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El reggaetón definitivo sobre cómo ser un hombre del siglo XXI

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El reggaetón definitivo sobre cómo ser un hombre del siglo XXI

¿Promueve este vídeo la pedofilia, como alguna gente está denunciando en Internet? Lo cierto es que el vídeo tiene un mensaje oculto que a sus críticos no les va a gustar nada… Te explicamos el verdadero sentido de «Mayores»

Dice Becky que a ella le gustan los hombres «mayores», los que se llaman «señores», los que «te abren la puerta y mandan flores». También dice que a ella le gustan «grandes», «que no le quepan en la boca»; se refiere, evidentemente, a los besos que la quieran dar, los que la «vuelven loca». A Becky G además le gusta que le tratan «como una dama», cosa que se olvida cuando, cito textualmente, «estamos en la cama».

Becky G, ya lo sabrán, es protagonista de uno de los vídeos musicales más populares del año, y ahora también polémicos: en las últimas horas organizaciones de la sociedad civil mexicana están acusando a la cantante de promover la pedofilia. El argumento del vídeo es sencillo: la chica elabora un largo panegírico a los comportamientos masculinos que dicta el heteropatriarcado, y lo hace desde la perspectiva de una mujer emancipada. Twitter diría algo así como que es el reggaetón de los pollaviejas.

En medio de ese discurso, Becky G es cortejada por dos hombres: uno entrado en la madurez y aparentemente sofisticado y acomodado, y otro más joven pero presuntamente más vigoroso y divertido. Durante la práctica totalidad del vídeo vemos a Becky G comprometida con el señor mayor. En los últimos segundos, perdón por el spoiler, la chica encadena al señor a la cama, pero en lugar de cumplir alguna fantasía erótica coge sus pertenencias y se larga con el joven.

Pam.

En tu cara.

Uno de los méritos del vídeo es que en cierta forma puede leerse como un cruce entre esa obra canónica del feminismo radical que Baise-moi (un par de mujeres que trabajan en el sexo y están hartas de los abusos sexuales se ponen a matar hombres a lo Aileen Wuornos) y la idea que tienen de la emancipación femenina los seguidores de Inés Arrimadas. Repetimos: Despentes, Arrimadas, reggatón; todo a la vez. Feminismo radical en el pop habíamos visto —Rihanna, Lorde…–, pero nunca jamás mezclando imaginarios tan locos. Yo al menos no.

En el vídeo, Señor Maduro ofrece estabilidad y sofisticación mientras Señor Joven ofrece aventura y desenfreno, que es exactamente lo que se supone que los hombres heterosexuales tenemos que hacer alrededor de los veinticinco y los cincuenta años.

Otro mérito del vídeo es su doble lectura. En realidad no hay dos hombres, sino uno solo. El primero es la consecución lógica del segundo; los dos podrían ser perfectamente la misma persona en distintos momentos de su vida. A fin de cuentas, Señor Maduro ofrece estabilidad y sofisticación mientras Señor Joven ofrece aventura y desenfreno, que es exactamente lo que se supone que los hombres heterosexuales tenemos que hacer alrededor de los veinticinco y los cincuenta años.

El tercer y mejor logro del vídeo es su mensaje encriptado: ninguno de los dos valéis una mierda. Además, os lo hago saber en vuestro idioma. Es decir, estamos ante una lección de feminismo radical para varones heterosexuales, que es justamente aquello de lo que este post quería hablar.

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Uno de los principales malentendidos respecto al feminismo consiste en creer que su objetivo es acabar con la masculinidad. Evidentemente, el objetivo del feminismo no es acabar con la masculinidad, sino con la desigualdad y los privilegios ganados por nacer hombre. Las dos son cosas muy distintas.

Dando un paso más allá, incluso si consideramos el género y la orientación sexual como una ficción política —hola Judith Butler; hola Paul B. Preciado—, uno podría elegir interpretar libremente el rol de hombre o mujer heterosexual, consciente de su papel y renunciando a sus privilegios. Comprensiblemente, habrá quien considere esta posición demasiado radical («relativistas», «posmodernos», etc), pero basta echar un vistazo a la evolución de la masculinidad heterosexual para comprobar cómo el «grado cero de la hombría» cambia en función de la época, confirmando la sospecha de que «ser hombre» es, en efecto, una ficción política.

Una representación.

Ejemplo: a no ser que hayas pasado medio siglo secuestrado en un búnker por talibanes, hoy nadie espera en Occidente que la tarea del varón sea traer sustento a casa mientras la hembra adecúa la casa. Sin embargo, todos sabemos cuáles son las implicaciones y las expectativas que hay depositadas en un varón heterosexual en el siglo XXI. El vídeo de Becky G explica esto muy bien, y también da a entender que la masculinidad heterosexual, aunque no lo queramos, es un auténtico carnaval: nótese que el señor maduro es tan sofisticado que, queriendo ser James Joyce, acabó convertido en un personaje de steampunk.

Basta echar un vistazo a la evolución de la masculinidad heterosexual para comprobar cómo el «grado cero de la hombría» cambia en función de la época, confirmando la sospecha de que «ser hombre» es, en efecto, una ficción política.

La conversación acerca de ciertos géneros musicales es un buen ejemplo para profundizar en esa, llamémosla, interpretación consciente de los roles de género convencionales. Sabemos que, por ejemplo, músicas como el rap o el reggaetón nacen de un imaginario masculino y heterosexual, y que muchas de sus producciones son abiertamente machistas. Esto significa que hay machismo en el rap y en el reggaetón hecho por hombres, pero también que no todo el rap y el reggaetón hecho por hombres es machista. El mismo caso pero al revés lo encontramos en aquellas mujeres que perpetúan el imaginario femenino diseñado por hombres, pero desde un discurso feminista…

…Hiyab…

…Tacones…

…Becky G.

*

A pesar de que las lecturas de género han sido motor indiscutible del cambio social en los últimos años, no menos cierto es que su presencia en el debate público y político ha causado fricciones importantes entre parte del espectro progresista. El profesor y periodista Mark Lilla es la encarnación de dicho desencanto. Básicamente, los detalles que Lilla afea a lo que él llama las «políticas de la diferencia» son dos: su incapacidad de articular el relato de un «nosotros» y su carácter exclusivo y/o elitista.

Por partes.

Acerca del nosotros, el ensayista afirma que las políticas de la diferencia están mas preocupadas en encontrar diferencias que separan colectivos e identidades que no en buscar objetivos comunes, lo que ha derivado en una atomización brutal de la izquierda… que a la derecha le ha venido estupendamente.

Por definición, ni el feminismo ni los estudios de género son exclusivos: precisamente surgen de una voluntad inclusiva, para que grupos de personas que se encuentran en los márgenes de la sociedad dejen de estar ahí.

Sobre el carácter exclusivo de los estudios de género, Lilla enuncia el mismo argumento que parte de la izquierda más comprometida: el progresismo ni puede ni debe ser un coágulo de pijos universitarios hablando para otros pijos universitarios. En otras palabras: las políticas de la diferencia enunciadas en municipios de West Virginia, Albacete o Antioquia despiertan el mismo entusiasmo que un corcho.

Cero.

Ocurre que, por definición, ni el feminismo ni los estudios de género son exclusivos: precisamente surgen de una voluntad inclusiva, para que grupos de personas que se encuentran en los márgenes de la sociedad dejen de estar ahí. No obstante, la enunciación de estos discursos sí que puede comportar elementos segregadores, lo cual ocurre cuando el mensaje da por perdido la posibilidad de alcanzar a quienes desconocen o sospechan de los discursos de género —paradójicamente, los que más necesitan aplicarlos—. Llegamos entonces aquí al quid de todo esto: ¿merece el esfuerzo producir discurso de género para homófobos inconscientes?, ¿debería haber algo parecido a un feminismo —remarcadamente— para hombres heterosexuales? Recientemente planteé esta misma pregunta y alguien dijo que esto es como tener que enseñar a un blanco a ser blanco cuando acabas de abolir la esclavitud: no hay nada que enseñar; no es la hora de los blancos. Es una forma de verlo. Otra posible comparación está en esta pregunta: ¿puede un político europeo (hombre, blanco) enunciar y proponer medidas que contemplen la integración de los refugiados?, ¿o por el contrario solo un refugiado puede hablar y hacer política para refugiados? La respuesta está clara. Es completamente ético y necesario que aquellos que están en una situación de poder —políticos, medios de comunicación, estrellas de la cultura y el entretenimiento— produzcan relatos para que aquellos que se encuentran en una situación privilegiada —hombres, ciudadanos establecidos en un país, consumidores— dejen de segregar a comunidades histórica e injustamente castigadas —mujeres, colectivos LGTBIQ, refugiados…

O de vuelta al principio, que los hombres asumamos, comprendamos y compartamos con otros hombres que el feminismo no va contra nosotros ni contra nuestra sexualidad, sino contra nuestros privilegios inmerecidos, sería un gran avance. Tanto para los seguidores de Butler como para los de Lilla.

Dicho esto: gracias Becky G. Por enunciar lo que tantos periodistas no supimos.

Uno de los principales malentendidos respecto al feminismo consiste en creer que su objetivo es acabar con la masculinidad. Evidentemente, el objetivo del feminismo no es acabar con la masculinidad, sino con la desigualdad y los privilegios ganados por nacer hombre. Las dos son cosas muy distintas.

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