Es difícil saber si las situaciones de acoso o de violencia —en mayor o menor grado— contra la mujer se están incrementando o disminuyen. La estadística solo registra denuncias. Pero lo que sí sabemos es que cada vez hay menos miedo o menos freno al acto de la denuncia, a la justa solicitud de ayuda y justicia. A pararle los pies a abusones, agresores, babosos mirones y machistas recalcitrantes.
Una subespecie de estos agresores que siempre ha estado ahí y contra la que siempre nos han prevenido padres y abuelos cuidadosos han sido los acosadores de menores y adolescentes. La mítica figura del que da caramelos a los niños para ganarse su confianza o del adulto solitario que se colaba en sesiones de cine infantiles y contra los que ya estaban prevenidos los acomodadores.
No solo los cines. También en los alrededores de los colegios, en parques o en medios públicos de transporte. Pero afortunadamente, los más cívicos están al tanto y ojo avizor.
Este vídeo fue grabado en el tren Urquiza de Buenos Aires (Argentina). Allí, unos pasajeros se dieron cuenta de que un señor de aspecto ya venerable estaba tomando fotos de forma furtiva de una adolescente sentada a su izquierda en el vagón. Inmediatamente, le exigieron que las borrara, ya que lo estaba haciendo, obviamente, sin el permiso de la muchacha. Todo el mundo parecía tener clara la intención del hombre.
El hombre optó por dar respuestas vagas, levemente desafiantes, fingirse molesto y clamar por su derecho ¿a qué? También se refirió al tópico de la supuestamente incitadora vestimenta de la joven con un nada medido "sigue en bolas", de manera parecida a como sucedía hace poco en otro vídeo que nos llegaba desde Buenos Aires, en el que otra joven era acosada por un varón adulto que mencionaba sus shorts.
Volviendo al tren, vemos cómo el individuo se negaba a poner su móvil a disposición de nadie y menos a borrar nada de lo fotografiado. Los que le interpelaban, amenazaron con detener la marcha del tren y proceder a una denuncia contra su persona.
Cuando por fin la policía accedió al vagón y reclamaron al individuo que les acompañase tranquilamente, este tomó una medida ridícula y que indica su catadura: fingió —y muy mal, por cierto, casi como una parodia— un infarto. No una, sino dos veces.
La subida del incidente a Facebook por parte de la testigo y usuaria Yanina Scavone nos permite ver todo este episodio que, de no ser por un comienzo tan obsceno, el desenlace casi hubiera sido humorístico. Lleva más de un millón de reproducciones y varios miles de comentarios. Casi cada uno de esos comentarios hubiera sido convertible en una bofetada contra el agresor.
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