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Artículo 'Man in an orange shirt' es una crítica al amor en tiempos de Grindr Culture

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'Man in an orange shirt' es una crítica al amor en tiempos de Grindr

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\'Man in orange shirt\'
 

La miniserie ‘Man in an orange shirt’ conmemora el 50 aniversario de la despenalización de la homosexualidad en Inglaterra y Gales

Rubén Serrano

05 Diciembre 2018 17:23

En el Reino Unido de 1947 el amor homosexual era clandestino y se tenía que vivir de puertas para dentro porque en el ámbito público las relaciones entre dos personas del mismo sexo estaban totalmente prohibidas. Seis décadas después por fin gozamos de plena libertad para amar. Sin embargo, la homofobia todavía sigue presente en los recovecos de nuestra sociedad, debido a que históricamente hemos sido considerado unos parías, y es justamente esta huella vital tan difícil de borrar la que todavía cargamos a nuestras espaldas y la que nos está causando un daño a veces irreparable.

Esto es lo que explora Man in an orange shirt, una producción de la BBC que se acaba de llevar el Emmy Internacional a Mejor Miniserie. La cadena británica emitió esta joya con guion del escritor Patrick Gaze, que ha reconocido haberse inspirado en su propia familia, para conmemorar el 50 aniversario de la despenalización de la homosexualidad en Inglaterra y Gales. La Sexual Offenses Act (1967) marcó un antes y un después, ya que hasta entonces ser gay era un crimen que se pagaba con penas de prisión e incluso con castración química, como le sucedió a Alan Turing, el matemático que ayudó a descifrar los códigos nazis.

Con un tono melancólico que bebe de London Spy, otro drama gay firmado por la BBC, la miniserie se adentra en el accidentado romance de dos parejas cuyas historias están interconectadas. En un lugar se encuentran Michael Berryman (Oliver Jackson-Cohen) y Thomas March (James McArdle), dos veteranos de guerra que se enamoran en el Londres del final de la Segunda Guerra Mundial, y en otro Adam Berryman (Julian Morris) y Steve (David Gyasi), que inician una aventura en la actualidad. El nexo de unión de este cuarteto es Flora, interpretada por ni más ni menos que Vanessa Redgrave, una de las grandes fieras del West End con más de una treintena de títulos a sus espaldas.

Steve (David Gyasi), Adam (Julian Morris), Thomas (James McArdle) y Michael Berryman (Oliver Jackson-Cohen) en una foto promocional. / BBC

(Contiene spoilers de aquí hasta el final)

Libertad pervertida

Este entramado compuesto por los dos soldados, el veterinario y el arquitecto sirve para explorar cómo los hombres gais se enfrentan al amor en dos épocas totalmente opuestas en cuanto a tolerancia de la homosexualidad. Así, mientras que los primeros tuvieron esconderse para entregarse mutuamente, los segundos viven su sexualidad sin ninguna restricción para caer sumidos en la trampa de apps de ligue como Grindr.

Lo que caracterizó la relación de Michael y Thomas radica en que, a pesar de que su amor era ilegal para el mundo, llegaron a conocerse y a crear una unión inmortal que ha perdurado en el tiempo en forma de obra de arte. Sin embargo, esa prohibición ha permutado hoy en día en un hedonismo efímero y en una satisfacción exprés de nuestras pulsiones, que a veces pueden resultar frustrantes.

Muchos hombres homosexuales verán en Adam Berryman su reflejo: un joven pegado a la pantalla de Grindr, buscando sexo fácil dónde sea, con quién sea y cuando sea y que ni tan siquiera duda en abandonar una velada familiar o con amigos para complacer su lado animal. La reflexión es clara: ¿para qué estamos usando el sexo? ¿Estamos frivolizando la libertad que hemos conseguido para follar como locos vía aplicaciones? ¿Hay acaso algo traumático detrás de estos encuentros sexuales aleatorios en los que reducimos al otro a un trofeo inmediato y deshumanizado?

Avergonzarse de ser gay

Man in an orange shirt pone de manifiesto que, aunque la homofobia explícita de la sociedad se está diluyendo cada vez más, aún queda latente una más dañina: la homofobia interiorizada. Siguiendo las tesis de Matthew Todd en su libro Straight Jacket: How to be gay and happy, vivir en un entorno que te regaña por ser diferente, hace que asumamos que hay algo mal en nosotros y que, en último lugar, nos lleve a autorechazarnos.

Adam tiene 34 años y poca gente sabe que es homosexual. Está sumido en una espiral de sexo rápido, oculto, a poca luz y en cuartos oscuros. El sexo, al igual que su orientación sexual, lo vive en silencio para que no le afecte y para que no le deje huella. Adam tiene miedo de lo que es en la calle y miedo de lo que es en la cama. Además, y por si fuera poco, vive en el sótano de la casa de su abuela; la metáfora definitiva de su existencia.

“He sido avergonzado toda mi vida”, le grita a la mujer que le da cobijo. Ciertamente, Adam se avergüenza de ser gay y ha asimilado el mensaje de que ser homosexual está mal visto hasta tal punto que, tras tener sexo, se frota la piel con fuerza para limpiar el acto impuro que cree que acaba de cometer. Aunque por fuera todo indica que estamos bien, por dentro nuestra salud mental no dice lo mismo.

Adam (Julan Morris) junto a su abuela Flora (Vanessa Redgrave). / BBC

El sexo como medicamento

Adam mantiene un paralelismo claro con Johnny Saxby (Josh O’Connor) de la película británica Tierra de Dios. Ambos entienden el sexo con hombres como un acto crudo, descarnado, casi violento y autómata, que los deja más vacíos emocionalmente de lo que ya estaban antes. Ninguno de los dos sabe cómo relacionarse con chicos ni sabe cómo mantener una relación de confianza y pasión. Lo que a primera vista parece adicción al sexo es, en realidad, un placebo para intentar curar el rechazo propio que sienten, su soledad y sus frustraciones.

Como todos nosotros, Adam necesita amor y, al no tener ni siquiera una buena concepción de sí mismo, busca la validación en sus citas exprés. El auto odio en hombres homosexuales, tesis que también desarrolla el estadounidense Alan Downs en su magnífica obra The velvet rage, proviene por asumir esos inputs negativos sobre nuestra orientación sexual y por la negación de nuestros seres más queridos, en este caso la figura paterna. A Adam le faltaban sobre todo referentes positivos de hombres homosexuales.

Michael y Thomas no podían pasear juntos ni hacer planes fuera de casa porque eran literalmente ilegales. Ahora que podemos hacer libremente todo lo que la sociedad nos privó una vez de hacer, tenemos que enfrentarnos a algo casi más doloroso: la vergüenza que muchas veces sentimos de nosotros mismos.

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