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entrevista
Elegí el veganismo y no reproducirme porque somos una especie opresora para nosotros mismos y para el resto de los animales
Por Perla Paloika
Cuando escuché por primera vez la palabra antinatalismo no me gustó, me chocó; pensé que se refería a algo relacionado con matar. Pero después entendí que es absolutamente lo contrario. Hoy considero que ser antinatalista y vegana son dos posturas éticas. Una consiste en no reproducirse y la otra en no perjudicar a los animales no humanos. Ambas buscan no provocar daño ni decidir sobre terceros/as cuando es absolutamente innecesario.
Soy la administradora de un grupo en Facebook sobre antinatalismo: empezamos siendo 20 personas y ahora somos casi 4 mil. La intención es intercambiar ideas de manera respetuosa, por lo cual eliminamos a la gente que se burla de las criaturas, o a la gente muy religiosa que escribe desde sus dogmas, pues no hay forma de tener un intercambio racional con ellas.
En el grupo también hay muchos padres y madres que se dieron cuenta de que si pudieran volver el tiempo atrás, hoy no tendrían hijos/as. No es que no sientan amor hacia ellos/as, todo lo contrario: sienten que los trajeron a un mundo muy violento y peligroso. No advirtieron en su momento, que imponían su deseo, su necesidad, mandato o falta de reflexión sobre el tema.
Ser antinatalista es una postura ética porque nadie pide llegar a este mundo. ¿Quién nos asegura que un hijo o hija estará gustoso/a de existir... y para qué? A las criaturas se les suele mentir, inventar respuestas, tal vez como una forma de ir acomodándolas a lo que es difícil de digerir. Así se inventa un mundo de fantasía, por ejemplo, en el que las vacas "nos quieren dar su carne, leche y cuero", donde existen "unos reyes magos", o abuelitos que "se van al cielo".
También nos van moldeando para creer que debemos reproducirnos llegada cierta edad, como algo naturalizado y que “debe ser”. Como si no se lo pudiese pensar, cuestionar, ni evitar. La existencia es un tránsito que puede ser muy doloroso y del que no se nos deja escapar. Se nos impone la vida, pero no podemos disponer el terminar con ella, a no ser que sea, generalmente, con extremo dolor.
He preguntado con frecuencia, en grupos de redes sociales no antinatalistas, cuáles son las motivaciones éticas para reproducirse, pero cualquier respuesta tiene que ver con argumentaciones egoístas:
“Quiero a alguien con mi sangre, quien me asista en la vejez, que me herede, que se parezca a mí; mis padres quieren tener nietos y nietas, recibiré una pensión, no se está realizado/a sin cría, porque dios lo dijo, me siento solo/a”… y así, infinidad de argumentos sin trasfondo ético. Creo que ya no se puede ni se debe apelar a semejantes excusas: son por demás banales y peligrosas.
Yo decidí no tener hijos a los 30 años, pero en ese momento todavía no era antinatalista. Fue una decisión personal, ni siquiera era vegana aún. Tampoco tenía presión para ser madre porque mi familia es muy conservadora: se suponía que los hijos sólo podían llegar después del matrimonio y yo nunca me casé.
Pero las personas jóvenes en el grupo, sí hablan de esa presión de parte de sus padres, de otros familiares, de amistades, etc. Algunas han contado que, al decir que no tendrán hijos, las personas a su alrededor no lo reciben bien. Parece que su meta en la vida fuese nutrirse de las energías de otro ser, como si la vida propia no fuese suficiente.
Entiendo que existan las ganas de criar, pero para ello no es necesario que alguien comparta nuestra genética: hay miles de criaturas abandonadas que necesitan contención, un hogar que las reciba amorosamente. Y si la adopción se dificulta en determinados países, esa es una lucha para llevar adelante. ¡Que se haga accesible la adopción!
Llegué al veganismo hace ya unos 20 años, luego de tomar conciencia de cómo perjudicamos al resto de los animales. Somos una especie opresora, tanto para nosotros/as mismos/as, como para con el resto de los animales.
Ejecutamos miles de millones de animales no humanos por año, cuando en verdad, estamos preparados/as para alimentarnos al 100% de vegetales. A esto se suman las ejecuciones por diversión, experimentación, trabajo, uso de sus pieles, rituales, celebraciones, caza, etc.
El hecho que existan más humanas y humanos es peor para el resto de animales. Ya no tienen territorios, los climas de sus hábitats han cambiado, no encuentran alimento, y les afectamos aún allí donde no estamos presentes: con nuestros desechos, que les matan de una u otra forma.
Mucha gente cree que ser vegano consiste únicamente en no comer animales, pero es dejar de verlos como recursos para nosotros, respetar sus vidas y su libertad. No es necesario sentir “amor” hacia ellos/as para no perjudicarles: seguramente no amemos a la totalidad de nuestros vecinos y vecinas, pero no por ello, buscaremos dañarles.
No todos los antinatalistas son veganos/as, pero habemos muchas y muchos que sí lo somos. También hay veganos y veganas que defienden la reproducción. Ética para mí es vivir vegana y no reproducirme, y llegué a esas conclusiones a partir de mi observación. Llegué por el razonamiento y por empatía hacia los otros seres, muy al revés de lo que piensa mucha gente, que somos egoístas.
También existe la creencia de que los antinatalistas tenemos una visión pesimista de la realidad. Yo no creo que sea pesimismo el hecho de observar, escuchar, estar atenta/o, no mentirnos, no hablar de “esperanza”, sino basarnos en situaciones reales para llegar a conclusiones.
Revisar nuestra historia como especie (junto con la mal llamada prehistoria), nos da un interesante pantallazo de la violencia que se ha ejercido y que ejerce la humanidad, la necesidad de sentir poder, de someter, de menospreciar tanto a pares como al resto de los animales. No considero al antinatalismo como una visión pesimista, sino realista.
No sé cuáles sean los aspectos positivos de la humanidad: no tenemos función, podemos desaparecer y el planeta dejaría de estar contaminado en unos años; no habría quien someta por placer o por sentir dominio, nadie que imponga.
Si se extinguen las abejas (seres que también dominamos y estamos destruyendo), la vida toda termina. Lo menciono como para ubicarnos. Somos una especie que puede evitar reproducirse, pero por cultura, tradición, repetición, egoísmo, porque “todos/as lo hacen”, porque en mi grupo de amistades “ya todos tienen”, etc., lamentablemente sigue siendo habitual. Aunque es de destacar un cambio al respecto en algunos países europeos o en Japón, por ejemplo.
La extinción humana llegará, todas nuestras acciones van en ese sentido. La información de cómo estamos destruyendo el planeta está a la mano. Hay dos posibles formas de extinción: de forma violenta (tal cual vamos), o de forma consciente, no violenta, eligiendo poner fin a nuestra huella simplemente, sin reproducirnos y viviendo veganas y veganos por justicia.
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[Este texto fue redactado por Eugenia Coppel a partir de entrevistas con Perla Paloika, quien autorizó su publicación]
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