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Artículo El confeti es violencia... Culture

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El confeti es violencia...

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... y el machismo no existe, ¡saluda a cámara!

V.P.

23 Noviembre 2018 14:41

El pacto final que se establece en una cámara oculta entre victimario y víctima es: «Lo que acaba de ocurrir estaba preparado y forma parte de una ficción. Mira —señala—, ahí tienes la cámara. Firma este papel para cedernos tus derechos de imagen. Corre raudo a casa y siéntate en tu sillón favorito. Vas a salir en la tele y estás encantado, gilipollas».

Una cámara oculta es, pues, una ficción.

Los payasos con hacha no existen. Los ataúdes en ascensores no existen.

Las arañas gigantes no existen.

¿El machismo? Al menos en su versión trajeada y antropomórfica, no existe. El machismo que te aborda por la calle y que te violenta con confeti no existe.

«Mira —señala de nuevo—, saluda a cámara».

Una cámara oculta es, decíamos, una ficción. «La ficción nos permite gozar, nos permite pensar», me contaba Guillermo Zapata el año pasado, «la ficción nos permite colocarnos en el mundo». Nuestras reacciones a una ficción —como espectadores internos de una cámara oculta, como espectadores externos de una cámara oculta— también nos definen.

Cada «no vaya a ser que te pegue una hostia y te rompa la cara», cada «hay mucha feminazi suelta que a mí me está amargando la vida», cada golpetazo de periódico acompañado de un «¡Qué te vayas, cojones!» tienen, si bien no que definir a sus autores, si avergonzarles lo suficiente poco como para delegar los derechos sobre su imagen.

Pero no hay de qué avergonzarse: los machistas, como los payasos asesinos, como los muertos en ascensores, como las arañas tamaño familiar, no existen. Ve a la sección de comentarios de Hola, soy tu machismo. ¿Qué hay? No hay nada. Y no lo hay, como recuerda Ernesto Castro, «por las burradas que se estaban diciendo en ellos».

«Los mismos que salen en defensa de los humoristas cuando estos se meten con alguna minoría suelen ser incapaces de encajar una broma acerca de su machismo, no digamos ya de reconocerlo francamente (y, lo que es más importante, hacer algo para cambiarlo)», añade el filósofo. «La línea Maginot del patriarcado».

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