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No se cansarán de buscar al asesino de su hijo, opositor que murió en una protesta: "Vamos a seguir buscando Justicia hasta las últimas consecuencias"
16 Agosto 2017 09:41
“Nos mataron. Nos destruyeron como familia. Esto es una pesadilla”. Elvira Llovera respira, pero dice haber muerto el 26 de abril de 2017, día que su hijo, Juan Pablo Pernalete, fue asesinado en Caracas. Había acudido a manifestarse en una protesta convocada por la oposición venezolana contra el Gobierno de Nicolás Maduro. Un impacto en el pecho acabó con su vida.
Le disparó un agente de la Guardia Nacional, según la Fiscalía, en una versión rebatida por varios sectores del chavismo, que creen que fue asesinado por los propios manifestantes opositores.
“Teníamos tantos planes… Nos redujeron a Juan a puro recuerdo. Esto es la muerte en vida”, dice su madre entre sollozos recordando al joven, de 20 años, y víctima número 28 de la violencia política que sufre Venezuela desde inicios de abril.
El número de fallecidos no ha dejado de aumentar desde entonces. Al menos 125 venezolanos han muerto a manos de uno u otro bando, o en fuego cruzado. Algunos fueron asesinados sólo por pasar por el lugar equivocado en el momento equivocado. 125 familias han sido devastadas. Miles de personas no volverán a ver a sus seres queridos en un país que afronta la mayor crisis de su historia reciente, dejando historias de dolor como la de los Pernalete.
Un joven modelo
El asesinato de Juan Pablo ha sido uno de los que más ha conmocionado a la opinión pública venezolana. Era un ejemplo entre sus amigos.
Cursaba Contaduría en la Universidad Metropolitana, una de las más reputadas de Latinoamérica. Había llegado a ella a través de una beca de excelencia deportiva, al destacar en baloncesto, juego que le llevó a competir en España. La NBA llegó a enviar una carta de condolencias a sus padres tras su fallecimiento.
Pero, por encima de todo, era un joven solidario. “Le afectaba mucho ver a críos comiendo de la basura. Lo inscribimos en una escuela de baloncesto de una barriada. Los niños de allí iban sin zapatos, porque estaban desgastados de tanto jugar en asfalto. Él les cedía los suyos a medio uso”, recuerda su madre.
“Cuando le quería comprar un zumo y él veía que los otros que jugaban con él no tenían dinero para tomarse uno, me decía que o tomaban todos o él no tomaba”, añade Elvira mirando fijamente una fotografía de su hijo.
Juan Pablo participó en el Modelo de Naciones Unidas, donde su liderazgo fue reconocido con apenas dos décadas de vida. “Ese muchacho no tenía distinción de raza ni de clases sociales. No tenía ni cara ni cruz. Era puro en ese sentido. Trataba igualmente a sus amigos”, explica su padre José.
También rescataba a perros de la calle. Dejó seis canes y un gato en su casa tras su muerte. Llegó a hacer un curso en la red de apoyo canino y consiguió, a través de internet, la adopción de muchos.
Era también ‘Youtuber’ y modelo de una marca venezolana de ropa casual. “¿Había necesidad de que mataran a este muchacho que pudo dar tanto, así como han matado a muchos, a músicos, y a médicos? ¿Hay necesidad de tanta represión? En un país normal, democrático, mi hijo podría haber expresado su voz y ser escuchado, y que no por eso lo mataran”, critica José.
Convicciones políticas
El joven había acudido a varias manifestaciones antes de su asesinato. “Como madre me daba miedo dejarle salir, pero él me decía que tenía que expresarse y levantar su voz. Decir que las cosas están mal. Que los venezolanos no tienen medicinas, ni comida, y que nos está matando la inseguridad”, explica Elvira.
Entiende a las madres que sufren todos los días porque sus hijos están en las manifestaciones: “¿Cómo yo le podría decir a una madre que permita a su hijo ir a una manifestación cuando a mi hijo lo asesinaron? Este dolor que yo siento ahorita no quiero que lo sienta otra persona. Pero si ese muchacho es como mi hijo, con ideales y convicciones demasiado fuertes, luchador y valiente, no lo puedes parar. Porque en medio de esa inocencia, ellos creen que pueden cambiar este país”.
Juan Pablo había desarrollado inquietudes políticas desde muy joven. Lo demuestran las cartas de regalos que le escribía al ‘espíritu de la Navidad’ y que su madre enseña a Playground.
“Que en el país Venezuela no haya conflictos y menos por el Gobierno, ya que así seamos chavistas o escuálidos (como llama el oficialismo a la oposición), al final somos un solo país”, escribía cuando tenía tan sólo 13 años. En otra carta, de la Navidad anterior, pedía paz para todos los países y que se terminasen las guerras.
Juan Pablo no se quiso ir de Venezuela, como han hecho cientos de miles de jóvenes, ni siquiera después de haber sido atracado dos veces, una de ellas a punta de pistola. Le quitaron el coche de su madre y una bicicleta.
“No le pude convencer”, admite su padre. “Decía que por qué se iba a ir si aquí nos tenía a nosotros, a sus amigos, a sus abuelos. Que este era su país y no se tenía por qué marchar”.
¿Quién mató a Juan Pablo Pernalete?
Los familiares están dispuestos a encontrar al asesino de su hijo cueste lo que cueste. “Sólo hallaremos paz cuando tengamos Justicia y cuando los ideales de libertad para Venezuela de Juan Pablo se cumplan”, señala el padre.
No va a ser fácil. La muerte de Pernalete ha sido objeto de mucha controversia en el país. Es un nuevo caso de posverdad. Para casi todo hay dos versiones en la Venezuela de la crisis.
El joven fue alcanzado por un proyectil en su pecho. No fue ni una bala ni un perdigonazo. Causó una herida externa leve, apenas similar a un tatuaje, en su pectoral izquierdo.
El golpe, sin embargo, fue lo suficientemente fuerte como para causar su muerte por traumatismo torácico, que produjo un shock cardiogénico.
Los amigos del joven declararon, en un principio, que fue alcanzado por una bomba lacrimógena lanzada directamente hacia él a modo de proyectil por un agente de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Esa misma noche, el líder chavista Diosdado Cabello desmintió que hubiese desplegados efectivos de la GNB donde el joven se desplomó, a unos metros de la Torre Británica, en la zona de Altamira.
Versiones encontradas
El 28 de abril, dos días después del asesinato, el medio Últimas Noticias, de tendencia chavista, según los opositores, titulaba en portada que el joven había sido alcanzado a quemarropa por una pistola de perno cautiva como las que se usan para sacrificar el ganado, citando a fuentes judiciales y de la Fiscalía con acceso a la autopsia. Dichas armas trabajan con aire a presión y sólo tienen efecto a corta distancia.
A las pocas horas, el programa de televisión Zurda Konducta mostraba un vídeo de Pernalete minutos antes de ser llevado al hospital. Dos encapuchados le rodean y luego de aparentemente ayudarle, lo dejan tirado en el suelo y se van del lugar. Los responsables del programa interpretan que fueron esas dos personas quienes dispararon al joven con el arma de perno.
El día siguiente, 29 de abril, Ernesto Villegas, ministro de Comunicación, criticó que la prensa internacional hubiera dado veracidad plena a la versión de la bomba lacrimógena, y dijo que “hay una línea de investigación que no puede quedar por fuera”, señalando “con alto grado de veracidad” la posibilidad de que Pernalete “haya sido asesinado con un arma llamada pistola de perno cautivo”.
Villegas alude al mismo vídeo que mostró Zurda Konducta y describe que el joven “se desvanece” después de que dos encapuchados lo abordasen e hicieran unas “maniobras”, negando, asimismo, la presencia en las proximidades de la GNB.
Tanto Marco Morín, el periodista que tomó las imágenes –no supo hasta unas horas después que había grabado a Pernalete muriendo- como vecinos de la zona aseguraron al medio local El Pitazo, de tendencia opositora, según el chavismo, que la GNB estaba en los alrededores y que estaban disparando a los manifestantes.
Un mes después, el 25 de mayo, la entonces fiscal general Luisa Ortega, señalada por la oposición de ser chavista hasta hace un par de meses, y ahora señalada por el chavismo de ser una traidora, daba una rueda de prensa para explicar las causas de la muerte de Pernalete.
La Fiscalía concluyó que la muerte se produjo por impacto de una bomba lacrimógena lanzada por un agente de la GNB.
Llegó a esa conclusión tras una investigación detallada que incluye autopsia, inspección técnica del cadáver, cinco testigos, reconocimientos técnicos, acoplamiento físico de las dimensiones del cartucho con la lesión presentada en el cuerpo e incluso la presencia de residuos en la camiseta, entre otros estudios.
Los padres de Pernalete tuvieron acceso a un vídeo, aseguran, en el que se comprobaron los hechos. “El Ministerio Público nos presentó una grabación donde se ve perfectamente cuando el hombre caza a mi hijo. Sale y dispara a una distancia de entre 10 y 15 metros, disparando el arma con un ángulo de 90 grados, completamente diferente a los que dictan las normas de Derechos Humanos, que sólo permiten lanzamientos de 45 grados. Le pegaron directo al corazón”, asegura el progenitor.
Justicia
“No han individualizado todavía al agente culpable porque hay obstrucción de la ley por parte de altos funcionarios del Estado”, añade Juan.
Considera la versión chavista como absolutamente falsa y cree que es un “maltrato psicológico” hacia su familia. No descansará, dice, hasta hallar al asesino de su hijo. “Vamos a seguir buscando Justicia hasta las últimas consecuencias. Si no la conseguimos aquí, nos vamos a ir a donde haga falta”.
“Ahora nos preguntan: '¿Qué los mueve? ¿De dónde sacan ustedes fuerza?' Del inmenso amor que teníamos por ese muchacho, porque era nuestra vida. No vamos a permitir que el asesino de nuestro hijo ande libremente por las calles. Tiene que pagar. Todavía anda libre, tal vez haciendo daño y matando a más gente.”, dice el progenitor.
No teme ganarse enemigos en un país cada día más violento: “Nosotros ya no tenemos miedo. Lo hemos perdido todo. Nos mataron ese día con ese muchacho”. La de Juan Pablo Pernalete es sólo una de las historias de dolor que cada día desgarran el país sudamericano. “Leí en alguna parte hace tiempo que los venezolanos éramos los más felices del mundo”, dice Elvira. “Ya no lo somos”, deplora, mientras observa la fotografía de su hijo asesinado.
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