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Reportaje Una semana en Nowhere, el equivalente español de Burning Man Culture

Reportaje

Una semana en Nowhere, el equivalente español de Burning Man

Laia Ros

25 Julio 2018 14:31

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El festival más peculiar de los Monegros, donde cualquier persona puede expresarse libremente en medio del desierto, ha cumplido 14 ediciones.

He vivido mi última semana en una ciudad que ya no existe. 'Nowhere', ('en ningún lugar' en inglés), es una ciudad efímera construida en Jubierre (Los Monegros, Aragón) voluntariamente por los propios asistentes. En ella, una comunidad de más de 3.000 personas emplea la semana en pasarlo bien, compartir arte, música, ideas y en sentirse libres. Para ello, el respeto hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el medio ambiente es fundamental, así como la capacidad de cuidarse en un desierto.

Nowhere se inspiró en el festival Burning Man de Estados Unidos, que tiene lugar cada año en el desierto de Black Rock, en Nevada. Una de las grandes diferencias entre ambos es su tamaño: Burning Man contaba con casi 70.000 asistentes en 2016. 

Hay unos 80 eventos inspirados en el festival por todo el mundo y Nowhere es uno de ellos. Es el más grande de Europa. Según uno de los fundadores, David Bradshaw, se empezó en 2004 con un campamento pequeño de unas pocas decenas de personas hasta llegar a las dimensiones actuales. Aunque el censo anual no está listo, se calcula que los participantes han acudido desde unos 30 países. “Escogimos el norte de España no solo por su espectacular paisaje desértico, sino también porque es más rápido llegar desde otros puntos del continente”, comentaba Bradshaw.

Nowhere es un evento particular. Se pone mucho empeño en conseguir que quienes acuden entiendan su filosofía. Solo salir del autobús, una voluntaria nos explicó los principios que regían esta utopía temporal: poder expresarse libremente, hacerse responsable de uno mismo, no comerciar, no dejar rastro ni basura, participar, incluir a todo el mundo, regalar, cooperar, formar parte de una comunidad, vivir el presente y respetar la voluntad de las otras personas para no forzarlas a hacer algo que no quieran.

Tras la breve introducción, enseguida me llamó la atención el cuidado con el que la mayoría se había preparado el vestuario. Capas, pelucas de colores, sombreros y alas. Incluso quiénes iban desnudos se habían preocupado de completar su vestuario con accesorios. Cualquier cosa servía para hacer hincapié en la libertad personal.


Asistentes al festival Nowhere. Laia Ros

Pero esta libertad puede colisionar a veces con los deseos de otras personas. Hay muchos asistentes nudistas y la carga erótica en Nowhere es importante. Por eso, si alguien no integra los valores de la comunidad, puede ponerse pesado con otros participantes, algo que se quiere evitar a toda costa.

De todos modos, Bradshaw comentaba que “no solemos atraer al tipo de gente que genera problemas. Hay unos voluntarios formados en mediar conflictos y solucionan la mayoría de malentendidos”. Pero, aun así, las cosas pueden torcerse. Si alguien se pone violento o resulta un peligro para el resto de asistentes, la organización tiene el derecho de echarle para mantener la seguridad del resto.

En general el ambiente es festivo y los principios se respetan en la inmensa mayoría de los casos, también el de regalar. Se ha acuñado la expresión ‘La playa provides’ (‘la playa proporciona’, en español), para señalar que en Nowhere encuentras lo que necesitas en el momento oportuno. Sin ir más lejos, una noche caminaba muerta de frío cuando de la nada apareció una pareja disfrazada de marujas británicas sirviendo Earl Grey caliente en un juego de cerámica con retratos de los ‘royals’. Lo típico.

Nowhere se organiza con voluntarios. La organización solo tiene a dos personas contratada para llevar las finanzas y gestionar el proyecto, y solo porque el aumento de asistentes lo ha hecho necesario. Hay voluntariados de todo tipo: se puede cocinar, crear arte (se dan becas a los proyectos artísticos) o incluso prestar apoyo emocional a aquellas personas que estén pasando un mal rato, ya sea por las condiciones del terreno o por haber consumido de más.

Más allá de la fiesta, Nowhere también es un evento de supervivencia. Las temperaturas oscilan tranquilamente entre los 30 y 40 grados, hay tormentas de arena y la lluvia puede causar inundaciones. Al ser mi primer año y no tener manera de llevar lo imprescindible para no morir en el desierto (agua, básicamente), decidí unirme a un barrio. Acostumbran a ser temáticos y cobran una tasa para cubrir agua, comida y material. También se puede acampar por libre y muchos lo prefieren para reducir costes y evitar los turnos de cocina o limpieza comunales.

Así dedican más tiempo a los centenares de talleres disponibles, que conviven con la fiesta eterna que se oye en cada rincón del festival. La variedad era abrumadora, pues tanto podías unirte a talleres de swing, de ioga, a charlas sobre ‘blockchain’ o a discusiones sobre fantasías sexuales. Y es que cada uno vive Nowhere como quiere.

Talleres en el festival Nowhere. Laia Ros

De entrada, parecería que un evento tan singular como Nowhere podría suscitar recelo por parte de los vecinos de la zona. Nada más lejos de la realidad. En mi primera noche, me sorprendió ver un grupo sin polvo en la ropa. Eran vecinos de Albalatillo, invitados por la organización. Traían consigo un jamón para repartir entre los participantes. Una de las vecinas, Rosa, de 52 años, estaba encantada y me aseguró que le gustaría pasar la semana allí. También fue muy entusiasta uno de los vigilantes de seguridad contratados por la organización. “Si el año que viene no me mandan con mi trabajo, vendré de voluntario”, aseguraba.

Ana Maria Puey Campos, alcaldesa de Castejón de Monegros, el pueblo de unos 500 habitantes que acoge al festival dentro de su término municipal, comentaba que “al principio el festival se veía como algo raro. Cuando lo conoces mejor te cambia la manera de pensar. Jamás ha habido una queja. Cuando los participantes se van, es como si no hubiera pasado nadie, respetan mucho el medio ambiente, por eso les renovamos el permiso cada año”. Castejón se beneficia económicamente porque cobra el alquiler del terreno, que invierte en el cuidado de la sierra de Jubierre y en el pueblo. Además, Nowhere ha puesto a esta región en el mapa y cada vez son más los cineastas y fotógrafos que piden licencia al ayuntamiento para utilizar el sitio de decorado. A pesar de eso, admite que poca gente de la zona acude al festival.

Por otro lado, los nobodies, como se llaman a ellos mismos los asistentes, compran casi toda la comida en Sariñena, un municipio cercano. Las tiendas están encantadas e incluso contratan a alguien puntualmente para hacer frente a la demanda. “Son súper educados, compran comida muy sana, no roban nada y son muy limpios”, señalaba una cajera de un supermercado.

Festival Nowhere. Laia Ros

Una de las tradiciones indiscutibles del Burning Man (literalmente, ‘hombre en llamas’ en español) de Estados Unidos es quemar estatuas y otras estructuras artísticas. Esta tradición la empezaron los creadores del festival, Larry Harvey y Jerry James, en 1986, cuando prendieron fuego a una figura con forma de persona para celebrar el solsticio de verano.

En España es más difícil encender fuegos a causa del clima y de la sequía. De todos modos, este año quería quemarse el faro, una instalación de 10 metros de altura. Debía ser la segunda hoguera en la historia de Nowhere, pero no hubo espacio para las cenizas.

El sábado por la noche, varios voluntarios formaron un cordón de seguridad para bloquear el paso antes de la quema. No pudieron impedir que un chico se abalanzara hasta la estructura, subiera hasta arriba y se precipitara al vacío. Los servicios sanitarios acudieron inmediatamente, bajo el temporal que empezaba a descargar.

Una amiga que estaba justo delante me contaba, muy impresionada, que la escena se había sucedido rápidamente, como si fuera una película. Otro chico, que formaba parte del cordón de seguridad, se sentía fatal por no haber podido impedirlo y se peleaba contra una mezcla de tristeza, rabia y confusión.

Festival Nowhere. Laia Ros

En el momento de escribir este artículo, se desconoce qué llevó al chico a precipitarse al vacío. Continúa ingresado en la UCI del hospital Clínico Lozano Besa de Zaragoza y se encuentra grave, según fuentes de centro.

Así pues, el último día en Nowhere fue extraño. No solo por el recuerdo amargo de la noche anterior, sino también por todo lo que había visto, hablado y aprendido. Me llevaba recuerdos y personas que habían compartido una semana conmigo en el polvo. Tuve la sensación de haber entendido un poco mejor de qué trataba todo, pues Nowhere no solo es un festival, sino un escenario en el que se desarrolla y concreta toda una filosofía de vida.

La ciudad efímera erigida en la nada polvorienta de los Monegros esperará entre la arena para existir de nuevo el año que viene.

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