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Cuando pensamos en las infraestructuras que habitamos o que frecuentamos, solemos confiar en que se han construido con los mayores estándares de accesibilidad, de funcionalidad y, por supuesto, de seguridad.
Sin embargo, el derrumbe del Puente de Morandi que tuvo lugar a mediados de agosto en la ciudad italiana de Génova y que ha dejado más de 40 fallecidos ha despertado en los italianos una duda estremecedora: ¿cuántos otros edificios podrían colapsar en Italia?
El vídeo que encabeza este artículo recopila las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad de la Guardia di Finanza en el momento exacto en el que el puente se derrumba. Momentos antes se puede ver cómo los servicios de limpieza llevan a cabo su rutina diaria, mientras varios coches y camiones atraviesan el puente con normalidad.
De los 1.102 metros que conformaban el puente, se vino abajo un fragmento de 100 metros por donde circulaban una veintena de vehículos. La mayoría de los pedazos del puente cayeron al río, pero otros aterrizaron sobre edificios residenciales, fábricas o incluso las vías del tren.
El Cuerpo de Bomberos ha vetado la entrada de personas y vehículos a las zonas colindantes al accidente, ya que la estructura sigue produciendo ruidos que señalan la posibilidad de otro derrumbe.
El Gobierno italiano le ha pedido cuentas a Autostrade per l’Italia, compañía a cargo del viaducto. Según se ha podido saber, el puente estaba en proceso de reparación desde 2016 pero la compañía asegura que el estado del puente estaba en constante observación.
A raíz del trágico accidente, ha salido a la luz la historia de este viaducto que además pone de manifiesto algunos de los intereses ocultos del sector de la construcción. El puente de Morandi fue construido en la década de los 60, cuando la industria italiana de la construcción estaba en auge y se edificaba con estándares mediocres en zonas de riesgo como cauces de ríos, acantilados, zonas sísmicas o cerca de otras infraestructuras pesadas.
El propio diseñador del puente, Riccardo Morandi, ya advirtió de la corrosión que sufriría el viaducto debido a la humedad y la alta salinidad de los vientos. En un informe que redactó, Morandi defendía la estabilidad del diseño, pero ponía de manifiesto la necesidad de una revisión constante y una mejora en la resistencia química del hormigón usado.
Además, empresas cercanas a la mafia solían participar en las construcciones y presionaban para la utilización de materiales baratos y de menor calidad para maximizar los beneficios. Los edificios y carreteras del sur de Italia, donde la mano de la mafia siempre ha tenido un mayor peso, son un ejemplo perfecto de las chapuzas que se llevaban a cabo. En el caso de las carreteras, las constructoras utilizaban “cemento sin fortificar”, es decir, mucha arena y poco hormigón.
Los resultados son aterradores: en los últimos diez años se han derrumbado más de diez viaductos, incluyendo el de Morandi; en los últimos cinco años, han colapsado más de 150 techos de colegios; muchas de las carreteras se encuentran en estados pésimos para la conducción, y el instituto de estadística italiano señala que existen más de dos millones de hogares inestables a lo largo de toda Italia.
Si bien la política es un entramado difícil de desmontar, todos podemos poner nuestro granito de arena para concienciar sobre los problemas y mejorar las cosas: