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Artículo ¿Qué hacen esa chica y ese caballo? Sí, es lo que parece Lit

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¿Qué hacen esa chica y ese caballo? Sí, es lo que parece

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(Mi novio caballo / Xiomara Correa)
 

'Mi novio caballo', de Xiomara Correa, empieza donde acaba la transgresión: en la risa tonta que nos despierta la tragedia del deseo

Eudald Espluga

02 Marzo 2018 12:43

Utilizar la transgresión como un trampolín y empezar a reírse cuando lo grotesco del chiste deja de hacer gracia. Indagar en la caricatura, perderse en sus desvíos, aprovechar la libertad que se respira tras los límites de la hipérbole.

Es lo que hace Xiomara Correa en las viñetas de Mi novio caballo, la historia de amor —y sexo y drogas— entre una chavala y un caballo. ¿Por qué un caballo? Porque tiene un pollón. Así lo repite varias veces. De nada sirve antropomorfizar al caballo y repetirnos que, bueno, seguro que habrá caballos que la tendrán pequeña y caballos que la tendrán mediana. No. Su historia es especial por el rollo zoofílico. Y porque Caballo tiene un pollón.

Esto no tiene que hacer gracia: esto es la premisa. Tampoco es gracioso que Cerdo, el ex novio, sea un guarro. Ni que Cabrón sea un cabrón o que Gusano se comporte como un gusano. Quizá porque Xiomara atenta contra el imaginario tradicional del cómic, en el que los animales son amigos de los hombres y hacen cosas fantásticas, pero nunca follan ni tienen la regla. Quizá porque en realidad nada de todo es gracioso y, a pesar de los Diplodocus impotentes, las yeguas que viajan al futuro y todo el andamiaje fantástico sobre el que se levanta esta novela gráfica, lo que nos está contando Xiomara es una tragedia.

La estructura del cómic así lo confirma: hybris, anagnorisis, catarsis. Las viñetas están dispuestas según la lógica del teatro griego porque, al final, Mi novio caballo repite la forma clásica del viaje del héroe: la travesía —lisérgica— de los protagonistas hacia la edad madura. Con la explosión de orgullo, celos, pasión y fluidos que eso implica.

El exquisito título de "novela gráfica" —es difícil pronunciarlo sin rintintín— contrasta con el trazo violento y la estética undeground de los dibujos. Si a nivel narrativo Xiomara Correa subvierte las convenciones fantásticas y los tabús morales —incluso las reglas del humor absurdo, tan codificado como cualquier otro tipo de humor—, a nivel formal es una afrenta al virtuosismo esnob del cómic serio, filosófico, profundo. Nació como fanzine, como volumen autoeditado de más de 100 páginas, y ahora, de la mano de Reservoir Books, se lanza un reboot de la historia —"con nueva escaleta y a todo color"— que conserva el espíritu transgresor de la publicación original.

Pero, como decíamos, esta transgresión es solo un trampolín: el pollón del caballo no es gracioso; la tragedia del deseo, sí.

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