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Artículo Reflexiones sobre nuestros tiempos del sofá de Balenciaga Life

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Reflexiones sobre nuestros tiempos del sofá de Balenciaga

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Si el sofá de Harry Nuriev hablara…esto es lo que nos contaría

Gemma Cuadrado

29 Noviembre 2019 11:24

Si eres un poco avispado probablemente te habrás fijado en que mi foto ha inundado Internet. En cuestión de minutos, todo el mundo estaba hablando sobre mí. De todos modos, voy a presentarme. Sí, soy un sofá hinchable relleno de piezas de temporadas pasadas y recortes de ropa descartados. Un producto de una colaboración entre la casa de moda Balenciaga y el diseñador y arquitecto ruso Harry Nuriev.

En unos días me expondrán en la galería Design Miami, en el marco de la última edición de la feria Art Basel. Efectivamente, puede que mis creadores sean un poco petulantes. Si bien muchas marcas de moda han lanzado su propia línea de decoración para ofrecerle a sus consumidores una experiencia de vida mucho más completa, que estas mismas firmas empiecen a dejarse ver en ferias como el Salone del Mobile de Milán o el Art Basel de Miami, es ir demasiado lejos.

La colaboración con el artista, arquitecto y diseñador de muebles ruso Harry Nuriev podría justificar la potestad para presentarme en un ambiente en el que el diseño deja de ser funcional para entenderse como una forma de arte. En plena era de las colaboraciones, elegir bien a tus aliados resulta crucial para diferenciar los bluffs de los hypes. Y un joven diseñador ruso con una estética postsoviética se acerca mucho a dar en el clavo. ¿De qué otra forma nos podríamos tomar en serio que Balenciaga expusiera un mueble en una feria de arte?

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Desde Gosha Rubchinskiy a Demna Gvasalia, pasando por Lotta Volkova o el mismo Harry Nuriev. Si alguien está agitando el mundo de la moda, el diseño y el arte en este momento son los jóvenes que crecieron tras la caída de la Unión Soviética. Hasta hace cuatro años, la estética del este no le interesaba a nadie. Pero esta ola de creativos ha sabido aprovecharse de que su reinterpretación del consumismo occidental, al resto del mundo, se le antoja tan exótica como familiar. Como si fueran capaces de despertar, en el resto de mortales, una cierta nostalgia de algo que nunca han vivido.

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Pero ellos sí que lo hicieron y, son precisamente sus recuerdos de infancia, los que catalizan los mejores diseños del momento. Mi silueta en forma de L o mi reposapiés estilo La-Z Boy no es más que una reinterpretación del sofá feo y anticuado en el que Harry Nuriev se sentaba con su familia cuando era niño. Igual que las piezas de ropa que recubren mi interior recuerdan al montón de ropa que todos hemos tenido alguna vez en la cama mientras nos vestíamos. Porque no hay nada que consiga crear un vínculo emocional más fuerte que cualquier recuerdo de una época pasada.

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Pero nunca antes la nostalgia había sabido tanto a futuro. Estoy hecho a base de prendas viejas y descartadas de Balenciaga revestidas en vinilo transparente. De modo que puedo recordar a los sofás hinchables de los 90, pero al mismo tiempo, también puedo ser un icono de la más extrema modernidad. Represento valores tan actuales como el upcycling o la economía circular y, de algún modo, respondo a un momento de incertidumbre en el que, lo único que puede salvarnos, es el diseño sostenible.

Puede que, en realidad, no sea tan descabellado que mi debut se de en una feria de arte. Mi enfoque estético es un reflejo de nuestro tiempo: el auge de las colaboraciones, la transformación de la industria de la moda, el nuevo lujo basado en el hype, la vigencia de la estética y pensamiento postsoviético, el romanticismo del pasado o la necesidad de respetar de una vez el medioambiente. He conseguido elevar un objeto en una forma de pensamiento. Sabíamos que todo lo que tocaban las grandes firmas de moda se convertía en oro. ¿Puede que ahora también en arte?

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