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‘Camping’ o cómo el talento de Lena Dunham está envejeciendo prematuramente

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Lena Dunham se queda detrás de las cámaras en ‘Camping’, una serie de humor blanco en el sentido intrínseco de “humor blanco”

víctor parkas

19 Octubre 2018 12:38

“El campo”, concluyó Joaquín Reyes en uno de sus monólogos seminales, “es un sitio dónde vas a pasarlo mal para luego contarlo”. En esa línea de pensamiento, Camping sólo funcionaría en tanto que su propuesta fracasara. Y Camping funciona: la nueva serie de Lena Dunham atormenta como el guijarro clavándose en la espalda, irrita como la picadura en el tobillo, hace aflorar la nostalgia por la urbe asfaltada.

Camping es una caída, pero una que te deja entre las ramas y todavía lejos del suelo. Adaptación de un show homónimo y de acento británico, esta vuelta a HBO del tándem Dunham/Konner venía envuelta en una expectación comprensible: Girls, con sus altibajos, había calado hondo en toda una generación de streaming-videntes, y su sucesora tendría que venir dispuesta a demostrar que el talento de Dunham no había sido flor de un día.

La serie presenta a Kathryn (Jennifer Garner), una it woman que convoca a todos sus amigos alrededor de un camping para celebrar el cumpleaños de su esposo Walt (David Tennant). El salto generacional con respecto a Girls es evidente: Lena Dunham, quizás por la influencia de su compinche Jenni Konner, ha pasado de radiografiar a la clase creativa millenial para centrarse en los influencers de la generación X.

Si Woody Allen, de un tiempo a esta parte, viene delegando las funciones de alter ego en actores más jóvenes que él, Dunham hace justamente lo contrario: apostar por unos personajes instalados en crisis que no le son pretéritas, sino futuras en el mejor de los casos. La artífice de Girls, como deudora del estilo Allen y aunque conduzca en sentido contrario, llega a la misma conclusión que el director de Annie Hall: la paz, si es que la hay, se encuentra tras las cámaras.

Aunque los pecados de Dunham nunca alcanzarán, ni de lejos, las cotas de los de Allen, son suficientes para que la creadora necesite mantener un perfil bajo. Su “ojalá hubiese tenido un aborto”, su son “denuncias falsas” en medio del #MeToo, su cada vez más problemático feminismo blanco: Lena Dunham, en paralelo y como Kanye West, lleva más de un año revolviéndose en un pozo que no parece tener fondo. Si han de venir patadas, mejor que se las lleve Jennifer Garner.

Su Kathryn parece ideada, de hecho, como una mujer de paja: el personaje de Garner es una parodia tan extrema del progresismo-blanco-de-clase-media-alta que sólo puede haber sido diseñada para blanquear, por agravio comparativo, el progresismo-blanco-de-clase-media-alta de su propia autora. Adicta a Instagram, control freak, demócrata del ala puritana: Kathryn está escrita y descrita con esa misoginia tan Judd Apatow; esa misoginia tan nueva comedia.

Los hijos están condenados a repetir los errores de sus padres, aunque nadie dijo que tuvieran que hacerlo tan pronto: Camping es tan prescindible para la comedia como Wonder Wheel, pero duele pensar lo rápido que ha emprendido Dunham la carrera hacia la irrelevancia. Como esos partidos rupturistas que, sin haber ostentando todavía el poder, acaban sucumbiendo a las comodidades socialdemócratas, la autora de Girls ya ni siquiera parece interesada en el bienestar de sus (fan)bases.

Sea o no consuelo, Camping les servirá para pasarlo mal. Y luego, contarlo.

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