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¿Es seguro chupar la cabeza de los camarones?

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Un país sudamericano despunta como el nuevo rey del camarón. Pero necesitan añadir un antioxidante para que llegue fresco a España

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06 Marzo 2018 19:25

¿Sabe dónde se cría el langostino barato que usted se come?

¿Se pueden chupar las cabezas de las gambas?

Así empieza el reportaje de Estefanía Masó sobre los langostinos del programa En el punto de mira, de Cuatro, que dedicó a tres productos del mar. Y la respuesta pilló a varios por sorpresa: Ecuador nos ofrece todo el camarón barato que no se puede conseguir en nuestras costas.

Porque España es el país europeo que más pescado y marisco consume, con unos 43 kilos por persona y año. Para satisfacer esta hambre por el crustáceo, capturamos 6 mil toneladas de langostinos locales e importamos 80 mil toneladas del resto del mundo. De Ecuador, en concreto, nos llegan 10 millones. La diferencia de precio es notable: el langostino autóctono ronda entre los 30 y los 40 euros por kilo y el ecuatoriano, congelado y pequeño, entre los 12 y los 15 euros por kilo.

“A pesar de que hace un viaje muy largo, es mucho más barato que el capturado en España. ¿Cómo es posible?”, pregunta la voz en off.

Esto es posible porque los camarones se congelan en un agua que contiene sulfitos, un antioxidante que conserva los crustáceos y previene que se oscurezca su cuerpo y sobre todo su cabeza, que de no ser así llegaría negra a España.

Por el largo trayecto que deben de recorrer, los camarones ecuatorianos contienen una mayor cantidad de este conservante: mientras que los españoles tienen entre 0 y 5 mg/kg, los ecuatorianos, 24mg/k. Sin embargo, ninguno supera el máximo de 150mg/kg que estipula la Unión Europea. Habría que comer medio kilo de camarones con su cáscara y todo para sufrir los efectos graves de los sulfitos.

Langostino de Huelva

Cabe señalar, aún así, que los sulfitos causan dolores de cabeza, irritaciones y moqueo en algunas personas sensibles. Y por lo que respecta a sorber las cabezas de los camarones, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición recomienda “limitar el consumo de la carne oscura de los crustáceos, localizada en la cabeza, con el objetivo de reducir la exposición al cadmio”, un metal pesado que está presente en este crustáceo y otros animales que provienen del mar.

El reportaje también nos descubre que el camarón en Ecuador es lo que el aceite de oliva o el jamón en España. Y que Guayaquil, en la costa ecuatoriana, se ha convertido en el cuartel general del camarón. Cercanas al Pacífico, hay fábricas y fábricas con centenares de hectáreas en las que se cría un langostino de laboratorio ya sea en piscinas naturales en las que se controla la composición del agua y todos los detalles, bien en grandes cubetas artificiales.

La industria se llama ‘acuicultura’, ya que cultivan el mar. No es de extrañar que el propietario de una de estas empresas diga que ‘siembran’ los larvas de camarones que compran en un laboratorio en el agua cuando están en estado larvario, y se les añade fertilizante, oxígeno y probióticos.

Granjas de cultivo de camarón en Ecuador

Más tarde se les alimentará con un pienso compuesto con harina de maíz, de soja y de pescado y se controlará su crecimiento para que en cuestión de un mes puedan llegar a los platos españoles. Y también se tendrá el ojo puesto en posibles intrusos, ya que es frecuente que estas fábricas sean asaltadas por ladrones que se hacen con un botín de langostinos fácilmente comercializable.

El despegue de esta industria, que en realidad lleva 40 años de desarrollo en Ecuador, viene del año 2000, cuando una epidemia llamada ‘mancha blanca’ infectó de un virus a los langostinos que causaba una gran mortalidad. O por lo menos así lo justifican.

Lo cierto es que es un negocio muy rentable. “Un camarón hembra puede llegar a poner entre 200-250 mil huevos, con una fertilidad del 90%”, explican en el reportaje. “Esto es lo que permite a Ecuador ser una economía emergente, uno de los mayores productores del mundo”. En total, esta industria genera para el país 7 mil millones de euros.

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