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El mal rollo de Barcelona que no se ve en las fotos

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«Es imposible secundar la huelga sin sentir que eres una estadística más para el Govern, como también es imposible no secundarla y sentir que le estás haciendo el juego a Rajoy. No hay forma de no sentirse manipulado»

Antonio J. Rodríguez

03 Octubre 2017 14:02

Getty


Hace tiempo que viene hablándose de cómo lo que está pasando en Cataluña es un desbordamiento popular que supera al mismísimo Govern. Se trata una lectura optimista que la Generalitat no para de sabotear, una y otra vez: la subvención del paro nacional por parte de la institución regional pervierte por completo la reclamación popular; la compra. No es lo mismo una movilización ideada por una coalición de sindicatos minoritarios en la que las instituciones y las empresas se ponen de lado para dejar paso a sus trabajadores, que incentivar a todos los funcionarios públicos mediante un colchón económico, lo que su vez produce una situación de desigualdad con respecto a los trabajadores cuya jornada de paro sí que implica consecuencias económicas. Una huelga secundada por toda una región es un tornado, pero la cosa cambia mucho si el vórtice del mismo se encuentra en un sindicato anarquista… o en el gobierno.


A la vista de las entidades que apoyan la huelga, no queda claro tampoco cuánto había de repulsa por el comportamiento policial y cuánto de marcha independentista



Si hasta ahora venía hablándose de “procés” para aludir al teatro protagonizando por Madrid y Barcelona, jornadas como la de hoy empiezan a escenificar el “otro” procés —el sub-procés—, esta vez protagonizado por la tensión que mantienen los movimientos de base y el gobierno catalán. Como en el primero, la lógica aquí es la misma: beneficiarse mutuamente de la representación pública de la enemistad. Lo vimos en el 1-O y lo estamos viendo hoy, en una huelga cuyo relato está empañado de una ambigüedad tramposa, tanto en su narrativa como en su voluntad.



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Originalmente planteada por la coalición CGT, Intersindical CSC, COS e IAC, la huelga nació como herramienta de denuncia al episodio vivido el 20-S. Sin el apoyo de los grandes sindicatos y con la apisonadora informativa sepultando el 20-S (el 1-O todavía estaba por llegar), la idea de la huelga parecía haberse diluido… hasta ayer, momento en que aparecía la causa de la violencia policial del 1-O y la Generalitat se sumaba. A la vista de las entidades que apoyan la huelga, no queda claro tampoco cuánto había de repulsa por el comportamiento policial y cuánto de marcha independentista: «Visca Barcelona antifeixista» tiene unas connotaciones muy distintas a «Fora les forces d'ocupació…». Igualmente, las banderas tampoco parecen tener justificación aquí. Resultado: se utiliza el motivo que denuncia del arco parlamentario progresista y nacional (la represión policial) como ariete para la DUI, algo que solo quieren los nacionalistas. La causa global es sacrificada por la causa egoísta.


Se utiliza el motivo que denuncia del arco parlamentario progresista y nacional (la represión policial) como ariete para la DUI, algo que solo quieren los nacionalistas



Son días de ánimo gris en Barcelona. La conciencia de estar siendo manipulado por uno de los dos grandes bloques produce tanta frustración como impureza: es imposible secundar la huelga sin sentir que eres una estadística más para el Govern, como también es imposible no secundarla y sentir que le estás haciendo el juego a Rajoy. No hay forma de sentirse cómodo. Además, bajo la aparente solidaridad masiva que estos días muestran las grandes manifestaciones se esconde una gran impostura: las soluciones políticas que pueden desencallar el actual problema catalán son tantas y tan complejas como el arco parlamentario regional, lo que hace que las diferencias de la población pesen tanto como los parecidos. Representamos una gran concordia y civismo, pero en el fondo preferiríamos no tener que aguantarnos. Claro que, por otro lado, Barcelona siempre ha sido así.



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