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Artículo De las fake news al “clericalismo homosexual”: la guerra salvaje en el interior del Vaticano Now

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De las fake news al “clericalismo homosexual”: la guerra salvaje en el interior del Vaticano

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Getty / Arte PG
 

La carta de un obispo acusando al papa Francisco de encubrimiento de abusos sexuales ha abierto la caja de Pandora de una guerra cultural e ideológica que se urde desde hace años en la Iglesia Católica

Rafa Martí

28 Agosto 2018 14:39

La batalla ideológica que vive la Iglesia Católica en los últimos años acaba de salir a la luz pública como un torrente. El pasado miércoles, el exnuncio vaticano en EEUU Carlo Maria Viganò, publicó un extenso memorándum de 11 páginas en el que señalaba directamente al papa Francisco como encubridor de depredadores sexuales. La gravedad de las acusaciones han marcado -no por coincidencia- el viaje del pontífice a Irlanda, país en el que se han conocido cientos de abusos sexuales en los últimos años cometidos por parte de clérigos.

Estas son las claves de la guerra interna en la Iglesia Católica:

Los dos bandos enfrentados

Desde la renuncia de Benedicto XVI, la elección de Francisco como papa ha despertado recelos en los sectores más conservadores de la Iglesia. Su agenda reformista y su estilo abierto ante cuestiones como la moral sexual, la homosexualidad, el divorcio o el aborto provocaron que desde el primer día de su pontificado tuviese frente a él a un grupo de cardenales y fieles partidarios del tradicionalismo en su contra. Francisco, aunque no se ha pronunciado nunca a favor de estas realidades, sí que ha relativizado la posición histórica de la Iglesia sobre ellas con su ya famoso “¿Quién soy yo para juzgar?”. El momento más álgido de oposición al papa, previo al actual, fue debido a su exhortación apostólica Amoris Laetitia, sobre la que 60 historiadores y teólogos se pronunciaron contradiciéndole y acusándole de cometer 7 herejías.

La cabeza visible de esta facción conservadora es el cardenal Raymond Burke de EEUU y otros obispos como Joseph Strickland, de Texas. Tanto Burke como Strickland se han pronunciado sobre la carta de Viganò. El primero ha aprovechado el texto del exnuncio para criticar la “cultura homosexual que hay en la Iglesia” mientras que el segundo ha dicho que los hechos descritos por Viganò merecen una profunda investigación. A esto último también ha instado el presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU, Daniel Di Nardo. También forma parte del grupo el cardenal de Sudáfrica Wilfrid Napier, que al igual que Burke, Strickland y Viganò señala a la homosexualidad interna de la jerarquía eclesiástica como la “plaga” que ha originado el escándalo de los abusos sexuales.

La homosexualidad como tema de fondo

Tanto Viganó como los detractores de Francisco tienen claro que los escándalos sexuales de pedofilia que han azotado en los últimos años a la Iglesia católica tienen como único culpable la introducción de un "lobby gay" dentro del Vaticano. Según la facción conservadora, la jerarquía Vaticana, liderada por personajes como el exsecretario de Estado Tarsicio Bertone, ha promovido el ascenso de gays a posiciones de poder y sistematizado abusos que en la mayoría de casos se ha producido sobre personas -monaguillos y seminaristas- del mismo sexo. Según ellos, el aperturismo y la laxitud representados por Francisco y sus partidarios ante la homosexualidad es una lacra que ha destruido a la Iglesia, derivando en un “clericalismo homosexual”.

Por otro lado, quienes apoyan a Francisco, como el obispo de Chicago Blase J. Cupich, acusado por Viganò de liderar una red homosexual, han advertido en el pasado del peligro de señalar a la homosexualidad como la causa de los abusos en la Iglesia. Cupich ha dicho que asegurar esto es desviar la atención de un problema más profundo que no entiende de orientaciones sexuales. De hecho, entre quienes apoyan a Francisco, algunos señalan que es el celibato y la continencia sexual de los religiosos lo que provoca que estos terminen cometiendo abuso, con lo que proponen el fin del celibato y que los sacerdotes puedan tener relaciones sexuales normales, todo lo contrario al ideario conservador de Burke y compañía.

Fake News y teorías de la conspiración

El bando conservador, además de sus cabezas visibles, cuenta con un una extensa escena de blogs y páginas independientes que alimentan conspiraciones contra Francisco. La blogosfera ultraconservadora, una especie de Alt-Right religiosa que difunde noticias falsas y rumores para derrocar a Francisco, ha lanzado teorías como que es el último papa o la reencarnación del Anticristo, o que los símbolos de los vestidos de los sacerdotes en la misa de Irlanda eran paganos, alusivos a los druidas y al satanismo. También se ha dicho que Ratzinger dimitió por las presiones del lobby gay dentro del Vaticano.

Lo cierto es que, a pesar de la conspiración del lobby gay en el Vaticano liderada por el papa, el propio Francisco dijo en la tradicional rueda de prensa en el avión a su regreso de Dublín que la homosexualidad podría ser tratada “con psiquiatría” si se detecta pronto, al ser preguntado por qué consejo daría a los padres con hijos homosexuales. Este detalle fue suprimido por la Secretaría de Comunicación del Vaticano, pero es una muestra más de que, a pesar de su aperturismo, el papa no se ha desviado de la doctrina habitual de la Iglesia por mucho que les gustaría a los más conservadores.

La propia misiva de Viganò cuenta con varias fisuras documentales. Por ejemplo, cuando afirma que Benedicto XVI apartó al cardenal Theodore McCarrick en 2009 o 2010. McCarrick está en el centro de la trama por la que Viganò acusa al papa Francisco de encubrimiento, de haber levantado las sanciones impuestas por Ratzinger y de haberlo rehabilitado conociendo que estaba implicado en abusos. McCarrick, sin embargo, participó en actos públicos en Roma posteriores a esos años y previos a la llegada de Francisco, incluso junto a Viganò y al papa emérito, cuando ambos estaban teóricamente al corriente de su comportamiento. Francisco, preguntado por la carta en el avión de regreso de Irlanda, se limitó a decir que se analizase el documento, como dando a entender que las acusaciones caían por su propio peso. El propio Francisco habría tomado las mismas medidas que Ratzinger contra McCarrick cuando una investigación independiente de la diócesis de Nueva York determinó el pasado 20 de junio la implicación del excardenal en los abusos. El papa habría justificado su tardía reacción aludiendo a la presunción de inocencia.

Un plan para derrocar a Francisco

Sean ciertas o no las acusaciones de Viganò, cabe recordar que el arzobispo participó recientemente en Roma en una reunión de altos cargos de la Iglesia opuestos a Francisco y que justifican su desobediencia al papa. Ha sido después de este encuentro, y aprovechando el viaje de Francisco a Irlanda, cuando se ha publicado la misiva y la blogosfera conservadora ha azuzado las redes con hashtags como #CatholicMeToo, que no han servido, por el momento, para exponer abusos de clérigos a víctimas, sino para señalar la supuesta trama homosexual de la jerarquía eclesiástica. El viaje, de hecho, ha sido un fracaso en términos de asistencia y solo ha amplificado la polémica de los abusos contra el papa.

Este grupo, reunido bajo el nombre de Conference of Catholic Families, está descontento por la poca contundencia del papa contra la homosexualidad y, de cara a octubre próximo, donde se celebra en Roma una reunión mundial de obispos sobre temas de juventud, esperan una declaración clara del Vaticano al respecto. Si no, no parece que vayan a parar.

Venganza personal vs. acusaciones veraces

Viganò, además, no es un recién llegado. Bajo el mandato de Ratzinger estuvo en la Gobernación Vaticana, fue destituido por Bertone -contra quien carga en la misiva- cuando quería permanecer en el puesto para investigar escándalos de corrupción expuestos por Vatileaks y enviado posteriormente a EEUU, donde tejió la red de contactos con Burke. El contenido de las acusaciones se debate ahora entre la veracidad de los hechos o como parte de una estrategia de venganza personal que está aprovechando el sector conservador y antihomosexual de la Iglesia.

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