Se llama Sinfo en honor a la abuela del propietario y representa a todos esos olivos expoliados por los ricos
Pensamos en monumentos y nos vienen a la cabeza grandes palacios, bellas plazas públicas, misteriosos restos arqueológicos. Pero nunca se nos ocurre pensar que un ser vivo puede ser un monumento. Es el caso de este olivo valenciano de 2.000 años de edad, que ha sido nombrado uno de los mejores monumento vivo de España.
El olivo tiene nombre: se llama Sinfo, tal y como le puso su propietario, José Manuel Alemany, en honor a su abuela materna, que se llamaba Sinforosa. Su variedad es la farga con injerto ullastre, se encuentra en Traiguera, un municipio valenciano del Bajo Maestrazgo, y ha recibido este el XII Premio de la Asociación de Municipios del Olivo, reunidos en Córdoba a Mejor Olivo Monumental de España.
Para los que duden de la longevidad del árbol, los expertos han determinado que es muy probable que tenga 2.000 años, tanto por el inabarcable perímetro de su cepa como por el tronco, de 10,2 metros de perímeto, así como por todo el enorme ramaje que lo corona.
Curiosamente, la ubicación de este olivo galardonado no es azarosa: la zona donde creció, al norte de Castellón, se concentran el mayor número de olivos milenarios del mundo, un total de 5.000 según el último censo. Desgraciadamente, han sido sometidos a expoliación con finalidades decorativas. En la Comunidad Valenciana hizo falta la aprobación de la Ley de árboles monumentales, en 2006, la primera de su tipo en Europea, para proteger a los ejemplares mayores de 350 años de manos avaras.
Botín y sus olivos centenarios (y millonarios)
"Yo tengo la mejor colección privada de olivos del mundo", decía Emilio Botín sin esconderse de nada ni de nadie en 2014. Hacía referencia a la ciudad financiera del Banco Santander de Boadilla del Monte (Madrid) donde hay 170 hectáreas dedicadas a albergar un bosque único —y expoliado— de estos árboles. La colección tiene más de 400 ejemplares grandiosos. Uno de los más espectaculares tiene nombre: Santander. Sólo esperamos que Sinfo siga su vida centenaria en las tierras de José Manuel Alemany donde ha sido nombrado mejor monumento vivo de España. Así lo querría la abuela Sinforosa.
[Vía À Punt]
