"Instamos a las personas a que no participen ni miren esta forma de ‘entretenimiento ’. La gente detrás de esto debería avergonzarse y los 12.000 seguidores de esta cuenta deberían mirarse a sí mismos"
El menú de crueldades contra nuestros prójimos para las que los humanos hemos demostrado capacidad es notable. Y siempre podemos ser más “creativos” en el horror de la deshumanización. Y por feo que suene, por tecnófobo que suene, la aparición de las redes sociales en nuestras vidas parece que nos supone un nuevo reto a ser vencido, una nueva línea roja a ser transgredida.
Pongamos que eres tan retrógrado y sádico como para abrir una cuenta en Instagram dedicada exclusivamente a subir imágenes en las que vejas y maltratas a homeless, a personas sin hogar.
El nombre de la cuenta -— lo decimos sin la menor intención de que les favorezcáis con clicks ni mucho menos siguiéndola— es local.nittys y se ha generado desde Birmingham (Reino Unido). Por desgracia, la cuenta ya tiene más de doce mil seguidores.
Las imágenes y vídeos permiten contemplar cómo se ataca y se degrada, sin ningún motivo, a personas desvalidas sin hogar, o cómo se las incita, por ejemplo, a beber orina haciéndola pasar por licor. En otras imágenes, una persona se dedica a vaciar un extintor sobre un grupo de sintecho. Otro es golpeado con una guitarra. Estos son, a todas luces, actos inadecuados y punibles. Agresiones tanto físicas como psicológicas que son reprobables y que nos hacen preguntarnos qué clase de educación habrán recibido los perpetradores.
Resulta desasosegante saber que, en sociedades acomodadas, hay elementos que han perdido toda capacidad de empatizar con los menos afortunados.
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En la propia cuenta de Instagram, alguna gente ha vertido comentarios escandalizados o dolidos por el contenido, pero es de suponer que a los que estén detrás les dé igual. Hay algo pornográfico —en el peor sentido— en esa exhibición y, mientras les miren, les dará igual lo que piensen de sus acciones.
Distintas asociaciones caritativas y de ayuda a personas necesitadas han lamentado el contenido de los vídeos. Solo queda confiar en que —aparte de localizar y atrapar a estos canallas, claro— la brutalidad de las imágenes despierte alguna conciencia dormida o aletargada, empezando por la de los propios “jueces” de Instagram, que de momento han hecho caso omiso a las demandas de quienes reclamen que el perfil sea borrado.
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