PlayGround utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de navegación. Si sigues navegando entendemos que aceptas nuestra política de cookies.

C
left
left
Artículo Los Beatles del rap ya tienen su 'Yellow Submarine': el problema con 'Culture II' de Migos Culture

Culture

Los Beatles del rap ya tienen su 'Yellow Submarine': el problema con 'Culture II' de Migos

H

 

'Culture II' es una buena muestra de cómo los servicios de streaming están arruinando la industria musical

víctor parkas

02 Febrero 2018 15:44

Lo estaba escuchando, ¿sabes? Estaba escuchando Culture II de Migos y algo no iba bien. No quiero decir que el disco fuese malo; no era malo. No es malo. Pasaba otra cosa. Como decían en Trainspotting sobre Lou Reed en solitario, con respecto a su trabajo con la Velvet Underground, “no, no es malo, pero tampoco está de puta madre, ¿cierto?”. Culture II adolecía de eso mismo: aunque estaba llamado a ser uno de los discos del año, su escucha no era todo lo satisfactoria comparado con el hype que lo precedía.

Para empezar, Culture II es terriblemente largo. El último disco de Migos tiene la misma duración que Dunkerque de Cristopher Nolan: hora y tres cuartos, clavados. Es, a todos los efectos, un álbum doble: dura casi dos veces más que el primer Culture, y su tracklist multiplica por dos el número de pistas. A priori, eso no tendría que hacer de Culture II un disco prescindible o aburrido: London Calling, Daydream Nation o Reflektor demostraron, cada uno en su época, las posibilidades plásticas y conceptuales de alargar la ya de por sí larga-duración.

¿La diferencia? London Calling, Daydream Nation o Reflektor, gusten más o menos, fueron concebidos y pueden consumirse como discos. Culture II es otra cosa.

Por ejemplo, y en palabras de Craig Jenkins, un “vertedero de datos”.

“Que Migos lancen 24 temas en Apple Music, Tidal y Spotify esperando tener el doble de reproducciones es la prueba que los raperos se han convertido en capitalistas autoconscientes”, escribe Jenkins en Vulture. “El grupo debería haber apostado por un álbum la mitad de largo y el doble de contundente pero, en su lugar, han decidido someterse al sistema de charts musicales que incentiva los contadores de reproducción al alza, dejando entrever que trucos baratos como éste casi siempre funcionan”, añade el periodista.

Culture II es la culminación de un plan de marketing que Drake inició con esa suerte de 'playlist' que es More Life: esos trabajos, lo único que tienen de 'álbum', es el nombre”.

Como señala Jenkins en su pieza, los contadores de las plataformas de streaming han pasado por encima de las ventas directas de un álbum a la hora de cifrar su éxito. Así, Drake, Migos, parecen poner más empeño en buscar formas de engrosar esos contadores, antes que ofrecer un producto a la altura de su talento creativo. El canadiense, lo hizo incluyendo Hotline Bling al final de esa lotería de temas que era Views; el trío de Georgia, enebrando, sin orden ni concierto alguno, una veintena de temas que se antojan ruido de Internet.

Que batiburrillos como Views y Culture II hayan hecho suyos el aquí-todo-vale propio de las playlists es, en la era del streaming, un camuflaje para la supervivencia. “En su carrera por hacerse con todo el poder y todo el control, Spotify ha priorizado su propio contenido, lo que hace que sea más difícil dar con un álbum que con una playlist”, señala Liz Pelly en The Baffler. “Spotify quiere que las playlists sean el mayor hallazgo de su plataforma, una 'innovación' que, aseguran, está motivada por los hábitos de consumo”.

¿La realidad? La primacía del modelo playlist solo responde a intereses empresariales. “Es la única forma en la que Spotify puede probar, ante los inversores, su solvencia como plataforma”.

Culture II tiene, así, más de claudicación que de propuesta artística. Migos parecen haber entendido como nadie que Apple Music, Tidal y Spotify no es que estén en la carrera por imponerse sobre sellos y discográficas, sino que ya lo han hecho. En ese escenario, cualquier control de calidad que pueda hacer primar lo cualitativo sobre lo cuantitativo significa, para los ingresos de un grupo mainstream como Migos, tirar el dinero a la basura. Más canciones se traducen en más plays, y más plays en más ingresos. Como lógica, huele a puro azufre.

Pese al triunfalismo con el que, desde algunas cabeceras, se ha celebrado el impacto positivo del streaming en la industria musical, cada vez son más las voces que discuten las bondades de las plataformas digitales para la que productos como Culture II están concebidos. “Más del 99% de todo el tráfico consumido en los servicios de streaming viene del pequeño tanto por ciento que suponen las canciones más escuchadas del top ten”, advierte Damon Krukowski en Pitchfork. “Por supuesto, los lanzamientos más populares siempre dominaron el mercado musical, pero esa brecha, en lugar de reducirse, se ha hecho mayor con los nuevos servicios de reproducción”.

Cuando Spotify es a la música lo que un fondo de inversión a la vivienda, es normal que maniobras especulativas como Culture II salgan a la luz.

El problema, pero, ya no es solo que el artista se convierta en gentrificador de su propia industria, sino en el detrimento de calidad que, a cambio de ello, reciben sus fans. Si Migos son, como dijo Donald Glover, “los Beatles del rap”, podríamos decir que el trío de Georgia ya tiene su Yellow Submarine: el disco más cuestionable de los de Liverpool nació como merchandising de una película de título anónimo; Culture II, casi cinco décadas más tarde, también cumple la función única de comparsa promocional. ¿El producto a comercializar?

Estás pagando 9,99 cada mes por él.

share