“Hola. Soy un futurista climático. Mi trabajo explora cómo los sistemas naturales y humanos se están modificando entre sí, y qué significan esos cambios para nosotros”. Quien habla es Alex Steffen, un reputado escritor, especialista en sostenibilidad y cambio climático, que no hace mucho publicó un escrito en Medium donde avanzaba algunas de las claves de cómo la crisis climática va a representar, no solo un verdadero cambio en nuestra manera de vivir, sino también en nuestra forma de pensar.
Lo que sigue, ecología especulativa en estado puro. Pensar el futuro, por muy locas o perturbadoras que sean las ideas que nos vienen a la cabeza, sirve siempre para comprender mejor el presente, situar sus límites, anticipar sus peligros y vislumbrar nuevas oportunidades. En su web, Steffen no escatima en nada. Su mirada es de aquellas que comprenden las fuerzas que dominan el poder y el estado de cosas.
La tesis básica del artículo es conocida por todos. La emergencia climática ya está aquí y ha llegado mucho más rápido de lo que pensábamos la mayoría. No ha habido tiempo para prepararse. Hemos pasado de no tener ni idea de lo que significaban las siglas IPCC (Panel Internacional sobre Cambio Climático) a sentir una presión insoportable. Compramos mal, viajamos mal, comemos mal, todo mal.
Pero lo que realmente impresiona, más que su diagnóstico, son las predicciones que nos trae. ¿Somos capaces de imaginar la distancia que se generará entre el mundo pre crisis y el mundo post crisis climática? Steffen, sí.
Utilizando la metáfora de las burbujas, tan utilizada en la jerga financiera, es posible anticipar al menos tres de ellas: la burbuja del carbono, la burbuja de la fragilidad y la burbuja de los expertos.
Una burbuja implica que alguien está apostando e inflando un determinado fenómeno, producto o realidad, estresándola hasta que no da más de sí. Hablamos, por tanto, de la crónica de una muerte anunciada.
Sobre el carbono es fácil imaginar lo que sucederá. A la sobrevaloración de la que actualmente gozan las empresas petrolíferas, le está llegando su final. Y con ello, el fin de la burbuja más contaminante de la tierra.
La segunda burbuja es quizás la que más impresiona: la burbuja de la fragilidad. A nadie le suena raro escuchar que los ecosistemas más frágiles también son los más bellos y extraños, cosa que ha hecho que sean los más valorados por los inversores. En consecuencia se ha generado una burbuja especulativa alrededor de ellos. En cuanto dichos parajes se vean cada vez más amenazados, algo que ya está sucediendo, también estallará.
Y por último, la burbuja del conocimiento y de los expertos. La imagen es cuanto menos divertida. Me imagino todo tipo de científicos, antropólogos, humanistas, encallados en paradigmas que ya no se corresponden en absoluto con la realidad del presente en crisis, haciendo ver que nada de todo ello está sucediendo y engordando sus sueldos todo lo posible antes del desastre final. Aquellos que se resistan al cambio, esos que alimentan la burbuja antes de que explote dejarán, estrepitosamente, de tener valor.
“La crisis climática no es un hecho, es una era”, nos dice Steffen. Y esto es algo que los economistas sí han entendido. La cosa no va de pequeños cambios o diques de contención, sino de entrar en una nueva manera de interpretar el riesgo. Escuchemos a los economistas. Pero también hagámosles la zancadilla. No dejemos que lo que fue una mega burbuja capitalista repita su operación depredadora. Si somos capaces de identificar el problema, ¿qué hace falta para que nos pongamos a trabajar en la solución?
*Mientras esperamos que Steffen publique su próximo libro, The Snap Forward, podemos seguir imaginando futuros posibles en su web.