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Otra cosa no, pero el robo a la corona sueca es estéticamente impecable

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Los ladrones desparecieron con joyas de valor incalculable en una lancha y a plena luz del día a través de un pintoresco lago

anna pacheco

02 Agosto 2018 13:48

El golpe perfecto es ese que, además de perfecto, es estético. Impecable. Armonioso con el paisaje, coherente con la coyuntura. Es ese tipo robo que, de no tratarse precisamente de un robo, sería a todas luces irreprochable. El robo del 30 de julio en la catedral de Strangnas (Estocolmo) podría ser uno de esos robos. Los “robos estéticos”, por lo general, se componen de elementos de alto riesgo, factores que añaden cierta espectacularidad. Sin esos elementos, cualquiera podría robar. ¿Quién se pone a robar para acabar mangando baratijas? Eso no tiene gracia. ¿Quién quiere robar en una casa abandonada? Eso tampoco la tiene. Robar bien se articula a través de condiciones irrenunciables: el valor de la cosa robada y la puesta en escena.

Los ladrones de Strangnas tenían claro esos dos elementos, por eso, el pasado lunes almorzaron a primera hora de la mañana en esta colorida villa vikinga, situada al norte de la capital, y prepararon su lancha en el lago Mälaren. Almorzaron y hablaron, imaginamos, ultimando los detalles de su golpe. La mañana parecía tranquila, el día era radiante y luminoso. Y el calor, aceptable para un robo.

Los ladrones aprovecharían el horario de visitas de la catedral, a eso de las 12 del mediodía, para sustraer a plena luz del día un orbe de oro y dos coronas. Y eso hicieron. Las joyas de la corona sueca se encontraban en una urna de cristal, que varios ladrones rompieron de un golpe. Las alarmas sonaron como se supone que tienen que hacer las alarmas. Pero no sirvió de nada. Algunos visitantes llegaron a ver a los ladrones en actitud de haber robado, huyendo rápidamente con las joyas y montándose en la lancha, que aguardaba en el fotogénico lago.

Así que los ladrones se fueron en barco, a plena luz del día y con un botín nada despreciable: dos coronas fúnebres del siglo XVII que pertenecieron a Carlos IX y a su esposa, la reina Cristina. Ambas coronas de oro y recubiertas de perlas, joyas y plata. También se llevaron un orbe. Como agregado sorpresa, los investigadores hallaron dos bicicletas a la salida de la catedral. Por lo que es posible que las utilizaran para salir más rápido del templo y llegar antes a la orilla de lago. Los robos elegantes también son muy limpios y ecológicos.

Antes de que diera a tiempo a cazarlos, ya se había perdido la pista de los susodichos a bordo de la lancha. No se sabe dónde están y los está buscando hasta la Interpol por tierra, mar y aire. Las autoridades creen que no tardarán mucho en encontrarlos porque para que el robo sea perfecto de verdad, las joyas tendrán que ir a parar a algún lado, y, dicen, es difícil que haya mucha gente dispuestas a guardarlas, mucho menos comprarlas.

(Con información de Quartz y The local Sweeden)

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