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Era un reputado cirujano. Hasta que descubrieron sus iniciales grabadas en el hígado de una pacientenn
14 Diciembre 2017 17:30
Durante 12 años Simon Bramhall, de 53 años, trabajó como un reputado cirujano especializado en operaciones de hígado, bazo y páncreas en el hospital Queen Elizabeth de Birmingham, Reino Unido.
Pero ya no queda nada de aquellos días de vino y rosas que vivió el doctor: Bramhall acaba de ser declarado culpable en un juicio por grabar sus iniciales con un bisturí eléctrico en el hígado de dos pacientes durante una operación en el año 2013.
Sí, el gran cirujano ha tirado su vida y su carrera a la basura por querer dejar un par de grafitis en los órganos internos de sus pacientes, como un adolescente que no puede contener el impulso de escribir alguna obscenidad en la pared de los baños de alguna estación de autobús.
Hacer algo así es algo que por norma general no implicaría un riesgo para el paciente. Las marcas se borrarían por sí solas con el paso del tiempo sin que nadie se enterase. Pero en este caso hubo complicaciones, así que al tener que operar de nuevo, los doctores se encontraron con el autógrafo no solicitado de Bramhall.
En navidades de ese mismo año, poco después de descubrir las marcas, el hospital decidió suspender a Bramhall. Un par de meses después fue readmitido después de que una ex paciente suya dijera a un periódico local que consideraba mal la suspensión del cirujano, y que “debería ser readmitido para poder salvar más vidas”. Cuando la operó diez años atrás, los médicos le habían dicho que solo le quedaban dos semanas de vida.
Tras ser readmitido mientras la investigación interna estaba pendiente, Bramhall renunció a su puesto por estrés. Por aquellas fechas, hablando para la BBC, no dudó en reconocer que había cometido “un error”.
Desde la fiscalía se ha considerado que Bramhall es un “respetado cirujano que abusó de su poder”. “Se trata de la aplicación intencionada de un abuso ilegal a un paciente mientras estaba anestesiado”, dijo la fiscal Elizabeth Reid.
Según ha publicado Telegraph, el fiscal Tony Badenoch dijo que se trata de “un caso extremadamente inusual y complejo, sin ningún tipo de precedente legal criminal”, y que declararle culpable “representa una aceptación de que lo que hizo no solo está éticamente mal, sino también criminalmente mal”, aunque todavía no se sabe si se le retirará la licencia para ejercer la cirugía.
La gran duda que nos queda es: ¿Cuántas veces más habría dejado Bramhall su firma en los órganos de sus pacientes antes de ser descubierto?
[Vía Washington Post]
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