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La importancia de dormir bien durante una pandemia

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Foto: Leandro Maldini | Unsplash
 

Dormir bien siempre será importante, pero en medio de una crisis sanitaria, descansar es básico para que tu sistema inmunológico haga su trabajo

Laura Marajofsky

23 Marzo 2020 20:22

“Dormir de forma habitual de 6 a 7 horas por noche destroza tu sistema inmune, multiplicando por dos el riesgo de sufrir cáncer, impactando en tus chances de desarrollar Alzheimer, sufrir afecciones psiquiátricas (depresión, ansiedad y suicidio), además de aumentar las chances de que tus arterias se bloqueen y alterando tus niveles de azúcar en sangre al punto de que podrían considerarte prediabético”, señala Mathew Walker tan solo en la primera página de su libro Por qué dormimos, recién editado al español.

Esa cita debería bastar para hacernos (re) pensar nuestros hábitos en torno al descanso. Pero además, estamos viviendo una situación extraordinaria, una situación que, literalmente, nos roba el sueño.

En medio de la crisis de salud por el Covid-19, la conversación se ha centrado en medidas de higiene preventivas, cuarentenas y crisis económicas, pero no es nuestro único problema: en el mundo desarrollado, el déficit de sueño ya es un mal crónico... e infravalorado.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, 40% de la población duerme mal y los trastornos del sueño van en aumento.

En Reino Unido y Japón, entre 39 y 66% respectivamente dicen dormir menos de 7 horas. En Estados Unidos, quizás la nación workaholic por excelencia, uno de cada 10 sufre de insomnio crónico.

¿Más datos sobre este problema mundial? Uno de cada 2 adultos en países desarrollados (aproximadamente 800 millones de personas) no cubrirá sus necesidades básicas de sueño esta semana que comienza.

Dormir, ¿la mejor terapia?

La importancia del sueño en nuestro bienestar general y nuestra salud mental está subestimada. En épocas de pandemia, tener un sistema inmunológico fuerte es fundamental y dormir bien es clave.

Según Walker científicos e investigadores han comenzado a presionar a los médicos para que “receten” dormir más seguido. En este sentido, quizás parezca un tratamiento inocuo, pero aparte de placentero, resulta preventivo, ya que el sueño, entre otras funciones útiles (aprendizaje, memoria, lógica, regeneración), mantiene tu microbioma floreciente dentro de tu intestino.

¿Y qué tiene que ver la microbiota con la salud y las defensas? Pues todo: la salud nutricional y hasta emocional comienza allí. No en vano desde hace unos años se considera al intestino el segundo cerebro. Entonces, al final del día, descanso, tripas, emociones y salud general están 100% relacionados.

Por otro lado, el estrés y hasta la depresión que pueden generar situaciones como la que enfrentamos, a raíz de la incertidumbre económica y la parálisis de la vida cotidiana, o del aislamiento, también puede atacarse con una buena prescripción para descansar. Recordemos que el sueño es también un regalo ya que es un reconfortante “baño neuroquímico” que alivia los recuerdos dolorosos, explica Walker, y hará que te sientas más feliz y menos ansioso.

Tecnología y autoexplotación, signo de los tiempos

Puestos a hacer un breve análisis de los males de época que provocan que no podamos conciliar el sueño, el diagnóstico unánime apunta hacia la tecnología y cómo el tiempo que pasamos atados a nuestros dispositivos digitales, aunado a la irrupción de la luz artificial a escala masiva, alteraron nuestros ritmos naturales (ciclos circadianos) para siempre.

Sin embargo, Daniel Leader, autor de Por qué no podemos dormir, señala una idea más sugestiva: las estructuras económicas y productivas actuales moldean el modo en que dormimos. Y agregan, por supuesto, su cuota de estrés y ansiedad. Su propuesta se basa en teorías expuestas con anterioridad sobre el sueño fragmentado o segundo sueño: antes de la revolución industrial y la masificación de la luz artificial, era común dormir en dos partes separadas por un breve periodo de vigilia de unas dos o tres horas que se usaba para leer, rezar, escribir, conversar, salir a caminar o tener sexo.

Un 50% de la fuerza de trabajo lo hace de forma remota al menos media semana, lo que obliga a estar siempre conectado y expuesto a las pantallas. A esto le sumamos un 20% que trabaja de noche, según la Global Wellness Summit, y un incremento en los viajes de trabajo que generan alteraciones al reloj interno.

La creciente cultura del 24-7 y sus ramificaciones tienen una clara incidencia en nuestro déficit de sueño.

Leader señala la patologización del sueño fragmentado, la medicalización y la creciente industria que busca ganar dinero a expensas de preocuparnos con respecto a nuestros hábitos de descanso… mientras nos venden productos.

Sin embargo, la tecnología también puede servir para encontrar nuevas formas de elegir cómo trabajar y descansar, o incluso en tiempos de coronavirus, ayudarnos a mantenernos sanos.

Desde el homeworking al freelancismo y las estructuras más flexibles, a los nómadas virtuales y los trabajadores remotos, la posibilidad de entrenamiento o entretenimiento desde el hogar, el tiempo que ahorramos en trámites o traslados. Hoy quizás tenemos más herramientas que antes para encontrar maneras customizadas e inteligentes de organizar nuestro descanso.

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