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Artículo “BORRAR UGH”: las desesperadas notas de un editor ante esta mierda racista Lit

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“BORRAR UGH”: las desesperadas notas de un editor ante esta mierda racista

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"Confuso, no es gracioso, borrar": ven la luz las notas e impresiones que Mitchell Ivers, editor de Simon & Schuster, fue tomando del borrador del libro de Milo Yiannopoulos

Eudald Espluga

29 Diciembre 2017 13:56

El libro de Milos Yiannopulos vuelve a ser noticia.

Lo fue cuando la editorial Simon & Schuster decidió pagar 250.000 dólares por un manuscrito-bomba que, podía suponerse, contenía una síntesis polémica de toda la ideología de la Alt-Right —antisemitismo, transfobia, sexismo, racismo, islamofobia— envuelta en el manto de la libertad de expresión.

Lo fue cuando la editorial, después de una importante campaña en contra del libro —protagonizada por intelectuales, críticos y escritores que la misma editorial tenía en plantilla, de entre quienes destacaba Roxanne Gay—, decidió rechazar su publicación, amparándose en unas declaraciones sobre pederastia del autor.

Lo fue, también, cuando Milos Yiannopoulos demandó a Simon & Schuster por 10 millones de dólares y anunció que crearía una editorial llamada Dangerous Books, en la que se autopublicaría su obra. Sus expectativas eran altas: con el libro pretendía pinchar la burbuja del totalitarismo de la corrección política, y convertir las vidas de "periodistas, profesores universitarios, políticos, feministas, activistas de Black Lives Matter y demás víctimas profesionales en un infierno viviente."

Y lo fue, finalmente, cuando Yiannopoulos anunció que su libro había vendido 100.000 copias en un día y era mentira: en realidad, habían sido "solo" 19.000.

Hoy, el libro vuelve a ser noticia por una razón mucho más prosaica: porque Dangerous es una mierda tan enorme que incluso llegó a desesperar a Mitchell Ivers, su antiguo editor de Simon & Schuster. Algo especialmente relevante si se tiene en cuenta que, como ha señalado Sarah Mei, Ivers es un señor notablemente conservador que lleva muchos años publicando libros con opiniones parecidas a las de Yiannopoulos.

El problema, como demuestran las anotaciones que se han hecho públicas debido al juicio por la demanda que Yiannooulos presentó contrá la editorial, es que Ivers nunca había leído una calamidad tan mal escrita, tan mal argumentada, tan arbitraria y grotesca.

Los apuntes que el editor fue tomando a medida que iba leyendo son gloriosos:

"Evitar insultos gratuitos".

"Confuso, no es gracioso, borrar".

"Todo este párrafo se limita a repetir fake news".

"Cuidado porque toda esta jactancia ególatra no te hace parecer juvenil".

"Todo el argumento es ridículo".

"No empieces el capítulo con la acusación que feministas = gordas".

"Toda esta sección se tiene que eliminar. Demasiado ego".

Sobreponiéndose a su frustración, Ivers se esfuerza en reconstruir el libro para convertirlo en un "buen libro" cuyas ideas sexistas y racistas resulten convincentes y seductoras: "si quieres que esto llegue a alguna parte, tendrás que demostrar mucho más rigor intelectual del que has empleado aquí". De entrada, propone cambios estructurales: el capítulo sobre "Por qué el establishment Gay me odia", dice Ivers, "necesita una tesis central mejor que la noción de que la gente gay debería volver al armario" y el capítulo sobre feminismo necesita un "argumento más fuerte que decir que las feministas son feas, malfolladas y tienen gatos". También explica que deberá incluirse un preámbulo titulado "Sobre la libertad de expresión y la corrección política" que tendrá que ser una corta y seria defensa ("sin trolear") en la que Yianopoulos explique por qué hace lo que hace.

La exasperación del editor va creciendo a medida que va leyendo hasta que al llegar a la página 84, cuando Yiannopoulos pide que se expulse a las lesbianas de la academia, Ivers explota y solo puede anotar "BORRAR UGH". Al final, la conclusión —que el mismo Ivers retuiteó tras hacerse pública la noticia y sin añadir ningún comentario— es inevitable: "en el mejor de los casos, un trabajo superficial lleno de bromas incendiarias y sin un análisis coherente o sofisticado de las cuestiones políticas".

La sensación que a uno le queda después de leer todos los comentarios del editor es maravillosa. Porque aunque descubrimos algo que ya sabíamos —que el libro de Yianopoulos es una mierda— ver cómo incluso alguien que puede llegar a simpatizar con las ideas se ve superado por la inmundicia intelectual de Dangerous es algo muy parecido a la justicia poética.

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