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Artículo Margot Robbie renunció a ser una sex-symbol para que Hollywood sea más femenino Culture

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Margot Robbie renunció a ser una sex-symbol para que Hollywood sea más femenino

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Fue la "rubia más sexy de la historia", pero Margot Robbie siempre tuvo otros planes. Así es como la actriz cambió su destino convirtiéndose en una productora de éxito

Franc Sayol

11 Febrero 2020 13:26

El verano de 2016 fue el de Margot Robbie. Esto, al menos, decía Vanity Fair en su número de Agosto. En la portada, la foto de Patrick Demarchelier la mostraba en enfundada en un bikini blanco, con la cabeza ladeada y la mano en su melena rubia. En el interior el perfil de Rich Cohen la presentaba como la nueva “vecina de al lado” de Hollywood. En ambos casos, el foco era su belleza. La idea que uno se llevaba de aquel artículo es que Robbie era la nueva rubia del momento. Que su estrella se apagaría tan pronto como otra actriz joven, bella y ambiciosa ocupase su lugar. Pero conformarse con un verano habría sido admitir que una mujer solo cuenta cuando es radiante.

Aquel artículo no fue el único que supeditó la carrera de Robbie a su aspecto. Hasta cierto punto era comprensible. Venía de darse a conocer como Naomi Lapaglia en el Lobo de Wall Street, una película cuyo guión describía a su personaje como “la rubia más sexy de la historia”. Aquel papel la convirtió en una sex symbol. O, como escribió Vogue, la “alojó permanentemente en la libido masculina colectiva”. Pero lejos de acomodarse en el prototipo de mujer cañón, trabajó para reorientar la atención del público lejos de su cuerpo.

Hoy, Robbie acumula dos nominaciones a los Oscars y tiene su propia productora, LuckyChap. Encarna un nuevo modelo de superestrella femenina, que no solo triunfa en taquilla sino que decide cómo hacerlo. Una manera de llevar las riendas de su carrera que hasta hace poco parecía reservada a los actores masculinos. Ellos siempre tuvieron el poder, el dinero y la influencia necesarias para poder fundar sus propias productoras. LuckyChap quiere acabar con la masculinidad del negocio del cine, y por ello está centrada en promover el talento femenino.

Robbie no imaginaba nada de esto. Creció en una granja del noroeste de Australia. Es decir: muy lejos de todo. Fue una chica de campo que nunca se planteó actuar. Empezó a trabajar en la adolescencia para ayudar a su madre y a sus tres hermanos, a los que su padre había abandonado cuando ella todavía iba en pañales. Fue camarera, hizo bocadillos en Subway y limpió casas. Con 16 años hizo su primer papel en una pequeña película independiente. Suficiente para que , una vez acabado el instituto, se mudara a Melbourne y se presentara en casting de Neighbours, la telenovela más longeva de la historia del país. Logró el papel.

La serie se le quedó pequeña muy pronto. Tras trabajar en su acento americano, se mudó a Los Ángeles y consiguió un papel en Pan-Am, una serie que intentó capitalizar la nostalgia mid-century post-Mad Men pero que no llegó a la segunda temporada. A Robbie no le importó demasiado. Primero, porque no le convencía el cambio de rumbo impuesto por los ejecutivos de ABC tras los decepcionantes resultados de audiencia. Segundo, porque estaba a punto de conseguir el papel que la lanzaría al estrellato.

Su interpretación de mujer trofeo en El Lobo de Wall Street catapultó su carrera. Tras el éxito de la película le llovieron ofertas de papeles similares al de Naomi, pero los rechazó todos. Unos años antes, cuando estaba preparando su salto a los Estados Unidos, un agente australiano le había advertido que lo primero que le iban a preguntar al llegar sería qué quería hacer con su carrera. Tras darle muchas vueltas, su respuesta se redujo a tres palabras: 'calidad', 'versatilidad' y 'longevidad'. Había llegado el momento de demostrar que seguía comprometida con estos objetivos.

Cuando una estrella brilla en exceso tiene más números de convertirse en fugaz. Es por ello que a pesar de encadenar una serie de proyectos decepcionantes – Focus, Whiskey Tango Foxtrot, Tarzan-, Robbie siguió luchando por el ideal que tenía en su cabeza. Si algo le enseñaron los fracasos es que para alcanzar la longevidad a la que aspiraba tenía que ir más allá de aceptar o rechazar ofertas y empezar a construir sus propios caminos. Por ello fundó la productora LuckyChap junto a tres amigos y el asistente de dirección Tom Ackerley, que más tarde se convirtió en su marido.

En un primer momento su belleza le había ayudado a lanzar su carrera, pero nunca quiso quedar reducida a una cara bonita. “No quería leer otro guión en el que era la esposa o la novia, solo un catalizador para la historia masculina”, dijo a Harper's Bazaar. Convertirse en productora fue su manera de liberarse de las constricciones del patriarcado de Hollywood. Una idea que se vio reforzada tras el estallido del #MeToo.

La primera película producida por LuckyChap fue I, Tonya, el biopic de la patinadora Tonya Harding, conocida por su implicación en el ataque que sufrió su rival Nancy Kerrigan en 1994. El papel requería que Robbie se 'afeara' con pelucas desaliñadas, ropa poco favorecedora y prótesis para agrandar sus músculos. Pero su interpretación fue mucho más que una transformación física. Su retrato del alma herida de Harding le acabó valiendo nominaciones al Globo de Oro y al Oscar. Y el buen recibimiento de la película confirmó que LuckyChap iba en la dirección adecuada.

Desde entonces, no todo han sido aciertos para la productora. Terminal fue estrenada directamente en la televisión y Dreamland todavía está buscando distribuidor. Pero también ha lanzado Birds of Prey, el spinoff de Suicide Squad, y Promising Young Woman, que está siendo recibida con grandes elogias por parte de los críticos que han podido verla. Paralelamente, LuckyChap se ha asociado con la guionista Christina Hodson para crear el Lucky Exports Pitch Program, una iniciativa a través de la que seis mujeres guionistas, cuatro de ellas mujeres de color, han desarrollado ideas que ahora están siendo producidas por Hodson y LuckyChap.

Desde el principio, la prioridad de LuckyChap han sido los proyectos centrados en la mirada femenina. Tanto Birds Of Prey como Promising Young Woman están escritas y dirigidas por mujeres. Esto se nota en detalles como, por ejemplo, en el vestuario de Harley Quinn en Birds Of Prey, menos gratuitamente sexy que en Suicide Squad. O en el hecho de que la presencia del Joker no sea necesaria para contar su historia.

Contrastes que también saltan a la vista cuando se tienen en cuenta las películas ajenas a la productora que ha rodado Robbie. El hecho de que su personaje Once Upon a Time in Hollywood prácticamente no hable suscitó una gran controversia. Pero la cuestión no es que Tarantino deje de hacer películas centradas en una mirada masculina. Si no que también exista la posibilidad de que se rueden proyectos desde otras perspectivas.

Hablando de Tarantino. En un perfil que le dedicó Vogue el pasado verano, Robbie explicó que para conseguir el papel de Sharon Tate escribió una carta al director declarándose fan y explicando que le encantaría trabajar con él. Una historia que, al igual que la que cuenta la película, suena a otra época: una actriz prometedora escribe una carta de admiración a un autor con la esperanza de aparecer en una de sus películas. Pero del mismo modo que la Robbie actriz sabe que para pasar a la posteridad tiene que aparecer en películas como Once Upon a Time in Hollywood, la Robbie productora sabe que Hollywood está cambiando. Y quiere ser una de las mujeres que lidere la nueva era.

No es la única: actrices como Reese Witherspoon, Charlize Theron y Viola Davis, entre otras, también han fundado sus propias productoras. Todas ellas tienen en común que no solo desarrollan proyectos para su propio lucimiento, sino que apuestan por historias y puntos de vista distintos, que desafían los esquemas que han prevalecido hasta ahora. Robbie, además, cuenta con la ventaja de su juventud. Todavía no ha cumplido los 30 y recibió su primera nominación al Oscar como productora con 26. Si hay una mujer con potencial para cambiar el paisaje de la producción en Hollywood es ella.

En el mencionado número de Vogue, Robbie protagonizaba la portada. Pero esta era muy distinta a la de Vanity Fair en 2016. La foto no era un posado en la playa sino un retrato en un estudio. Su mano no acaricia su pelo sino que agarra su blusa. Su mirada no es seductora sino desafiante. El contraste entre ambas portadas ilustra a la perfección cómo ha cambiado la percepción que los medios -y por ende el público- tiene de ella. No proyecta una fantasía sino que expone una realidad. Ya no la tratan como “la rubia más sexy de la historia”. Sino como una productora trabajando para cambiar las reglas de Hollywood. Esta vez, el enfoque sí era acertado.


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