte de la misma sociedad que vosotros porque no os importa ni nuestro dolor ni sufrimiento".

La contradicción era extrema, ridícula, pero también sintomática: un artículo que reflexionaba sobre los límites del humor se había convertido en el objeto de odio e indignación por parte aquellos que defienden que el humor no debería tener límites. Y no sólo esto: daba carta blanca a toda esa la gitanofobia que los indignados pretendían negar.

La reacción desmedida, además, ayudaba a clarificar el debate sobre antigitanismo e incorrección política: confirmaba la omnipresencia de estereotipos ("no haremos como vosotros y vendremos a pegaros"); desmontaba estos mismos estereotipos ("los gitanos, a diferencia de los payos, son violentos y sobrerreaccionan ante unos simples chistes"); desmentía el contexto sobre el que se asienta relato de la incorrección política ("son los ofendiditos de Twitter quienes quieren dictar la moralidad pública atacando a las opiniones disidentes"); y evidenciaba que los linchamientos no sólo fluyen hacia las figuras que resultan incómodas a la mal llamada 'izquierda identitaria' ("la turba busca chivos expiatorios y no se fija en los problemas reales de la gente").

No disparen al humorista... pero sí a esas mujeres

El caso de Siliva Agüero no es una excepción. El mismo día de la publicación del artículo, la escritora estadounidense Roxane Gay tenía que hacer frente a una oleada de ciberacoso: "cada vez que publico algo nuevo me paso días siendo acosada, insultada y humillada por tener opiniones. No necesito una charla motivacional, pero lo de hoy ha sido una mierda".

La furia contra Gay se desató después de que esta escribiera un artículo en The New York Times sobre el retorno sorpresa de Louis C.K. a los escenarios, apenas un año después del #MeToo. La autora de Mala feminista reflexionaba sobre los tiempos del perdón y la necesitad de un ajuste de cuentas que vaya más allá de la justicia restaurativa. Y aunque no discutía el contenido del monólogo, su texto era una crítica ética y política hacia la actuación de Louis C.K.

¿Estaba Roxane Gay censurando el monólogo? ¿Limitaba la libertad de expresión del cómico? ¿Quería hundir su carrera? ¿Empezaba o contribuía a un linchamiento? No, porque Louis C.K. no sólo podrá seguir actuando si así lo quiere, sino que en su primera aparición se llevó una gran ovación.

La desigualdad entre un artículo de Roxane Gay y el sistema mediático que sostiene a figuras como Louis C.K. —el mismo sistema que se pregunta constantemente si el feminismo está yendo demasiado lejos— es tan enorme como la desigualdad que existe entre las tribunas que tiene Silvia Agüero Fernández y el sistema mediático y político que sostiene a Rober Bodegas. Como ha destacado ella misma, basta con comprar quien la apoya a ella y quién al humorista de Pantomima Full: incluso el Ministro de Ciencia español, Pedro Duque, ha salido a defender públicamente al cómico.

Por ello, centrarse en las amenazas contra Rober Bodegas y hacer de ellas un caso general contra las opiniones críticas —calificándolas de atentado contra la libertad de expresión— no sólo es una forma de falsear el debate, sino también de ignorar interesadamente la existencia de un flujo constante de amenazas contra escritoras y periodistas.

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