Tras 200 años de actividad, el Museo del Prado anuncia que abrirá sus almacenes para recuperar la obra de treinta mujeres pintoras injustamente olvidadas.
Aún con resaca de #8M me despierto con esta noticia: “El Prado escucha (por fin) a las artistas silenciadas”. El Prado, probablemente el museo más importante de España, el lugar de reunión de la principal pinacoteca de España.
El evento no llamaría la atención si no hubiera ese “por fin” inmiscuyéndose en el titular. ¿Por fin? Si echamos una ojeada a la historia del museo no es difícil entender qué está pasando. Ahí van algunos datos. Nunca una mujer ha dirigido el museo en 200 años. No fue hasta 2016 que el Prado organizó una exposición íntegramente dedicada a una mujer pintora, Clara Peeters. Por último, y quizás lo más relevante: centenares de obras de mujeres artistas se acumulan en los archivos del museo sin que nadie las conozca y por tanto puedan ser reivindicadas.
Con motivo del Día de la Mujer, las trabajadoras del museo prepararon un vídeo que reivindica la figura de Concepción Figuera, una pintora del siglo XIX que tuvo que firmar sus cuadros con un pseudónimo, Luis Lármig, para que su obra fuera juzgada únicamente por su valía, independientemente de su condición de mujer. La obra acumuló todo tipo de buenas críticas, pero ello no bastó para que la autora pudiera firmar con su nombre.
Pues bien, en un acto de replanteamiento histórico, el museo se ha propuesto remendar el error histórico y ha organizado una exposición que abrirá sus puertas a finales de mes a ella y 29 artistas más. Título de la exposición: “Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931)”. ¿Soy yo o me parece el peor de los títulos posibles? Según la RAE una invitada viene a ser una persona que ha recibido invitación para acudir a un evento. ¿De verdad hace falta que alguien invite a todas aquellas mujeres que han permanecido ocultas en los armarios del museo durante años y años?
Una respuesta a esta falta de respeto supino la encontramos en el nuevo libro de Peio H. Riaño, “Las invisibles. ¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres?”, quien se pregunta, esta vez sí, acerca de este asunto con toda su contundencia. Dividido en tres secciones, el libro afirma: que las mujeres han sido silenciadas durante siglos; que la representación de la mujer en el arte siempre ha sido sesgada por los ojos del hombre, hasta el punto de generalizar prácticas tan degradantes como la pedofilia o la violación; y, por último, que la gestión, la promoción, el reconocimiento del propio legado no es algo "inocente", como demuestra el hecho de que en ninguno de estos tres ámbitos la mujer sale bien parada.
Cuando se trata de priorizar lo que nos es dado ver y lo que mantenemos oculto, hay que escuchar más y resistirse menos, viene a reblar el libro. No podría estar más de acuerdo.