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Reportaje Redes de apoyo: la única forma en la que los desaparecidos no desaparecen en México Now

Reportaje

Redes de apoyo: la única forma en la que los desaparecidos no desaparecen en México

PlayGround

, Jenrique Acebes

18 Septiembre 2019 21:17

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Desaparecer en México es una realidad latente que parece no cesar. ¿Por qué existen tantos y tantos que nunca vuelven a sus casas?

Es una escena recurrente desde hace años en casi todas las regiones de México: lonas, carteles pegados en paredes corroídas, imágenes compartidas en redes sociales con titulares del tipo “Ayúdanos a encontrarla”, “Se busca”, “Visto por última vez”. El formato, las fotos, la repetición, la constancia es algo que se ha vuelto cotidiano, un horror ya casi imperceptible.

La desaparición de personas es una de las heridas más profundas del México contemporáneo. Y aunque la problemática no es exclusiva de este país (la misma ONU estableció en 2010 una Convención para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas), la complejidad de la problemática ha rebasado por mucho a las autoridades mexicanas encargadas de atender tales casos, los cuales se multiplican todos los días en diferentes regiones y por una diversidad incontrolable de factores.

Según cifras oficiales del Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas, actualmente se tiene conocimiento de alrededor de 40 mil personas desaparecidas y 26 mil cuerpos sin identificar.

En México, 40 mil madres, padres, hijas, esposos, novias, hermanos, tías, amigos no saben dónde se encuentra algún ser querido. No saben si está vivo o muerto, secuestrado o perdido, migrado, abusado, torturado… El abanico de posibilidades se vuelve aterrador mientras más imaginamos. Son más de 40 mil familiares que todos los días sufren las consecuencias de no saber qué fue de esa persona que desapareció: angustias, depresiones, deudas económicas, rupturas de lazos familiares, esperanzas que no mueren.

#Ayotzinapa33meses

A ese sufrimiento hay que sumar lo tortuoso del proceso con las instituciones del Estado encargadas de dar alguna respuesta ante la tormenta. Porque la situación es de sobra compleja. Por un lado, pesa la correlación entre el aumento de casos de inseguridad y violencia con la precarización que año con año se intensifica en las instancias gubernamentales que deben atender casos de seguridad pública. Y por el otro, la infiltración de miembros del crimen organizado en instituciones públicas dedicadas a la protección y seguimiento de los procesos institucionales, como han documentado algunos informes de derechos humanos.

La situación es un espiral de desesperación y soledad, como ha relatado Darwin Franco, activista y periodista, quien se ha enfocado en el tema y ha acompañado a los familiares de desaparecidos en su lucha registrando sus relatos e historias. Testimonios desgarradores que hablan del nivel de corrupción más ruin de México, donde madres y familiares deben cuidarse de quien busca lucrarse con datos falsos o aprovecharse de la debilidad de las instancias del gobierno mexicano para dar puntual seguimiento a los procesos.

Además, la lucha se vuelve aterradora por la vinculación que tienen miles de casos con la desaparición forzada y secuestros para formar cuadros de grupos delictivos y del narcotráfico, como han documentado serios trabajos de investigación periodística.

Lo que hay de fondo es el vacío de una narrativa que cuente —tanto a los familiares y amigos, como a la población en general que todos los días sospecha de la posibilidad de desaparecer— qué es lo que sucede con quien no regresa más a casa.

¿Por qué se fueron o quién se los llevó?

¿Por qué es una situación generalizada?

¿Por qué podemos hablar de “las y los desaparecidos” como un grupo homogéneo que carga consigo una serie de dudas sobre la forma en cómo se organiza México socialmente?

¿Cómo los mexicanos organizan su violencia, su seguridad, su ambición, sus pugnas, su impunidad, para que haya registros y registros de rostros que se olvidan en las carpetas de investigación?

#Ayotzinapa29meses

Abrir la puerta sobre las desapariciones implica abrir la cloaca que tiene a este país hundido en una miseria perenne. Las crónicas y los símbolos sobran. Para el sexenio de Enrique Peña Nieto, los 43 desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa fueron un fantasma que condenó cualquiera de sus decisiones, pues detrás de ellas había un modo de entender y de operar la vida en sociedad y al Estado. Un Estado incapaz no solo de controlar el espiral de violencia, sino imposibilitado para dar respuestas.

Lo más sorprendente del fenómeno que encoge a México es que la esperanza aún no se pierde. Y esto no quiere decir que las expectativas estén puestas en nuevos gobiernos, nuevos líderes, nuevas instituciones. No. Quienes buscan a sus desaparecidos son conscientes de que seguirán en la búsqueda con o sin los cambios tan anunciados, pues el dolor que acongoja es más profundo que cualquier idea de renovación social o política.

Por lo mismo y desde sus limitantes, las madres y familiares de los desaparecidos en México han encontrado la forma de tejer una red que supera fronteras geográficas y de clase para tener algunas certezas sobre sus dudas. Voces periodísticas y potentes, como las de Daniela Rea, han insistido en que la única forma de sobrellevar la crisis de desaparecidos en México es de manera colectiva.

Una de las acciones más loables es el Movimiento por nuestros Desaparecidos en México, un conglomerado de más de 60 colectivos de todo el país que nació con la finalidad de incidir en materia legislativa en los procesos de búsqueda de sus familiares y que, en la marcha, descubrieron que compartir experiencias con personas que padecen lo mismo, fortalecía sus esfuerzos y esperanzas.

#Ayotzinapa29meses

Entre sus principales causas, se encuentra impulsar la Ley General de Desaparición Forzada y Desaparición por Particulares, una iniciativa ciudadana que, articulada en ocho puntos generales, busca modificar las herramientas y procesos legales e incluir a las familias y organizaciones en los procesos de búsqueda. Su lucha es de largo aliento, pues en el fondo se encuentra la impunidad en las instancias gubernamentales, así como una fragmentación social que rebasa sus posibilidades.

Sin embargo, la visibilización es una apuesta contundente, ya que mantener el tema en la agenda pública como una urgencia nacional sirve para presionar a quienes toman decisiones y para no perder la sensibilidad ante el terror y la desesperación.

Para ello, la organización civil El Día Después, que encabeza el actor Diego Luna, ha puesto sus primeros esfuerzos en el acompañamiento a los familiares de los desaparecidos. En un acto simbólico pero de sobra relevante para la agenda, el actor acompañó a integrantes del Movimiento por Nuestros Desaparecidos a entregar 102 mil firmas al Palacio Nacional. La intención: exigir la identificación y búsqueda de personas desaparecidas en México.

Estos actos y movilizaciones implican no olvidar, y esa es una de las principales causas de los movimientos que buscan a personas desaparecidas. Olvidar implicaría rendirse ante el dolor, y eso no es posible en un país que si no acaba de romperse es por sus lazos de familias, amigos y comunidades.

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