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¿De verdad la industria de la moda está comprometida con la crisis climática?

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Huella de carbono arriba, huella de carbono abajo. Este 2019 las marcas no han hablado de otra cosa, pero, ¿saben realmente lo que significa?

Gemma Cuadrado

14 Noviembre 2019 16:50

La sostenibilidad ha sido la gran tendencia del 2019. Más allá de los tejidos o de los colores de la temporada, durante los últimos desfiles de Nueva York, Londres, Milán y París del último mes de la moda lo único que se repitió reiteradamente fue la frase “neutro de carbono”. Pero, ¿realmente la industria de la moda se está tomando en serio la crisis climática? De cara hacia fuera, parece que sí.

Todo empezó a finales de agosto cuando el director ejecutivo del grupo Kering (Gucci, Saint Laurent, Bottega Venetta, Balenciaga), François-Henri Pinault, reunió a 32 grupos de alta costura y moda rápida en una cumbre a la que llamó Pacto de la Moda. Su objetivo era que todos se comprometieran a abordar ciertas problemáticas ambientales. Aunque el grupo LVMH (Louis Vuitton, Loewe, Dior, Givenchy) decidió no asistir deliberadamente porque, en sus propias palabras, ellos prefieren “los actos antes que los pactos”.

Para entender la importancia de esta conferencia hace falta remontarse a la última cumbre que se celebró sobre moda y sostenibilidad, hace ni más ni menos que diez años, en Copenhague. En ese momento la gente todavía confundía los términos "vegano", “orgánico” y "ecológico”, de modo que la revisión estaba más que justificada. Entre los acuerdos que se acordaron (siempre voluntarios) estaba la supresión de las bolsas de plástico para 2023, la plena utilización de tejidos orgánicos para 2025 o la reducción de materiales sintéticos para 2030.

Tras la cumbre llegó septiembre, y con él un mes dedicado a la moda en el que la palabra sostenibilidad estuvo más presente que nunca. Gabriela Hearst fue la primera en anunciar un desfile neutro en carbono. Dos días después, Gucci hizo lo mismo. Y luego Stella McCartney, Alexander McQueen, Saint Laurent y un sinfín de otras grandes marcas. Tras las reuniones, todas se sintieron especialmente comprometidas y no dejaron de hablar, con total naturalidad, sobre sus huellas de carbono. Pero, ¿sabemos realmente lo que esto significa? O todavía mejor: ¿lo saben ellas?

Según dos nuevos informes, deberíamos ser algo escépticos al respecto. Un grupo de defensa del medio ambiente llamado Stand.Earth descubrió que solo dos marcas (de un total de 45) están haciendo lo suficiente para reducir sus emisiones y mantenerse por debajo de los 1,5 grados de calentamiento, el límite recomendado por el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

El Instituto de Asuntos Públicos y Ambientales (IPE) también acaba de publicar su clasificación CITI (Índice de Transparencia de Información Corporativa) de Green Supply Chain, que califica a más de 400 marcas globales que fabrican en China en función de sus esfuerzos por frenar sus emisiones. Desafortunadamente, estas clasificaciones revelan que pocas marcas están haciendo algo para medir su huella de carbono, y mucho menos para reducirla.

Los mayores daños ambientales de la industria de la moda radican en el momento de la fabricación de los materiales. Es entonces cuando ocurre el famoso impacto de carbono, que tiene lugar en las enormes cubas de agua caliente, vapor y productos químicos donde se procesan y tiñen las fibras de tela. Sin embargo, resulta casi imposible calcular correctamente el nivel de estas emisiones.

Linda Greer, científica y fundadora del programa ambiental para la industria de la moda Clean by Design, opina que el gran problema es que la mayoría de las marcas no saben suficiente sobre sus huellas de carbono como para poder reducirlas. “Todavía muy pocas saben de dónde provienen sus telas en la cadena de suministro, y aún menos han entablado relaciones activas con sus proveedores para reducir su impacto medioambiental”, explicó en Fashionista.

“Para implementar auditorías ambientales como esta debes considerar absolutamente todo, y eso nunca se ha hecho, desde dónde se cultiva o cose tu material hasta cómo se convierte en tela, cómo se fabrica y cómo se transporta", explicó Alice Wilby, consultora de moda sostenible, a The Guardian. "La neutralidad de carbono puede sonar sexy y realmente puede funcionar como parte de un programa más amplio, pero no puede ser el objetivo final".

Si bien cada vez más marcas tratan de innovar en tejidos reciclados o respetuosos con el medioambiente, muchas otras todavía deslocalizan sus fábricas, y eso se traduce en un control nulo o demasiado escaso sobre los procesos de producción. De modo que, para exigirle cambios reales a la industria de la moda, resulta imprescindible conocer el lugar de fabricación de las prendas. Independientemente de sus alardes sobre la famosa huella de carbono: si su producción no es de proximidad, lo primero que hay que hacer es desconfiar.

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