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Culture
A lo largo de ocho años, la fotógrafa argentina Eleonora Ghioldi ha retratado y recogido los testimonios de mujeres violentadas por el hecho de serlo
29 Noviembre 2019 02:46
Son más de 50 mujeres –cis y transgénero– de distintas edades, colores, orígenes y clases. Cada una de ellas, en la naturalidad de su casa, mira directo a la cámara de la fotógrafa Eleonora Ghioldi. Todas han sufrido algún tipo de violencia sexual o institucional y accedieron a contar su historia en un espacio de confianza.
El proyecto artístico se llama Guerreras, porque otro elemento común en las retratadas es su espíritu de lucha. “No quería que fuesen revictimizadas: ellas se sienten sobrevivientes”, explica la autora en entrevista con PlayGround.
La argentina Eleonora Ghioldi vivía en Los Ángeles, California, cuando comenzó a producir este trabajo, en 2011. En aquel momento, recuerda la artista desde Buenos Aires, “la violencia de género se veía de forma muy distinta. Las mujeres lo vivían con mucho más vergüenza y privacidad”.
Faltaban todavía algunos años para que surgieran, en las redes y en las calles, movimientos reivindicativos como #MiPrimerAcoso o #NiUnaMenos, en América Latina, y #MeToo, que comenzó en Hollywood y se extendió al resto del mundo. “Es una lucha que hicimos entre todes”, comenta Ghioldi. “Ahora podemos hablar de esas violencias y al hacerlo, contribuimos a que no se vean como algo natural”.
Las primeras tres mujeres que participaron en el proyecto eran amigas de la fotógrafa. Dos de ellas habían sido violadas por hombres cercanos. La tercera había sido abusada por un desconocido en la playa. Ellas mismas escribieron su testimonio en el retrato impreso hecho por Ghioldi y así comenzó a tomar forma la serie.
“El trabajo comenzó como algo muy personal, para darle un espacio a mis amigas”, narra la fotógrafa. “Después me fui dando cuenta que esta violencia tenía mucho de estructural, que la cultura de la violación no tiene fronteras”.
Ghioldi decidió usar solo el método de boca en boca para encontrar otras mujeres sobrevivientes de violencia de género: “Yo quería demostrar que esto le ha pasado a la mayoría de las mujeres, que no necesitaba ir a una organización para encontrar testimonios”. Al principio no fue sencillo. “Cuando contaba lo que estaba haciendo y preguntaba si conocían a alguien, lo primero siempre era ‘No, no conozco a nadie’. Hoy sería increíble esa respuesta”.
Heather tenía tres años y medio cuando fue abusada por su abuelo: “Sucedió al menos una vez. Quizá más de una vez. Me sentí sucia y distinta desde ese día. Cambió el curso de mi vida. Todavía sufro de baja autoestima. El regalo que llegó a partir de esa experiencia fue la posibilidad de entender y ayudar a sanar a otras personas como yo”.
El testimonio de Heather está escrito en inglés –su lengua materna– en el margen inferior de su retrato. Conforme avanzaba el proyecto, las narraciones de algunas mujeres fueron registradas también en audio, como una forma de lograr una comunicación más directa entre la emisora y los receptores.
“Quise que los testimonios viniesen de ellas, por eso no se modifica ni el idioma”, explica la autora. “El objetivo era darles su voz, porque las mujeres venimos de una historia en la que no somos escuchadas. La violación es uno de los pocos crimenes que no se cree a quien lo denuncia”.
Las más de 50 historias recogidas por Ghioldi abarcan desde el abuso sexual hasta el feminicidio. Hay casos de pedofilia, de violaciones, de esterilización forzada y otras violencias institucionales, como las violaciones y torturas cometidas durante la última dictadura militar en Argentina.
También es amplio el abanico de relaciones con los abusadores: padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, amigos de la familia, desconocidos, conocidos, médicos, profesores… “Me di cuenta de que las mujeres no estamos a salvo, ni en lo público ni en lo privado, de tener una experiencia de violencia sexual”, dice la fotógrafa.
Otra revelación de Guerreras fue que no todas las mujeres sufren las mismas clases de violencia. Esto quedó reflejado en las historias de dos inmigrantes pobres en Los Ángeles, quienes no hablaban inglés al momento de ser violentadas. Una de ellas fue esterilizada en un hospital sin su consentimiento. La segunda fue violada por un médico cuando acudió a una clínica para tener un aborto legal.
“Este caso en particular me parece muy importante en el contexto de los abortos clandestinos”, afirma Ghioldi. “Cuando una mujer tiene un aborto en situación de clandestinidad y es abusada sexualmente, no tiene posibilidad de denuncia”.
El siguiente testimonio es de Marcela Morera, madre de Julieta Mena, quien fue víctima de feminicidio en Argentina:
“Querida hija: hice todo lo que pude para hacerte dar cuenta que ese hombre no te merecía. No supe qué más hacer. Perdón. Recordá que vos sos ‘mi sol, mi luna y mis estrellas’. Te amo y te amaré lo que me reste de vida y te prometo ayudar a todas las mujeres que pueda. Hasta el reencuentro mi bella July. Mamá”.
También son parte del proyecto algunas madres que perdieron a sus hijas en Ciudad Juárez, México, un sitio conocido por sus altos niveles de violencia hacia las mujeres. Hasta allí viajó Ghioldi cuando se convenció de que su trabajo no estaría completo si no incluía testimonios sobre la forma más extrema de la violencia de género.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en 2018 se registraron 3,529 feminicidios en la región. Es decir, casi 10 asesinatos al día. Los países donde la tasa por cada 100 mil habitantes es mayor son El Salvador (6.8), Honduras (5.1), Bolivia (2.3) y Guatemala (2.0).
El proyecto de Eleonora Ghioldi ha sido exhibido en varias ciudades de Argentina, donde ha recibido diversos reconocimientos de las autoridades locales. Y recientemente, una parte de la serie se mostró en Guadalajara (México). Otras piezas de la serie pueden verse en las cuentas de Facebook, Instagram y Twitter.
Tras ocho años de investigación y producción, la artista y activista sostiene que todas las formas de la violencia hacia las mujeres “son herramientas de tortura y disciplinamiento: desde el acoso callejero hasta el feminicidio”. Ghioldi está convencida de que “el primer paso para romper el círculo patriarcal de violencia es hablar y no sentir vergüenza. Por eso existe Guerreras”.
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