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¿Por qué nos gusta dar besos con lengua?

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Si lo piensas bien, lo de meter tu lengua en la boca del otro es una práctica asquerosa. Pero hay una razón evolutiva para esos besos que das

L.M.R.

16 Octubre 2017 15:39

Probablemente nunca se te ocurriría acercarte a un extraño atractivo en mitad de un club y, después de intercambiar un par de sonrisas y otro par de frases, por aquello de romper el hielo y medir primeras compatibilidades, soltarle un... ¿me dejas que use tu cepillo de dientes, ahora?

No lo harías, porque sabes que sonaría fatal. Porque sabes que, lo de usar el cepillo de dientes de otra persona es, objetivamente, una guarrada, una práctica poco higiénica y potencialmente peligrosa. La idea de llevarse a la boca algo que ha estado hurgando en las simas de la boca de otro provoca gestos de asco seguro en el 90% de la población. Pero ¿acaso un beso profundo no es exactamente eso?

Si lo piensas bien, lo de meter tu lengua en la boca del otro es una práctica asquerosa. Saliva, caries, restos de comida, bacterias, flemas, heridas... Entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Es simplemente un comportamiento social aprendido? ¿Nos mueve únicamente la búsqueda de placer sensual?

La respuesta a esas dos preguntas es no. Existe otra razón, más profunda. Una razón que llevamos grabada en nuestro ADN. Una razón evolutiva.

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“Besar, como tocar u oler, es una acción conducida por las emociones que nos permite identificar a las parejas más compatibles y ventajosas desde el punto de vista evolutivo”, explica Fulvio D'Acquisto, profesor de inmunología de la Universidad de Roehampton, a The Independent.

Cuando habla de parejas más compatibles, D'Acquisto no se refiere a que puedan coincidir con nosotros en gustos, o en carácter, y mucho menos a que besen de una manera que nos guste. El doctor habla de procesos bioquímicos y compatibilidades genéticas.

Otros animales recurren al olfato para obtener pistas sobre esa información. Pero los humanos somos malos con la nariz. Los besos, el chuparnos los labios, el revolcar las lenguas en un batido de salivas, es, en cierto sentido, un sustituto para un olfato atrofiado.

“Los humanos no tenemos habilidades olfativas fuertes. Besar nos permite oler y saborear a la otra persona y ver si tenemos reacciones inmunes”, explica Sarah Johns, experta en psicología evolutiva, desde la Universidad de Kent. “Nos solemos sentir más atraídos hacia alguien con una respuesta inmune diferente a la nuestra”, añade la doctora.

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John habla de lo que en términos científicos se conoce como el complejo mayor de histocompatibilidad (CMH), una familia de genes que participan en la activación de procesos críticos para la generación de la respuesta inmunitaria. “El CMH es detectable a través del olor corporal, así que el besar y saborear a alguien nos da una cierta oportunidad de evaluar cómo de similares o diferentes somos de esa persona en términos bioquímicos”.

Desde una doble perspectiva evolutiva e inmunológica, a la hora de besar estaríamos buscando a potenciales compañeros que nos pudieran proporcionar un set de genes que den lugar a respuestas inmunes diferentes a la nuestra porque eso significaría que, a la hora de procrear, la personita resultante estaría mejor ocupada para combatir la enfermedad, tendría un sistema inmunológico más completo.

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Sin llegar a pensar en pequeños monstruos corriendo por la casa en pañales, el beso también funciona de manera parecida a un nivel individual. Cuando le comemos la boca a otro, estamos intercambiando patógenos. “Esos microorganismos constituyen nuestra microbiota, nuestro mix de 'bacterias amigas' que nos definen como individuos únicos desde un punto de vista inmunológico”, explica D'Aquisto. “Enriquecer nuestra microbiota a través del besar puede servir para testear la habilidad de nuestra pareja para afrontar la amenaza de patógenos dañinos y así favorecer la propagación de la especie”.

Esa aspiración evolutiva sería la que nos impulsa a chuparnos las lenguas, a pesar de lo asqueroso que eso pueda ser sobre el papel. El calor sexual que acompaña a un buen beso también parece jugar un rol aquí: existen estudios que muestran que la excitación sexual reduce los sentimientos de asco y repulsión.

La próxima vez que te líes con alguien, piensa en esto.

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