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Bancos que son museos. Bancos que son festivales. ¿Cómo financiar el arte sin comprometerlo?

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Bancos que son centros de arte. Centros de arte públicos e infrautilizados impulsados por gobiernos de turno. Museos politizados, salpicados de corruptelas y sin apenas presupuesto. Fundaciones privadas que lavan su imagen a costa de nuestro espacio público. Personas del mundo de la cultura se preguntan en este reportaje cuál es la mejor forma de financiar el arte sin comprometerlo

anna pacheco

15 Septiembre 2017 06:00

Arte PlayGround

En Santander, en uno de los enclaves más emblemáticos de la ciudad, hay desde este verano un edificio nuevo que asoma por toda la bahía: el Centro Cultural Emilio Botín. El edificio emula dos cajas enormes de cristal a través del cual se vislumbra una parte del paisaje industrial y portuario que recorre la costa. Y, frente al edificio: hay un banco. Un banco Santander, propiedad también de la familia Botín, una estirpe de banqueros que desde 1904 han convertido esta entidad bancaria en la más exitosa de España y una de las 20 más importantes del mundo. El monumento es, o aspira, a ser un centro de arte de referencia. Una especie de Guggenheim de Cantabria. Un reclamo turístico. Una forma de incluir en el circuito de capitales artísticas a Santander, ciudad de unos 170.000 habitantes y que en realidad es conocida en el mundo más por ser banco que por otra cosa. Haz la prueba y busca en Google: Santander ciudad no aparece hasta el final de la página.

El Centro Botín, o el “sueño de Botín” como le llaman algunos, ha abierto sus puertas con cinco años de retraso y ha costado 80 millones de euros (a cargo de los Botín, claro). Fue inaugurado acompañado de todos los rituales: visita de los Reyes, apretón de manos, foto de los empresarios y una larga lista de lugareños que esperaban ganar el pase anual gratuito. Los periódicos se hicieron eco de la noticia, tildando la propuesta de ambiciosa y enriquecedora para el territorio. Pero las críticas en torno a su construcción hace años que están fuera de debate. La prensa de aquí no les ha dado mucho bola. El New York Times es de los pocos que recientemente abordó ligeramente el tema.

Lo que ha pasado aquí es la imposición del capricho de un banquero muy poderoso a la ciudadanía. Nosotros no nos oponíamos a la construcción del centro, pero sí creíamos que se tenía que encontrar una ubicación alternativa, ya que el enclave elegido es el más relevante paisajística e históricamente

“Lo que ha pasado aquí es la imposición del capricho de un banquero muy poderoso a la ciudadanía. Nosotros no nos oponíamos a la construcción del centro, pero sí creíamos que se tenía que encontrar una ubicación alternativa, ya que el enclave elegido es el más relevante paisajística e históricamente”, explica Carlos García, presidente de la asociación ecologista ARCA. En 2012 precisamente se aprobó un Plan Especial del Puerto para modificar la ley y dar vía libre a la mastodóntica construcción. Tres asociaciones, incluida ARCA, llevaron el caso en 2015 hasta el Tribunal Supremo, que desestimó la denuncia y el proyecto siguió adelante. Las asociaciones ecologistas denuncian que es un edificio que compromete la ecología del paisaje. “Es un sueño provinciano, un quiero y no puedo, parece más un monumento a sí mismo que un centro de arte comprometido con el territorio”, denuncia García.

Centro de Arte Emilio Botín

Prueba de ello es que propusieron al banquero, cuando aún estaba con vida, la opción de plantar el centro en alguna zonas más deprimidas de la ciudad para que el centro de arte sirviera, a su vez, como actor revitalizador, del modo en el que lo hace el Guggenheim en Bilbao, por ejemplo. Pero no. La ubicación en una de las zonas más “nobles de la ciudad parecía algo innegociable”, apunta este activista. García sostiene que no se trata de ninguna animadversión “personal contra al banquero, porque aquí hay mucha gente que respeta mucho a Botín”. “Solo creo que se deben poner límites a las empresas privadas cuando se trata de proteger nuestro paisaje y nuestro espacio público”.

El proyecto del Centro Botín se empezó a construir a mediados de 2013, en plena crisis bancaria. Dos años después se descubrió en la lista Falciani que la familia Botín no solo tenía 2.000 millones ocultos en el HSBC, sino que también había utilizado un entramado de sociedades opacas en Panamá y las Islas Vírgenes. Es por eso que algunos activistas de la zona no ven con buenos ojos ese edificio tan ostentoso en un punto clave de la ciudad que parece honrar más a la banca que a su propia región y que ha desatendido las demandas de los vecinos. Y si se despistan las vecinas, hasta se llegó a plantear cambiar el nombre de los jardines de Pereda que hay justo enfrente por Jardines Botín.

Es un sueño provinciano, un quiero y no puedo, parece más un monumento a sí mismo que un centro de arte comprometido con el territorio

“En el caso de los centros de arte lo que suele pasar tanto en lo público como en lo privado es que durante años parece que la prioridad era la infraestructura, tener una sede muy visible y muy reconocible que daba prestigio simplemente por el arquitecto a quien se había encargado”, explica la historiadora de arte y exdirectora del Centro de Arte Contemporáneo de Girona, Rosa Pera. En muchos casos “se tiene en cuenta muy poco o directamente nada la misión o el territorio al que se adscriben o los objetivos que se persiguen”. Pero esto es algo que sucede tanto en lo público como en lo privado.

Sin ir más lejos, a pocos kilómetros del Centro Botín, se encuentra el Centro Niemeyer (Asturias) que a duras penas abre cuatro días a la semana por falta de programación. O la Caja Blanca, en Malaga. O el complejo a medio construir en Santiago de Compostela. Todo centros públicos muy problemáticos que están lejos de cubrir las expectativas con las que en su momento se construyeron. Esta burbuja cultural coincide con las medidas de apoyo al desarrollo regional impulsadas por la Unión Europea de principios de los 2000. Carreteras, aeropuertos... y museos.

"Era la época del ladrillo y todos los políticos, en todos los niveles, estaban encantados de inaugurar nuevos centros flamantes. Pero lo cierto es que pocas veces, a la vez que se planificaban estos continentes, se planificaba el contenido y el sentido del mismo. En Cataluña, que es el territorio en el que más he trabajado, por ejemplo, hubo un momento en el que todos los municipios, por muy pequeños que fueran, querían tener un museo. ¿En respuesta o en concordancia con alguna política cultural pensada o planificada o alguna especificidad o riqueza patrimonial que diera sentido a una propuesta museística en ese territorio? No, porque querían un museo, así de loco. No es difícil imaginarsecómo han acabado la mayoría de estos museos…", explica Marta Domenech, gestora y consultora cultural y socia-trabajadora de la cooperativa La Taula.

En el caso de los centros de arte lo que suele pasar tanto en lo público como en lo privado es que durante años parece que la prioridad era la infraestructura, tener una sede muy visible y muy reconocible que daba prestigio simplemente por el arquitecto a quien se había encargado

Jaron Rowan, investigador cultural, habla de "los aeropuertos sin aviones de la cultura" para referirse a todos esos edificios e infraestucturas infrautilizados. “Nunca se pensó cómo se podrían mantener, se construyeron y ya está”, apunta. Rowan recalca que es importante diferenciar entre el modelo público, privado o mixto e insiste en que ninguno de estos tres modelos —con todos sus matices y particularidades—garantiza la sostenibilidad del mismo y ni siquiera su independencia.

Primero: porque las instituciones públicas están sujetas a los vaivenes políticos; mientras que los centros privados están condicionados por los intereses de la empresa o sus accionistas. “Cuando J.M. Keynes abrió el primer arts council del Reino Unido estableció que debía estar a un arms length, a un brazo de distancia tanto del gobierno como de la escena cultural, es decir, hay que garantizar su independencia. Resumiendo, si los centros culturales están demasiado cerca del gobierno o de la empresa, pierden esa independencia tan importante”, apunta Rowan.

Se construyeron muchos más espacios culturales de los que es posible financiar. Son los aeropuertos sin aviones de la cultura. Tenemos muchos ejemplos de grandes edificios sin apenas contenidos

Precisamente este artículo publicado en El Español compara el panorama de nuestros museos públicos con los del Reino Unido. El resultado es bastante claro: salimos perdiendo. En el Reino Unido los principales museos (como la Tate o el British Museum) son gratuitos y la fórmula mágica para conseguirlo es esta: mayor inversión pública, mayor inversión privada y ese 'brazo de distancia' que citaba la anterior fuente. En España los precios de la entrada de los centros públicos están lejos de ser gratuitos. De hecho, cada vez son más caros debido a la crisis y los recortes presupuestarios. Te sale mucho más barato meterte en cualquier fundación privada.

Pero, entonces, puede entrar en conflicto nuestra conciencia. Planes que te apetecen mucho, pero que quizás te provocan algo de resquemor. Hace poco un amigo me decía que él no iba a ir a un concierto de electrónica que organizaban una noche de verano en CosmoCaixa. Me dijo que le gustaría porque era un grupo muy pequeño y que tal vez no volvería a ver ese año, pero que no podía ir a un evento esponsorizado por el mismo banco que está deshauciando a sus vecinos, que cómo iba a ser legítimo que se expurgaran a costa de todos.

"¿Es legítimo? Desde un punto de vista estrictamente moral, para mí no, pero también he escuchado muchas veces “bueno, por lo menos que hagan cosas buenas con el dinero que nos roban”. Evidentemente es un discurso oportunista pero lo que también es cierto es que en el sistema cultural español, con los presupuestos públicos para cultura que siempre han estado en niveles muy bajos (incluso antes de la crisis) y la precarización de los profesionales de la cultura, estas fundaciones han hecho una función muy importante que podríamos catalogar de interés público. Para muestra de esto sólo hay que ver la debacle que supuso la desaparición de prácticamente todas las cajas de ahorro del Estado, y con ellas de sus fundaciones, que tenían un peso muy importante en la financiación y el apoyo de la cultura", argumenta Domènech.

Imagen vía la PAH

“Son debates morales importantes a tener en cuenta, pero sobre todo creo que deberíamos preguntarnos hasta qué punto se les permite a determinadas empresas que compren espacios público para limpiar su imagen. Al fin y al cabo, para ellos es un ejercicio de comunicación, de propaganda”, apunta Rowan a PlayGround. En su caso, Rowan no cree que exista ningún conflicto porque una entidad privada decida gestionar un centro de arte e invertir una gran cantidad de dinero para crear un edificio. Al fin y al cabo, "está en su derecho y de base puede no ser algo negativo si la empresa plantea un proyecto interesante". Para Rowan "la cuestión es más si los corruptos pueden lavar su imagen ocupando el espacio público o patrocinando eventos públicos, por ejemplo". En realidad, esto ya ocurrió, recuerda Rowan, el año pasado cuando se criticó si el Ayuntamiento de Barcelona podía tener como patrocinador oficial de las fiestas de la ciudad a la cerveza Estrella Damm tras la condena por fraude fiscal de sus directivos.

El año pasado, en el marco del Festival Millenni, el artista Nacho Vegas decidió trolear al banco Sabadell [principal patrocinador del festival] en el Palau de la Música, reivindicando la labor de la PAH y proyectando un vídeo en el que parodiaba un anuncio del Banc Sabadell.

El BBK ha conseguido que haya gente que asocie su nombre al de música que mola en un entorno precioso en lugar de asociarlo al del principal accionista de Kutxabank, el banco que ha ejecutado el mayor número de desahucios en Euskadi. Es como: ¡Tocan los Fleet Floxes en la ladera de un monte chulísimo, a quién le importa que haya una empresa criminal lavándose la cara con ello!

“Lo que me llamó la atención cuando nos llamaron para participar en el festival del Millenni fue esa estrategia de la mercadotecnia que llaman el naming, es decir, incluir el nombre de la empresa patrocinadora en el nombre del evento, de forma que se trataba en realidad del Banc Sabadell Festival del Millenni. De ese modo el banco estaba omnipresente en cada comunicación que se hacía de los conciertos. El Sabadell lleva años con una macrocampaña publicitaria cuyo objetivo fundamental ya no es vender productos, sino hacer un lavado de cara para que el banco parezca una empresa cercana, amable y elegante y la gente se olvide de las escenas de los lanzamientos (desalojos por desahucio) en los que la policía sacaba literalmente a rastras a las familias de sus casas”, explica Nacho Vegas a PlayGround.

Para él se trata de la victoria del “capital financiero en una batalla cultural” y considera que se puede patrocinar un evento cultural sin que la marca sea tan invasiva. Este año, por ejemplo, el mismo festival está patrocinado por una cervecera, “el cartel sigue siendo igual de estupendo”, pero en este caso no han invadido el nombre. El festival vuelve a llamarse Festival Milleni a secas.

Con el festival BBK ha pasado exactamente lo mismo, recuerda el artista: "El BBK ha conseguido que haya gente que asocie su nombre al de música que mola en un entorno precioso en lugar de asociarlo al del principal accionista de Kutxabank, el banco que ha ejecutado el mayor número de desahucios en Euskadi. Es como: ¡Tocan los Fleet Floxes en la ladera de un monte chulísimo, a quién le importa que haya una empresa criminal lavándose la cara con ello!".

¿CUÁL ES EL MODELO IDEAL? SI ES QUE ACASO EXISTE

¿Público o privado? Creo que hay tantos modelos como instituciones o empresas privadas hay. Por eso no se vale generalizar”, explica Pera. Para ella es esencial que se fijen unos objetivos y que se comprometan a cumplirlos. Esto es: que el centro tenga una razón de ser, que aporte un valor añadido al territorio [por ejemplo que se distinga de otras ofertas culturales que ya hay en la ciudad] y que esté vinculado culturalmente al territorio.

Pone dos ejemplos: “En Barcelona está la Blue Project Foundation que tiene una beca de residencia muy interesante para artistas; o la Han Nefkens, que abre una vía muy interesante por lo que se refiere al capital privado relacionado con el arte. Esta fundación ayuda a la producción de residencias trabajando con algunas instituciones de su territorio o ayudando a artistas a estudiar en los mejores centros, entre otras cosas. Hay proyectos del MACBA [centro público] financiados gracias a esta fundación y en este caso no depende de ninguna sede física".

Para Pera parece que, a veces, seguimos anclados en modelos obsoletos. "Los museos muchas veces se piensan como si estuviéramos en el siglo XIX. Yo tengo una colección de objetos, la expongo y para eso creo un gran edificio. Pero ya no nos movemos en esos parámentros, los modelos están cambiando y ya no se sostienen en esas infraestucturas físicas".

Creo que las instituciones deberían de tener más control social. Es decir, deberían haber representantes de movimientos sociales y sociedad civil en las juntas de dirección o patronatos. Esto ayudaría a establecer mejores mecanismos de control y así evitar escándalos

Rowan agrega algo más en torno al control y vigilancia de estos centros: “Creo que las instituciones deberían de tener más control social. Es decir, deberían haber representantes de movimientos sociales y sociedad civil en las juntas de dirección o patronatos. Esto ayudaría a establecer mejores mecanismos de control y así evitar escándalos como el reciente caso Ivam, Guggenheim, Palau,etcétera. El despilfarro y las corruptelas han sido notables”.

“En Xixón tenemos el caso de Laboral Centro de Arte, algo que parecía una buena idea y que en realidad nunca dejó de ser un chiringuito institucional infrautilizado, muy poco vinculado culturalmente a la ciudad y con contrataciones laborales que rozaban la ilegalidad. Ahora es una patata caliente con la que no saben lo que hacer. Pedimos desde diferentes colectivos y plataformas ciudadanas un centro social y cultural que pueda ser facilitado por el ayuntamiento mediante la cesión de espacio público para la autogestión ciudadana”, explica en este caso Nacho Vegas.

Una idea muy en la línea de lo que sugiere Domènech. Esta investigadora cultural pone el foco —sin que ello signifique que existe una "opción definitiva o mejor opción"— en proyectos que nacen desde comunidades ya existentes. Son proyectos muy diferentes, explica, bien vinculadas al territorio y que cumplen una función social, como Konvent 0, Espacio Tangente de Burgos o la Fabrika Detodalavida. "Me los creo más que cualquier iniciativa pública y privada con más presupuesto que en demasiadas ocasiones responden a 'ideas felices'".

Kovent 0

La Fundación Compromiso y Transparencia es una empresa que se encarga justamente de impulsar el buen gobierno y la transparencia en las instituciones y las empresas. Javier Martín Cavanna, director y fundador de la fundación, lo tiene claro: "El problema de nuestros museos es que no rinden cuentas. La mayor parte de los patronatos o juntas directivas tienen una función decorativa o representativa y están formados por personas elegidas por el gobierno de turno”, explica el experto.

Martín saca a relucir de nuevo el modelo británico: “En el Reino Unido los museos de arte más importantes como el British Museum o The National Gallery tienen un compromiso que los obliga a estar gestionados siempre por un patronato independiente sin vinculación política. El museo está obligado a plantear unos objetivos y una estrategia y solo si cumple esos objetivos el gobierno realiza el reembolso”, aporta

Otro asunto es el caso de las fundaciones o instituciones privadas. En este caso, Martín destaca dos aspectos: “Un asunto que hay que plantear es cómo deben reaccionar los Ayuntamientos cuando una empresa les propone poner en marcha una actividad. En este caso, le toca al responsable político autorizar o poner condiciones a dicha transacción y valorar la petición de la empresa”, agrega. Asimismo, el experto cree que en general hay una falta de innovación por parte de las empresas cuando abordan el tema del mecenazgo. “Muchas veces se cree que la forma de ayudar es simplemente financiando una exposición, pero a veces las empresas pueden ayudar mucho a los museos a que sean bien gestionados, a que sean más transparentes poniendo en práctica programas o modelos que ya utiliza la empresa, a descubrir nuevos públicos, a ayudar a sufragar los costes de algunas actividades”, explica el experto.

Algunas instituciones reclaman desde hace algún tiempo la Ley de Mecenazgo, una ley que plantea exenciones fiscales para los particulares que inviertan capital en obra artística. Algo muy extendido, por ejemplo, en Estados Unidos. Esta ley lleva años de retraso en España y su fecha prevista es para el año 2020.

Si la gente no dona en España no es por un tema fiscal. En Inglaterra no tienen ventajas fiscales. Se trata de un tema cultural y de tradición museística. Aquí se entiende que el estado tiene que garantizarnos la cultura. No los sujetos ni la sociedad civil

¿Pero sería la solución definitiva? “Si la gente no dona en España no es por un tema fiscal. En Inglaterra no tienen ventajas fiscales. Se trata de un tema cultural y de tradición museística. Aquí se entiende que el estado tiene que garantizarnos la cultura. No los sujetos ni la sociedad civil”, explica Martín, de la Fundación Compromiso y Transparencia. ¿Y cómo podemos potenciar esa cultura? “Yo te diría que los grandes museos tienen que contratar a profesionales. En los principales museos de España no hay ningún departamento de márketing dedicado a la obtención o recaudación de fondos. Si no hay profesionales formados para pedir dinero, ¿por qué va a llamar la gente con dinero para ofrecerlo? Los museos anglosajones reciben mucho dinero porque también hay gente muy preparada trabajando en eso”, explica.

Domènech también duda sobre el impacto que tendría esta medida. "No hay empresarios haciendo cola en ningún sitio con billetes y cheques esperando a que lleguen unas deducciones fiscales para repartir dinero a artistas y centros culturales".

Así, no es que aquí no donemos dinero, sino que ponemos el foco en otros ámbitos. No hemos otorgado tanto valor tradicionalmente a la cultura. “España, por ejemplo, es de los primeros países en donación de trasplantes o recaudación de ONGs y eso se debe a que son organizaciones que han aprendido a pedir dinero”, argumenta. Para Martín se trata de un tema educacional y de contratación de profesionales. Una mayor aportación de socios particulares contribuiría a sanear las cuentas de algunos de nuestros museos más deprimidos, sin llegar a dar todo el poder a grandes corporaciones ni pender de los frágiles hilos del Estado y sus recortes presupuestarios. Diversificar las fuentes de ingresos también es una forma de mantener la idependencia.

El bajo reconomiento de la cultura, recuerda Domenech, ha quedado muy patente durante las manifestaciones contra los recortes en España. ¿Quién se manifestaba con la marea roja en contra de los recortes culturales? Los profesionales de la cultura, no el conjunto de la ciudadanía que veía atacados sus derechos, como ocurría en la Sanidad o la Educación. La cultura en este país es muy de los de la cultura y en ese sentido también tenemos que hacer un trabajo de autocrítica todas las personas que nos dedicamos profesionalmente".

Rowan, investigador cultural, insiste en que un modelo basado en lo público es lo más satisfactorio para no pervertir la cultura . ¿Pero eso no es una utopía? "Hace tiempo que el sector viene pidiendo un ley de patrocinio para aumentar las aportaciones. Personalmente creo que el sistema de impuestos es mejor en cuanto a que redistribuye de forma equitativa o puede llegar a hacerlo. Si las grandes corporaciones tributaran como es debido, el Estado contaría con muchos más fondos".

Asimismo, Rowan recalca que los modelos basados en la filantropía —ya sea por parte de grandes empresas o particulares con importante capital— acaban beneficiando a artistas consolidados o eventos culturales espectaculares. "Los proyectos más experimentales o políticos apenas reciben ayuda, ni las comunidades latinas, negras, etcétera. Los proyectos controvertidos o complicados quedan marginalizados. En definitiva, es un buen modelo para mantener el status quo".

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