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Sacrificio clásico vs vértigo millennial: Uruguay-Francia o el cambio de paradigma

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Muerto el juego de toque, celestes y bleus se disputan las semis... y la hegemonía del estilo campeón

Ignacio Pato

05 Julio 2018 14:26

La previa del Uruguay-Francia de cuartos del Mundial tiene un curioso episodio. Antoine Griezmann, protagonista individual recurrente de un juego colectivo, ha querido volver a decir que "Uruguay es su segundo país". También que "Uruguay se tomará su tiempo, se caerán, irán al árbitro, así es como juegan y también es nuestro juego en el Atlético".

Sobre lo primero ya le ha contestado Suárez, poco más o menos diciéndole que no vaya de uruguayo cuando "no sabe lo que es el sentimiento uruguayo. Él no sabe la entrega que tenemos para triunfar en el fútbol con los pocos que somos".

Sobre lo otro, él mismo sabe que Uruguay es mucho más que eso. Este viernes en Nizhni Nóvgorod saltarán chispas.

En juego hay algo más que el pase a semis. Muerto el tiquitaca español, celestes y bleus se disputan la hegemonía del estilo.

Uruguay, sacrificio clásico

Lo que está haciendo el seleccionador Óscar Washington Tabárez con el equipo celeste no sorprende a ningún aficionado al fútbol. Su plan maestro de hace doce años -dar coherencia integral a un cierto estilo, un poco cliché a veces, de garra charrúa- ya dio resultados con un cuarto puesto en Sudáfrica 2010. Pero esta selección no ha perdido nada con respecto a aquella.

Quizá al revés. Era difícil sustituir a Diego Lugano pero con Josema Giménez hay central para diez años. Junto a Diego Godín forma la que seguramente sea mejor pareja defensiva del mundo, en la selección y en el Atlético de Madrid. Junto a Martín Cáceres, Nahitán Nández y Diego Laxalt forman un cierre casi perfecto en Rusia'18.

Uruguay no necesita el balón con ese aguante ahí detrás.

Solo por momentos Portugal pareció arañarle en octavos. El robo y salida de balón con Lucas Torreira o Rodrigo Betancur es pieza clave para La Celeste. Son además, junto a Matías Vecino, el mayor con 25, el recambio generacional perfecto en la media uruguaya.

Uruguay es uno de los mejores equipos del mundo a balón parado -Godín, Giménez, de nuevo-, y sobre todo teniendo arriba a Luis Suárez y a Edinson Cavani. Este último será baja por lesión contra Francia, y el mayor punto flaco del equipo de Tabárez no tanto por su conversión goleadora como por el inmenso trabajo de regreso que hace el del PSG cuando el equipo no tiene el balón. Contra Portugal, el jugador de 31 años dio una masterclass en presión del delantero. Contra Francia seguramente lo sustituya Cristian Stuani.

Si necesita aguantar más la pelota, Uruguay tiene al Cebolla Rodríguez o a Carlos Sánchez. No es un equipo que necesite tirar demasiado a puerta, pero cuando lo hace suele ser mortal para el rival. Menos es más, pero sobre todo sacrificio y apoyo mutuo entre todos los miembros es el eslogan de una Uruguay que no quiere oír hablar de techo en Rusia. Los clásicos siempre vuelven puede ser otro resumen.

Francia, vértigo millennial

El equipo de Deschamps comparte con el de Tabárez que no monopoliza la posesión del balón. Ambas selecciones tienen una media de 49% del tiempo de balón durante los partidos de este Mundial.

El estilo de esta Francia es mucho más vertical y menos homogéneo que el de Uruguay, si los comparamos.

El muro que construyen les bleus en torno al portero Hugo Lloris -un portero relativamente confiable pero no un superportero, en eso es parecido al charrúa Fernando Muslera- se basa en Raphaël Varane y Samuel Umtiti, dos centrales con menor concentración que Godín y Giménez pero con parecida llegada. Los laterales, Benjamin Pavard y Lucas Hernández, son ligeramente más ofensivos, especialmente el primero. En resumen, el estilo de esta Francia no es el de un equipo caracterizado por obsesionarse con la defensa.

Sin embargo, su estilo de "toma el dinero y corre" es notablemente diferente al de Uruguay. En el centro del campo es absolutamente imprescindible el pulmón de Ngolo Kanté, pero tanto o más lo es el aprovechamiento de espacios que puede conceder el rival. Es ahí donde entra en juego una contra mortífera, partiendo desde entrelíneas, de Kylian Mbappé y Antoine Griezmann, dos futbolistas con menos trabajo físico defensivo que Suárez y Cavani.

Mbappé ya ha demostrado lo que es, el jugador millennial por definición. Socialmente erigible en figura aspiracional fuera del campo y con una verticalidad que no entiende de ataduras sobre el césped. Con solo 19 años, supondrá la mayor amenaza para el equipo de Tabárez, irónicamente el técnico más veterano del Mundial con 71 años.

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