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Es muy difícil desfanatizar a un fanático. Da igual cuál sea su objeto de fe y adoración. Hacer el recorrido inverso al de una creencia que has adquirido o se te ha implantado en familia, probablemente desde la infancia, es algo inalcanzable sin alguna clase de terapia o sin alguna clase de shock que pudiera incluir el ser víctima del fanatismo ajeno.
Una de las cumbres de esos enfrentamientos entre fanáticos en lo que actividades deportivas se refiere son los partidos de fútbol que enfrentan a los equipos del River Plate y Boca Juniors en Argentina. La enemistad y competitividad entre los equipos y sus aficiones es casi mitológica. Superan en nivel de colisión a los del Madrid-Barcelona. Y superan los límites del campo de fútbol. Las fuerzas de seguridad argentinas se llegan a ver superadas en ocasiones para mantener la paz entre las bandadas en la calle.
El vídeo que encabeza este artículo recoge uno de los muchos hechos ocurridos el pasado sábado 24 de noviembre, una jornada llena de incidentes que culminó con el apedreamiento del autobús del Boca, en el que hubo heridos entre los futbolistas y propició la suspensión del encuentro que iba a suponer la final de la Copa Libertadores.
En la grabación, un numeroso grupo de seguidores del River patea, lanza, golpea y utiliza todas las maneras posibles de maltrato contra el cuerpo de un lechón, una cría de cerdo.
Ya no se trata de si eres vegetariano o no y si no crees que ese animal debiera estar dedicado a la alimentación humana. Incluso aunque seas carnívoro y consumas cerdo sin el menor problema, hay que admitir que es un acto reprobable el uso de ese ser con tal grado de desprecio.
El partido se celebrará. Pero es una pena que las hinchadas dejen tras de sí agresividad, violencia y desprecio hacia medios naturales de los que muchos de sus conciudadanos carecen.
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