Los anteriores inquilinos dejan el islote orgullosos: "Hemos demostrado que es posible tener una vida moderna consumiendo sólo lo que la naturaleza te da"
El gobierno francés está buscando una nueva pareja para hacerse cargo de la pequeña isla británica de Quéménès y reemplazar así a sus inquilinos actuales, que después de 10 años ocupándose de ella han decidido cambiar de aires.
La oferta dice así. Se busca: persona (s) para gestionar una isla británica. Debe ser práctico y resistente. Se provee granja. Soledad garantizada.
La soledad de esa guía roja que se mete en el mar:
Quéménès es una milla de tierra, roca y arena ubicada en el archipiélago de Molène, muy cerca de la costa bretona; hogar de focas, aves marinas, conejos, un rebaño de ovejas y los inquilinos que Francia encuentra en sucesivos procesos de selección.
No siempre fue así; el islote en realidad tuvo ocupación humana durante varios siglos y fue abandonado hace apenas 25 años. En ese momento se pudo preservar bajo la categoría de reserva natural, pero la Agencia de Protección de Costas decidió sacarle rentabilidad convirtiendo el terreno en una inmensa granja.
Se busca personas para gestionar una isla británica. Se provee granja. Soledad garantizada.
En ese sentido, la pareja formada por David y Soizic Cuisnier recibieron en 2007 el encargo de mantenerla operativa; y diez años después se van de Quéménès habiendo criado allí a sus hijos Chloé y Jules. Quieren escolarizarlos.
Tras lanzar la convocatoria, la agencia francesa ha recibido una gran afluencia de personas que quieren aislarse del mundo; algo así como hikkimoris de exterior y con aspiraciones ecologistas. La huida al campo sin lago Walden pero con mar Céltico. De momento se han quedado con 20 candidatos “serios” y pronto decidirán quién es el solitario perfecto –también entran parejas, pero la hazaña no es tan bestia–.
¿Parece una experiencia radical? Bueno, escuchando a David Cuisnier, 10 años sin vecinos no lo cambia por nada: “Si hubiéramos escuchado el consejo de la gente hace 10 años jamás habríamos venido –explica–. Pero llegar a esta isla fue un acto de locura gloriosa, se convirtió en la aventura más maravillosa, desarrollamos la granja y creamos una familia; ha sido inolvidable”.
La principal condición que les pusieron para ganar la convocatoria fue vivir por sus propios medios. Eso hicieron: plantaron patatas Mona Lisa y las vendieron por internet, gestionaron una casa rural durante 6 meses al años, cuidaron a las ovejas y recogieron algas comestibles. Lo último supuso un hallazgo, hoy pretenden ser pioneros dentro del negocio del cultivo de algas marinas.
El otro reto era utilizar los recursos proporcionados por la isla: electricidad solar, agua de lluvia, etc. También lo lograron. “Hemos demostrado que es posible tener una vida moderna consumiendo sólo lo que la naturaleza te da. Tuvimos todos los aparatos electrónicos que necesitábamos, incluyendo un buggy eléctrico para dar la vuelta a la isla”, cuenta el exgranjero a la BBC.
