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Artículo La valiente denuncia de Andrea Paola Hernández contra el machismo literario Lit

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La valiente denuncia de Andrea Paola Hernández contra el machismo literario

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La poeta venezolana relata el acoso que sufrió durante el XV Encuentro Internacional de Poesía y la negativa de las instituciones organizadoras a tomarse seriamente su testimonio

Eudald Espluga

18 Enero 2018 13:01

Primero, quién. Andrea Paola Hernández es poeta, actriz y cineasta. Nació en 1995 en Maracaibo, Venezuela. Es coordinadora editorial en la sección de narrativa de la revista digital Digo.Palabra.Txt y fundadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad Simón Bolivar. Sus poemas, premiados en distintos certámenes, forman parte de la antología Amanecimos sobre la palabra, publicada por Team Poetero. Puedes leerla aquí.

Cuándo pasó. A mediados de 2017, invitaron a Hernández a publicar en la revista POESÍA y a participar en el XV Encuentro Internacional de Poesía. En setiembre sus poemas aparecieron publicados en la revista, "una acertada selección delicadamente diagramada que me llenó de alegría", que ahora no puede encontrarse en la web. El 31 de octubre un transporte de la universidad llevó a la poeta desde Caracas hasta Naguanagua, donde se realizaría el evento, en el marco del FILUC, la 18a Feria Internacional del Libro.

Pero qué. Hernández ha escrito un artículo, "El evento literario que se convirtió en uno de los peores días de mi vida", en el que relata su experiencia durante el XV Encuentro Internacional de Poesía y denuncia el acoso que sufrió, así como la negativa de las instituciones correspondientes a tomarse en serio el caso.

"Desde el instante que pisé el conjunto ferial empecé a recibir comentarios que me hicieron sentir incómoda e intimidada [...] Comentarios como "qué bella estás" o "eres un ángel" pueden llegar a ser bastante violentos según el tono y la intención con la que se digan, pero sólo las víctimas de acoso entienden por qué la primera opción (la peor de todas) es siempre callar". Tras el recital, que "fue simplemente mágico [...] nunca me había sentido tan apreciada y valorada literariamente como en ese momento", la invitaron a una fiesta en la que se celebraría el cierre del festival. Esta discurrió en la imprenta de la universidad donde se editaba la revista POESÍA. Nada más llegar, "uno de los participantes y organizadores del encuentro, miembro editorial de la revista" la cogió de la mano y le pidió que la acompañara fuera de la casa. Allí, reunidos con otros miembros de la organización, empezó a hablarle al oído, "en avanzado estado de ebriedad". "Me tomaba de las manos, del cuello y de la cintura para que me acercara a él [...] Empezó a preguntarme acerca de mi vida privada y de su yo sabía que 'era la mujer más atractiva de toda la fiesta'. [...] Dejó de interrogarme para hacer afirmaciones acerca de que yo 'estaba buenísima', 'claramente sabía lo bella que era'. 'ese vestido me quedaba hermoso', 'olía rico', 'mi cabello era salvaje', y 'de todas las mujeres en esa fiesta cualquiera querría quedarse conmigo'". A pesar de dejar claro que la estaba incomodando, el hombre siguió atosigándola hasta que finalmente pudo deshacerse de él.

Sin embargo, la tranquilidad le duró poco: "empezó a sonar salsa y otro de los organizadores y participantes del encuentro decidió sacarme a bailar. No tardó absolutamente nada para empezar a recorrerme con sus apremiantes manos mientras me apretaba para estar más cerca de él [...] 'Estás demasiado buena', 'te estoy mirando desde que llegamos', 'entonces, ¿no te gustan los tipos?', '¿no estarías conmigo?, 'me dijeron que eres feminista', 'estás demasiado hermosa', 'eres una negrota preciosa', iba afirmando mientras sus manos se deslizaban por mi vestido y yo nuevamente paralizada". Este tipo de situaciones se repitieron hasta que pudo marcharse: "dolor, vergüenza, asco, incredulidad, miedo; decenas de sensaciones cruzaban mi cuerpo a la vez, una más triste que la otra. Como feminista activa políticamente, conozco la defensa que el Estado me proporciona ante estos casos, y también sé que no es mi culpa, que no debo sentir temor o pena, que no depende de lo que vista y que no hay forma de justificarlo. En teoría es sencillo, pero en carne propia es una mierda."

Dónde. Precisamente por su formación política y feminista, Hernández se decidió a denunciar lo ocurrido al Departamento de Cultura de la Universidad de Carabobo, que era la institución mediante la cual se la había invitado al evento, además de los empleadores de las dos personas que la habían estado acosando. Por desgracia, pronto descubrió que, a ojos de los responsables, los hechos no habían ocurrido en el marco del encuentro. Como explica ella mismo, publicando los correos que se mandó con las distintas entidades, tanto desde el Departamento de Cultura como desde la directiva de la FILUC respondieron que se trataba de un problema personal que se había desarrollado "fuera del recinto ferial".

Por qué. Dar voz ha estos casos es importantísimo porque, como explica la propia poeta, estas dinámicas de acoso no son una consecuencia no deseada dentro de una estructura que por lo demás funciona bien. A las escritoras se las sigue viendo como "objetos de deseo y diversión": "toda la luz que sentí sobre mi trabajo, sobre mi carrera, se disipó: ¿cuál era la verdadera intención de mi invitación a este evento? Hubo un momento justo al terminar mi recital que esclareció esa sensación que tenía y que no podía nombrar: se reunieron para una foto grupal, y en ella estaban aproximadamente 20 hombres. Las únicas cuatro escritoras invitadas no fueron llamadas para la foto, nuestra presencia era prescindible, no hacía falta recordarla. ¿Éramos barajitas intercambiables con las que los varones juegan? ¿Nos invitaron por nuestro aspecto, por nuestra edad, por lo que creían que podían hacer con nosotras? ¿Por tener algo con lo que entretenerse?".

Además, es importante porque muchas veces se repite que estos casos, en el mundo de la literatura, "no han suscitado un debate". Pero la verdad es que los debates existen, las denuncias existen, el machismo literario se denuncia cada día: lo han hecho en primera persona de Emma Cline y Joyce Maynard; también Arelis Uribe y Jenn Díaz; el testimonio de Ana Palaniuk abrió la puerta a qué muchas otras mujeres denunciaran acoso en jams y recitales, igual que lo hicieron antes Míriam Reyes, Erika Martínez, Paula Aguirrezabala, María Sánchez, Amarna Miller Elena Medel, Lola Nieto y Sofía Castañón, entre muchas otras; estos meses hemos conocido las acusaciones contra el editor canadiense Michel Brulé, contra el editor de cómics Eddie Berganza, contra el editor de ArtForum Knigth Landesman; y el portal Publisher Weekly quiso dar visibilidad a todos aquellos testimonios que habían quedado tapados en la industria editorial estadounidense, al igual que han hecho desde ActuaLitté, aunque centrados en el panorama francés.

El problema es que desde las revistas, suplementos y medios generalistas, como ha demostrado la recepción en España del #metoo, se dedica mucha más atención a discutir los límites de lo políticamente correcto o a sobresaltarse por los "linchamientos feministas" en Twitter que no a dar voz, investigar y respaldar estas denuncias para que el debate, que ya existe, sea central y llegué a transformar no sólo el ecosistema literario, sino también nuestra sociedad.

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