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El año pasado, Fashion Nova se convirtió en la marca más popular de internet. Pero el secreto de su desorbitado crecimiento podrían ser los trabajadores mal pagados
18 Diciembre 2019 17:41
Fashion Nova es lo que ocurre cuando cruzas Zara con Instagram. Es decir, es una marca de ropa low-cost regida por los parámetros de la cultura influencer. Sus precios son igual de asequibles que los de la firma española, y su ciclo producción todavía más veloz. Lo que la hace distinta son, a grandes rasgos, dos cosas. La primera es que está especialmente pensada para mujeres curvilíneas de proporciones exageradas -piensa en el canon Kardashian. La segunda, que ha creado un ecosistema propio en el que influencers, aspirantes a influencers y celebridades de distinto pelaje ejercen a su vez de clientas, modelos y embajadoras. Es fast fashion viral, y el modelo le está funcionando: según datos de Google, el año pasado fue la marca más buscada en Estados Unidos, por encima de Louis Vuitton, Versace o Gucci.
Pero su modus operandi también levanta suspicacias. En Noviembre, Versace demandó a la marca por su 'versión' del icónico 'Jungle Dress' que llevó Jennifer López. No han sido los primeros en acusarles de plagio. A principios de año, Kim Kardashian les tiró en cara públicamente que copien sistemáticamente los diseños que luce. Pero que las copias baratas son la razón de ser de la fast fashion no es ninguna novedad. Ahora, sin embargo, la cosa se ha puesto más seria: un reportaje del New York Times ha desvelado que muchas de las prendas que vende la marca las cosen trabajadores que no alcanzan el salario mínimo. Una cosa es replicar diseños de otros y otra es hacerlo en condiciones de ilegalidad.
Richard Saghian, el fundador de la marca, se enorgullece de que el 80% de su producción se haga en Los Ángeles. Pero Los Ángeles es una ciudad llena de fábricas que pagan lo mínimo posible a sus trabajadores, intentando competir con proveedores de países en vías de desarrollo que todavía pagan menos. El reportaje del Times explica que el Departamento de Trabajo inició una investigación sobre Fashion Nova en 2016. Lo que descubrieron es que las fábricas que producen la ropa para la firma pagan a los trabajadores por debajo del salario mínimo federal -en algunos casos cantidades tan pequeñas como 2,77 dólares por hora-, se niegan a pagar horas extras y no les proporcionan condiciones y entornos laborales adecuados. Por si fuera poco, la marca también debe millones de dólares en pagos atrasados.
Tal y como explica el reportaje, muchas de las personas que se sientan en las máquinas de coser son indocumentadas, por lo que es poco probable que planten cara a sus jefes. "Tiene todas las ventajas de un sistema de explotación", explica David Weil, quien dirigió la división de salarios y horas del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos de 2014 a 2017. Mercedes Cortes es una de las trabajadoras que ha hablado con el Times. Según explica, su salario promedio era de 4.66 dólares por hora y estaba basado en cada una de las piezas individuales que podía coser: “4 centavos para coser cada manga, 5 centavos para cada una de las costuras laterales, 8 centavos para la costura en el escote”. Cortes también afirma que en su lugar de trabajo había “cucarachas y ratas” y que “las condiciones no eran buenas”.
La respuesta de Fashion Nova fue tuitear que las declaraciones son "categóricamente falsas", alegando que la compañía tiene "acuerdos escritos con la totalidad de nuestros más de 700 proveedores en los que se comprometen a pagar a sus empleados y subcontratistas en estricta alineación con la ley de California”. Erica Meierhans, asesora general de la compañía, dijo al Times en un comunicado: "Ya hemos tenido una reunión altamente productiva y positiva con el Departamento de Trabajo en la que discutimos nuestro compromiso continuo para garantizar que todos los trabajadores involucrados con la marca Fashion Nova sean adecuadamente compensados por el trabajo que realizan”. En resumidas cuentas: malabarismo léxico de un departamento de relaciones públicas pillado a contrapié.
En un perfil que le dedicó la revista de moda WWD, Saghian aseguraba que, a diferencia de muchos de sus competidores, él no está obsesionado con los márgenes de beneficio. “No quiero centrarme en eso en este momento. Creo que mientras nos centremos en ofrecer el mejor producto al mejor precio y en entregarlo rápidamente a nuestros clientes, seguiremos creciendo. En este momento, el objetivo es llevar a la mayor cantidad de personas a la plataforma como sea posible”, decía. Las cinco personas que accedieron a ser entrevistadas por el New York Times, sin embargo, aseguran que Fashion Nova siempre presiona para pagar el precio más bajo posible por cada prenda y exige que se produzcan lo más deprisa posible.
Fashion Nova ha basado su espectacular crecimiento en la agresividad. Agresiva ha sido su estrategia copiando diseños y agresiva ha sido su manera de asociarse con influencers de Instagram, dándoles ropa gratis a cambio de que se fotografíen llevándola. Pero se trata de un público que necesita renovar constantemente su armario para no repetir looks en sus posts. Para satisfacer sus demandas, la marca produce más de mil estilos nuevos cada semana, y puede hacerlo gracias a una armada de proveedores locales capaces de responder con celeridad a sus demandas. En la entrevista con WWD, Saghian alega que su marca ha “convertido la fast fashion en ultra-fast fashion”. Pero no parece que sea algo de lo que estar demasiado orgulloso. Especialmente teniendo en cuenta que, al hacerlo, también maximizas los problemas que el modelo plantea. Primero, al planeta, y segundo, y más importante, a sus trabajadores.
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