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EEUU a un día de las elecciones que pueden sacar a Trump de la Casa Blanca

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Con más mujeres y más a la izquierda, el Partido Demócrata ansía convertir las legislativas de mañana en un referéndum contra Trump

Ignacio Pato

05 Noviembre 2018 17:26

No son las elecciones presidenciales, pero las midterms son un momento fundamental de la política estadounidense, y por tanto mundial. En unas horas, este martes 6 de noviembre, el país elige a sus 435 congresistas y 35 de sus 100 senadores, además de 36 gobernadores y más de trescientas alcaldías, algunas de ellas importantes como las de Washington DC o San Francisco.

Conocidas como midterms precisamente por celebrarse a mitad del mandato presidencial, las de 2018 no son solo interesantes porque funcionen como el previsible termómetro oficial sobre la gestión del presidente: de su resultado depende de hecho la capacidad de los demócratas para paralizar la agenda legislativa de Trump.

Y para ello pueden ser clave las mujeres.

Ayanna Pressley, candidata a congresista por Massachusetts / Reuters

Pink wave o "el segundo año de la mujer"

En corto, nunca en la historia de la democracia estadounidense se habían presentado tantas mujeres como candidatas al poder político. Son 237 las que optan a entrar en el Congreso y 23 al Senado. En la primera cámara actualmente son el 19% y en la segunda el 23%.

Para terminar de contextualizar los datos, los anteriores récords estaban en 167 y 18, respectivamente. La gran mayoría de las candidatas que hacen posible este aumento son del Partido Demócrata.

El país está listo para asistir, en pleno mandato de un presidente como Trump, al "segundo año de la mujer". El Year of the Woman es una marca popular que designa en EEUU el hecho de que 1992 fue un año de récord en entradas femeninas en el Congreso y el Senado. Al poco, Bill Clinton acababa con una racha de tres mandatos republicanos.

En la actualización de este año hay algunos nombres propios. Deb Haaland, candidata por Nuevo México, puede ser la primera nativa americana en llegar al Congreso. La primera congresista negra de Massachusetts puede ser Ayanna Pressley, y Stacey Abrams la primera gobernadora afroamericana de Georgia, un honor similar al que conseguiría Paulette Jordan, posible primera gobernadora nativa americana en Idaho. Y Christine Hallquist compite por ser la primera gobernadora trans de Vermont. Rashida Tlaib, de Michigan y de origen palestino, puede ser la primera congresista musulmana del país.

Lo que está por ver es la cristalización a nivel administrativo de lo que algunos medios -algunos desde hace meses- han calificado como pink wave. Una ola que tiene su origen en la Marcha de las Mujeres en DC en enero de 2017, con Trump recién electo y que supuso la mayor protesta pública en EEUU desde el rechazo a la guerra de Vietnam.

El activismo femenino contra la instalación de la derecha republicana en La Casa Blanca -y contra un estado de opinión misógino al que su ocupante y el auge de las autodenominada alt right- continuó a través del MeToo. La visibilización de casos de abusos sexuales, que tuvo en EEUU el exponente más mediático -el productor Harvey Weinstein-, ha salpicado a la actual administración. El juez propuesto -y confirmado- por Trump para el Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh, ha sido acusado de violación por una mujer de la que el presidente, por su parte, se ha burlado.

Para Trump, el caso Kavanaugh ha sido "un montaje de los demócratas". En este sentido, no podemos hablar de radicalización de un Trump siempre parapetado en el ataque cínico, pero ¿se puede hablar de un posible giro a la izquierda de los demócratas?

Demócratas: ¿es el giro a la izquierda la llave contra Trump?

La candidatura fallida pero atrevida de Bernie Sanders, derrotado por una Hillary Clinton que no pudo salir del rol de clásica-demócrata para doblegar a Trump, parece conectar con la última estrella mediática de la política USA. Pero Alexandria Ocasio-Cortez, del Bronx, excamarera, organizadora de la campaña de Sanders y socialista de 28 años, no está sola en su camino de convertirse en la congresista más joven, no ya de izquierdas, sino de toda la historia estadounidense.

A falta de un líder fuerte que oponer a Trump, han sido varias las candidaturas de mujeres, de jóvenes y de minorías étnicas que han ganado las primarias demócratas. Por primera vez en una década y con las presidenciales de 2020 no tan lejanas, las encuestas reflejan que los votantes demócratas ven de manera más positiva el socialismo que el capitalismo, especialmente quienes tienen entre 18 y 29 años.

Ahí se enmarca el discurso de Ocasio-Cortez cuando dice que el partido no tiene que atraer votantes republicanos, sino movilizar a los no votantes. Especialmente en unas elecciones en las que la participación de jóvenes y de clase trabajadora suele descender. Si en las presidenciales la participación suele estar en torno al 60%, en las midterms apenas alcanza el 37%. Entre líneas, se lee también que el premio está en reenganchar a quienes se han sentido desencantados por la moderación centrista del partido frente al rival más reaccionario desde los tiempos de George W. Bush.

Ahí se enmarcan también las palabras de la candidata Ayanna Pressley -recordemos, probablemente la primera diputada negra por la blanca Massachusetts- cuando dice que "la gente que está más cercana al sufrimiento debe estar más cercana al poder". La politóloga Theda Skocpol, estudiosa del movimiento de oposición a Trump, admite que el caldo de cultivo está en barrios de clase media y que, aunque no va a proporcionar a los demócratas un electorado socioeconómicamente más bajo, sí está reconfigurando el partido como más progresista y más femenino.

El propio Trump ya ha notado estos vientos desde la izquierda, traducidos en la irrupción en campaña demócrata de una posición favorable a la universalización de la sanidad pública en el país o de la eliminación de la famosa oficina de deportaciones ICE. El presidente ya ha usado la carta de Venezuela, advirtiendo de que más poder para los demócratas es equivalente a convertirse, políticamente, en el país latinoamericano. Es una retórica, esta republicana, que evoca a la de hace demasiadas décadas, en concreto a la administración Reagan y su evil empire soviético. "Podría pasar", ha dicho Trump sobre un posible triunfo demócrata en las midterms, para rematar con uno de sus lemas vitales. "Me apañaré".

De momento, los demócratas confían en ganar un control del Congreso que podría revertir la agenda del gobierno y también suponer el fin de Trump. Se da por supuesto que si el partido azul toma el control, se iniciarán los procesos necesarios para llevar a cabo el impeachment que saque a Trump de la Casa Blanca. Lo que es seguro es que en este segundo asalto contra Trump las llamadas -con desprecio casi siempre- políticas de la diferencia no son incompatibles con el más tradicional eje izquierda vs derecha.

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