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Entrevista “Parte de los progres se queda solo en la espuma del café” Culture

entrevista

Niño de Elche

“Parte de los progres se queda solo en la espuma del café”

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19 Julio 2018 09:14

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El Niño de Elche comenzó en tablaos flamencos tradicionales para convertirse en una bomba de relojería del panorama artístico español. Kanye, Rosalía, Noelia Cortés, C. Tangana, Valtonyc, la izquierda, la monarquía o la presunta corrección política son solo algunos de los temas con los que lanza dinamita por la boca.

Francisco Contreras, El Niño de Elche (Elche, 1985), está en Barcelona trabajando a destajo. Está en casa de Sergi Cameron, productor de Nanouk Films y director de entretenimiento de PlayGround. Ambos planean su próximo proyecto: viajar a Bolivia para mezclarse con artistas y músicas autóctonas y que El Niño de Elche se empape de eso para crear algo totalmente nuevo. Porque él no busca nada. “Hay una diferencia grande entre buscar y experimentar. En la búsqueda se supone que hay una idea preconcebida de lo que vas a encontrar, mientras que en la experimentación siempre surgen nuevas cuestiones”, dice.

El proyecto comienza en agosto y no tiene nada que ver con lo que El Niño de Elche ha hecho hasta ahora. Quizá sea esta una de las señas identitarias de su carrera artística: el desplazamiento continuo —que no crecimiento— a través de los interrogantes y la ausencia de una cadena de transmisión y un resultado. En los últimos años, nueve, El Niño de Elche, ha hecho flamenco con electrónica, jazz, canción de autor, poesía y performance. Es un proscrito del flamenco, para los puristas. Él huye de definiciones, aunque se ha convertido en un artista flamenco heterogéneo y, como mínimo, polémico. Por ejemplo, cuando afirma que Noelia Cortés, la tuitera que señaló a Rosalía por apropiacionismo del flamenco, “es una señora totalmente desinformada, fanática, racista y con unas pretensiones que no tienen nada que ver con lo artístico”.

El de Elche prosigue: “Son pretensiones de estigmatizar unas formas de hacer. Es un delirio señalar a alguien por decir una palabra en caló, como si el caló lo hablaran todos los gitanos y fuera una lengua oficial de toda la supuesta etnia gitana. Si yo canto una farruca en catalán en mi último disco, ¿me estoy apropiando de lo catalán? Es absurdo. Los flamencos, una práctica que han tenido siempre es, no sé si apropiarse, pero sí intoxicarse. El flamenco es un arte muy degenerado, es bastardo por esencia”.

Cantaor

Todo, sin embargo, comenzó por el clasicismo. Nació en una casa donde vinculaban el flamenco al prejuicio extendido de la noche y las malas compañías. No lo entendían. Como suele suceder, se dio la paradoja de que su padre era aficionado a la música flamenca. También lo era su abuelo, su hermano mayor, un amigo que era conserje y que vendía cintas en el mercado, y otro amigo que montaba fiestas. En esas fiestas, con 8 años, el Niño de Elche comenzó a tocar la guitarra. Sus referentes fueron Paco Cepero, Juan y Pepe Habichuela, Enrique de Melchor… “A mí me gustaba mucho acompañar a los cantaores, pero realmente lo que yo quería era cantar”, dice.

Así, contra la voluntad de su padre, se presentó a los 10 años a un concurso de cante. Los concursos —y ganarlos— eran la única forma con la que convencer a su familia. “Era una especie de niño prodigo”, asegura. Pero cuando los concursos se pusieron serios y compartía escenario con gente de 40 o 50 años, quedó relegado. Sus padres le dijeron entonces que no era bueno o que no servía para el flamenco. El de Elche buscó incluso estudios que le llevaran a ser cantaor profesional para contar con ese respaldo, pero no encontraba nada. Hasta que se fue de casa.

“Las prácticas artísticas tienen que plantear un espacio. No tanto la reivindicación militante o populista sino espacios para que se debata. Ese es el gran cambio que hay en el siglo XXI”

Se coló en un concurso importante solo para andaluces, fingiendo que vivía con unos tíos de Roquetas de Mar. Ganó medio acatarrado, pero El Corte Inglés le dio un premio grande, con el que abandonó Elche y se instaló en Sevilla. Con 19 años entró en la Fundación Cristina Hereen en busca del flamenco clásico. A los 6 meses salió espantado. “Al menos sabía lo que no quería: el flamenco venía estigmatizado y con muchísimos complejos por no ser alta cultura y lo consiguieron meter en el conservatorio pero de una forma demasiado canónica”.

Después de su breve paso por la fundación volvió a los tablaos y comenzó a colaborar con Bulo y Tanguerías, una factoría experimental, con la que se fue a Latinoamérica y tuvo una epifanía. A su vuelta, una exposición de Francis Bacon en El Prado le impulsó a su primer espectáculo flamenco experimental. Fracasó. Pero siguió.

En ese momento, un chico de Elche poco dado a la creatividad descubrió un camino interminable: ni era la experimentación por la experimentación, ni siquiera la transgresión, sino superar el miedo. “Siempre me he considerado una persona criada en el miedo a unos extremos brutales”, reconoce. “Para mí, superar el miedo es buscar la libertad, como dice Antonio Escohotado. Yo relaciono ese antídoto con las prácticas artísticas”.

Políticamente incorrecto

La búsqueda de la libertad personal, sin embargo, ha ido para el Niño de Elche unida a una profunda responsabilidad del arte en la política. Sin embargo, no política al uso, ni cerca del escenario de la reivindicación. “Para mí el arte tiene que crear espacios críticos en los que se discutan las ideas”, apunta. “Debe plantear un espacio. Porque las prácticas artísticas plantean un espacio. No tanto la reivindicación militante o populista sino generar espacios para que se debata. Ese es el gran cambio que hay en el siglo XXI”, sigue.

En un momento de lógicas socialdemócratas, hippies y New Age, donde lo políticamente correcto pretende esconder las tensiones y las violencias como si fueran inexistentes, uno de sus propósitos es reventarlo todo para canalizar esas tensiones hacia esos espacios. En este sentido, afirma, parafraseando a Pedro G. Romero: "Lo social no se puede entender sin tensiones. Son tensiones que ya existen, no las puedes aniquilar y si lo intentas salen por el lado que no te interesa. Intento canalizarlas y surfearlas, dirigirlas a la zona de la crítica y el debate”.

Las temáticas que trata y su escenificación han provocado que le consideren transgresor y revolucionario. Pero él se desliga de la etiqueta. "Es un fallo de la socialdemocracia”, dice. "De una socialdemocracia que no permite espacios de reflexión sobre lo que realmente pasa y solo empuja eslóganes". El Niño de Elche se considera "convencional", como alguien que sigue rituales al uso enmarcados en lo que cualquiera podría hacer. "Nadie en el mundo lo hace. Ni Dios, si quiera. El cosmos sigue un orden, yo actúo dentro de un orden”.

“Puede ser más revolucionario Kanye que los Chikos del Maíz, que son pura convención clasista y demagógica, esloganista y populista en el sentido peyorativo de la palabra”

Al hilo de la responsabilidad del arte en lo público, terminamos hablando de las últimas polémicas generadas por Kanye West, del caso Valtonyc y de C. Tangana. El Niño de Elche defiende que es necesaria una reflexión como la que lanzaron, con sus diferencias, los dos raperos españoles: “Votar en unas elecciones es estar a favor del rey. Estar a favor de la partitocracia es estar a favor de la monarquía. Por tanto, todo el mundo está a favor del rey y ellos se ponen en contra. Esa reflexión hay que hacerla”, dice.

Pero más allá de compartir el objeto de crítica —la monarquía—, El Niño de Elche no es partidario de martirios como el de Valtonyc: “En la cárcel, Valtonyc no hace nada, aunque fuera tampoco mucho… Pero lo que quiero decir es que los mártires no sirven para nada. Comparto su estado de las cosas y lo que ha hecho su caso es sacar a relucir el fascismo sociológico que hay en España, que es más preocupante que el de las instituciones y los tribunales. Pero el arte no es tanto para reivindicar una obviedad sino para crear un espacio crítico que nos desplace hacia soluciones y formas de vida más allá de las que entendemos o que la convención nos propone. Hay que ejecutar estrategias más inteligentes”.

En un escenario radicalmente diferente, pero que comparte la provocación y el desafío, está la actuación de Kanye West la pasada primavera, cuando apareció con una gorra MAGA y cuestionó el discurso del movimiento negro en Estados Unidos con sus polémicas declaraciones sobre la esclavitud. El Niño de Elche se declara fan en el terreno artístico de Kanye, aunque no en el de pensamiento. Pero sí que asegura que su nivel de provocación y de impacto en las ideas es complejo y, en todo caso, va más en la dirección de lo que el arte debería pretender, según él. La dinamita del de Elche no para: “Puede ser más revolucionario Kanye que los Chikos del Maíz, que son pura convención clasista y demagógica, esloganista y populista en el sentido peyorativo de la palabra”.

Marxista anticomunista

Una de las obsesiones del Niño de Elche es, precisamente, la oposición frontal a los eslóganes. “Me preocupa cuando la gente se cree los eslóganes como un discurso profundo y no como una herramienta para conseguir cuestiones sino que se lo creen. Parte de la gente que se supone progre, no les voy a llamar de izquierdas, se queda solamente en la espuma del café, pero eso es una cuestión de profundización de las cuestiones y las temáticas que se utilizan”. Él prefiere ubicarse en el espacio de los librepensadores, “de la gente que se desplaza constantemente y cambia de opinión”.

El Niño de Elche ahora no se define como nada, pero ha pasado por comunista y anarquista hasta lo que hoy podríamos llamar libertario. “Libertario, liberal, tengo connotaciones de eso, podría ser, pero no puedo evitar de ser un progre en según qué cosas y también de ser un fascista en según qué cosas”, dice. “Hoy me puedo considerar como anticomunista y no como antianarquista”.

Toda su reacción al mainstream progresista —que no a la izquierda— nace de un cambio de lógica que se produjo en su interior en el contexto del 15M. En aquel momento, El Niño de Elche se autodenominaba comunista. Pero, primero, lo que vio en el 15M era gente con “el anhelo de ser mileurista”. Citando al profesor Agustín García Calvo, el Niño de Elche recuerda que los chavales del 15M eran “una mierda de gente” que no estaban en contra del sistema porque por las tardes iban a clase a buscar su titulitis. Y añade: “Yo no quería tener el estado de bienestar que tenía mi padre porque yo recuerdo a mi padre trabajando en la fábrica 12 horas nocturnas. Eso era tener un buen sueldo con las manos llenas de callos. Y esas esquizofrenias me han puesto en tensión con todos esos movimientos”, asegura.

Por contra, el Niño de Elche también reconoce que el espíritu primigenio del movimiento sobrevive con gente con contenido crítico en los ayuntamientos de Barcelona y de Madrid. “El sistema es el que es, pero por lo menos intentan encontrar alguna grieta en ese sistema. Me parece interesante y más interesante que grupos feministas acampen otra vez en Plaza del Sol, que supone una idea romántica que no ayuda a nada”.

Lo segundo que le distanció fueron los referentes del marxismo español, en concreto, Izquierda Unida. “Ahí no se debatía nada, solo sobre el fascismo o el no fascismo”, asegura. “En España pasaba, si eras antifascista te colocabas en el partido comunista, pero claro después salías espantado porque es un partido conservador, retrógrado y todo lo que sabemos”, añade. Para él, el marxismo se limita a una lógica analítica que está condenada a fracasar cuando se convierte en ideología política. “Como decía Maruja Mallo, soy anticomunista porque soy marxista”.

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