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Nos duele Forges

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El veterano humorista gráfico Antonio Fraguas de Pablo ha muerto a la edad de 76 años

Imagina poner a llorar, al unísono, a Albert Rivera y a Ada Colau. A Girauta y a Errejón. Al PACMA y a la Casa Real. Que sollocen, a la vez y por el mismo motivo, la Biblioteca Nacional y el Athletic Club. Tweetstars antifascistas y el Foro GuardiasCiviles, sincronizándose para mostrar sus respetos. El Comidista y la Policía Nacional, compungidos, y compungidos por razones idénticas.

Forges lo ha conseguido.

El veterano humorista gráfico Antonio Fraguas de Pablo ha fallecido a la edad de 76 años, víctima de un cáncer de páncreas, y el luto que ha precedido a su pérdida se ha transformado en un asunto de estado. ¿La razón? El viñetista, desde que se fogueara en el diario Pueblo en 1964, no ha dejado de radiografiar su España natal.

De los últimos coletazos de la dictadura franquista, a la transición española, pasando por el asentimiento de la democracia, las viñetas de Forges sirvieron para señalar, con humor ácido, lo deficitario de cada etapa por la que pasaba el país. Por la que pasábamos.

Forges

A través de personajes como Concha y Mariano, Cosma y Blasa, Romerales o sus estoicos náufragos, Forges educó, en lo crítico y lo emocional, a tres generaciones de lectores, con los que se dio cita en cabeceras como Informaciones, Diez Minutos, Hermano Lobo, El Jueves, Por Favor, Diario 16 y El Mundo.

De 1995 hasta la actualidad, el dibujante publicaba sus tiras en El País, un rotativo dónde Forges firmó sus trabajos más valiosos, pero también los más discutidos –en los últimos meses, una viñeta dónde un personaje perdía un ojo estelada mediante generó, debido a la pérdida de visión de Roger Español tras las cargas del 1 de octubre, una comprensible polvareda.

Las viñetas de Forges, como la propia España, vivían en tensión permanente: capaz de reivindicar la lucha feminista y a la vez emitir chistes male friendly con la lucha de sexos como coartada; autor, al mismo tiempo, de bromas contra el tallaje femenino y de soflamas gordófobas; antirepresivo, la mayor parte de veces, y victim blamer, las menos.

Si toda España llora hoy a Forges, es porque toda España puede identificarse con alguna u otra de sus viñetas.

Forges

Como Chiquito de la Calzada, como Yung Beef, Forges creó una neolengua, y esa neolengua fue asumida por la calle y bendecida por la Real Academia. Cada vez que dices muslamen, cada vez que le das un mordisco a un bocata, estás homenajeando, sin saberlo, a los monigotes narizudos de Antonio Fraguas.

Sus viñetas fueron recogidas en recopilatorios como El libro de Forges o Historia de aquí, publicó la novela Doce en Babilonia, y se puso tras las cámaras para dirigir las cintas País S.A. y El bengador gusticiero y su pastelera madre. Forges recibió, asimismo, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, el Premio Nacional de Periodismo, y el doctorado honoris causa en las universidades Miguel Hernández de Elche y Alcalá de Henares.

Hoy, con sus obituarios floreciendo de medio en medio, cabe recordar su lapidaria “los periódicos en España se hacen, en primer lugar para que los lean los periodistas; luego los banqueros; más tarde, para que el poder tiemble y, por último e inexistente término, para que los hojee el público”.

Mañana, y siempre, su “la violencia es miedo de las ideas de los demás y poca fe en las propias”.

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