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Opinion Emigré aquí hace 20 años, ¿qué habría pasado si lo hubiera hecho ahora? Now

Emigré aquí hace 20 años, ¿qué habría pasado si lo hubiera hecho ahora?

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Emigré aquí hace 20 años, ¿qué habría pasado si lo hubiera hecho ahora?

OPINIÓN // Fui inmigrante ilegal pero tuve suerte. Entre "aquí" y "casa" no había concertinas, fronteras blindadas y gobiernos que preferían dejar morir a la gente en un centro de detención o en el mar

Cuando subí al avión llevaba en la mochila el peluche de un pequeño chimpancé y una libretita roja con un mapa de Europa que había dibujado hacía meses. El mapa no se parecía en nada a la orografía real del continente. Solo había dos puntos marcados: uno decía “España” y el otro “casa”. En medio discurría un espacio en blanco sin rellenar. En la cabeza de una niña de siete años, lo que había en medio no eran países ni fronteras. “España” y “casa” formaban parte de una gran región en la que en una punta la gente hablaba un idioma y en la otra otro.

Al llegar a mi casa de Murcia me llevé la gran depresión de mi vida porque mi padre había alquilado un piso con paredes de gotelé y azulejos marrones en el baño y no una casa de Beverly Hills con escalinata central como la que tenía la gente que salía por la tele. ¿No se supone que estábamos yéndonos de “casa” porque en casa éramos pobres y en España ya no lo seríamos más? ¿De verdad se iba a acabar comer una semana la misma sopa ahora que estábamos entre esas paredes de gotelé?

A los pocos días descubrí que sí, que mi vida había mejorado materialmente. Ahora al menos tenía una habitación propia y no tenía que dormir en un sofá en la habitación de mis padres en un piso heredado construido en la época de Brezhnev con grandes bloques de hormigón. En la nevera había más de una olla con comida y aunque las chocolatinas seguían relegadas a las fiestas, al menos había naranjas, plátanos y verduras frescas todo el año.

Solo años más tarde descubriría que los espaguetis se los entregaban a mi padre una vez a la semana en la Cruz Roja. Que la leche que había solo era leche en polvo donada que no sabía prácticamente a nada.

La situación, sin embargo, solo duró unos meses. Al año de vivir en España mis padres consiguieron el permiso de residencia. Trabajaban legalmente en el almacén de limones, las nuevas obras del pueblo, las cafeterías de turistas, la limpieza de las casas de los señores que nos alquilaban el piso del gotelé. Corría la época del “papeles para todos” de Aznar y los inmigrantes como mis padres eran muy útiles para el país. Fui la primera niña de segundo en tener un móvil. En clase me tenían envidia. Los de la clase no sabían que mis padres me compraron un móvil porque se iban a trabajar a las 8 y volvían de noche.

Corría la época del “papeles para todos” de Aznar y los inmigrantes como mis padres eran muy útiles para el país

Cuando miro a Salvini, cuando miro las políticas de Trump, cuando miro a los migrantes que llegan en pateras, no puedo evitar pensar en la suerte que he tenido. Yo vine en avión y no pasando frío en una barcaza siempre a punto de naufragar. Yo fui ilegal durante los meses que duró el tiempo entre el fin de mi visado y mi flamante permiso de residencia que celebramos en casa brindando con cocacolas. Yo nunca sufrí la violencia que sufren los negros, los árabes, que van a pedir número a Extranjería a las 4 de la mañana para renovar un permiso de residencia que depende de si en ese momento tienen un contrato de trabajo o no.

Pero la principal de todas las suertes es que yo fui migrante hace 20 años y no ahora.

¿Estaría mi padre en este momento haciendo una huelga de hambre en el CIE de Aluche si no hubiera decidido irse de su país en el 98? ¿Sería mi madre una de las mujeres explotadas de Huelva? ¿Seríamos como esas familias a las que ningún gobierno quiere, a las que dejan morir de hambre y de frío en el mar? ¿O seríamos como esas a las que Trump separa en la frontera? ¿Tendría el cuerpo lleno de arañazos por haber saltado una valla más grande que la de cualquier prueba olímpica?

¿Estaría mi padre en este momento haciendo una huelga de hambre en el CIE de Aluche si no hubiera decidido irse de su país en el 98? ¿Sería mi madre una de las mujeres explotadas de Huelva?

Europa, EEUU, el mundo desarrollado, se ha blindado. Llevan desde hace años cerrando puertas en las caras de las personas. Clasificándonos en migrantes de varias categorías. En refugiados que huyen de guerras en las que se disparan balas europeas o en migrantes económicos que huyen del colapso de unas estructuras que fracasaron ante la mirada impasible del FMI. Algunos merecen deportaciones en caliente. El retorno al hambre y la pobreza. Otros permisos de 45 días para intentar encontrar un lugar en un entorno hostil en el que se recrimina que “no hay trabajo ni para los de aquí, para los nuestros”.

Yo no sé si mis padres hubieran tenido el valor de migrar hoy. Probablemente sí. El riesgo nunca es lo bastante grande cuando al otro lado de la balanza solo hay hambre. Lo que tengo muy claro es que al mapa que aún sigo guardando le faltan algunas indicaciones. Concertinas, muros y fronteras entre "España" y "casa".

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