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Opinion Españofobia asesina: un mito alimentado al calor de la ultraderecha Lit

Españofobia asesina: un mito alimentado al calor de la ultraderecha

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Españofobia asesina: un mito alimentado al calor de la ultraderecha

/OPINIÓN/ “Ni odiamos España, ni celebramos el crimen, pero tampoco nos enorgullece el fascismo. Una bandera, en función de su portador, puede significar muchas cosas”

A continuación van tres afirmaciones extractadas de editoriales publicados en prensa española, los tres a propósito del homicidio de Víctor Laínez. Uno: «ni llevar tirantes con la bandera (…) ni sentir simpatía por Falange justifican una sola agresión ». Dos: «Que un hombre sea mortalmente golpeado a traición con una barra de hierro por vestir unos tirantes con la bandera de su país constituye un crimen tan atroz e incomprensible como escalofriante.» Y tres: «[el homicidio de Laínez es] una apelación a la reflexión sobre la anomalía de este país, una de las pocas democracias, por no decir la única, que estigmatiza a su propia bandera con tanta saña».

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Las tres afirmaciones convienen en lo mismo: la militancia fascista de Laínez es irrelevante, y el homicidio es un delito de odio que nace del rechazo al símbolo de España, y en consecuencia a todos los españoles. Es así como Laínez, en pleno debate por los fundamentos constitucionales del estado español, empieza a elevarse como un mártir por la unidad nacional. Hay sin embargo un conflicto en esta manera de leer el homicidio del falangista: maneras de llevar una bandera hay muchas, y eso es algo que saben bien países que han mimado su chovinismo, y que además se las han tenido que ver con partidos ultra que amenazaron firmes con quebrar la nación.

Imaginemos que la Liga de Defensa Judía atenta mortalmente contra Dieudonné, humorista antisemita y simpatizante del Frente Nacional —orgulloso portador de la bandera francesa, por tanto—, ¿condenaríamos el asesinato saliendo a la calle con el lema #JeSuisDieudonné? Pues, a no ser que seas un ultraderechista a cara descubierta, no.

El historiador israelí Shlomo Sand, hijo de supervivientes polacos del Holocausto, cuenta en uno de sus libros cómo el lema «Je suis Charlie», popularizado tras los atentados yihadistas contra la redacción de Charlie Hebdo, se convirtió en sinónimo de «Yo soy francés». Para Sand, aquel lema traía problemas: enunciarlo no solo significaba que condenases el ataque, sino que también estabas de acuerdo con los principios editoriales de la revista, involucrada como ya sabemos en numerosas polémicas. El historiador razonaba más o menos de la siguiente manera: imaginemos que la Liga de Defensa Judía atenta mortalmente contra Dieudonné, humorista antisemita y simpatizante del Frente Nacional —orgulloso portador de la bandera francesa, por tanto—, ¿condenaríamos el asesinato saliendo a la calle con el lema #JeSuisDieudonné? Pues, a no ser que seas un ultraderechista a cara descubierta, no.

Con el asesinato de Laínez ocurre lo mismo: no hay nada que celebrar con su muerte, claro. Pero reclamarlo como una víctima de la españofobia, como algunos medios sugieren, es algo que solo puede justificarse desde la complicidad con la ultraderecha. Ni odiamos España, ni celebramos el crimen, pero tampoco nos enorgullece el fascismo. Una bandera, en función de su portador, puede significar muchas cosas.

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