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Artículo Soy mexicana, albina y crío a mi hija en una relación poliamorosa Life

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Soy mexicana, albina y crío a mi hija en una relación poliamorosa

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A mis 37 años vivo en una trieja poliándrica: somos dos chicos y yo. Tenemos una hija que va al preescolar y que tiene dos padres y una mamá que la aman mucho

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09 Diciembre 2019 21:38

Por Sara Pérez

Cuando fui a hablar con mis papás para decirles que soy poliamorosa, les aventé dos bombas: “Vivo con dos hombres y además estoy embarazada”.

Desde muy joven me movía el rollo poliamor: conocía a un chico y me empezaba a relacionar, luego conocía a alguien más y me sentía atraída tanto física como afectivamente. Pero siempre negaba esa parte de mí porque me sentía culpable. Hasta que se me presentó una situación y decidí tomar el toro por los cuernos, aceptando todas las consecuencias.

Hoy, tengo 37 años y los últimos cinco he estado en una trieja poliándrica: somos dos chicos y yo. Tenemos una hija de cuatro años que va al preescolar, y que tiene dos padres y una mamá que la aman mucho. Vivimos todos en León, Guanajuato, con dos perros y tres gatos.

De mis actuales relaciones, la más antigua empezó hace más de una década. Tuvimos algunos altibajos y en una ocasión decidimos separarnos, porque era lo que veíamos más sano. Él se fue a su tierra, Morelos, y yo me quedé en León, pero seguíamos en contacto. Teníamos la intención de cuidarnos y procurarnos.

Durante el tiempo que estuvimos separados, yo conocí a otro chico. Me involucré sentimentalmente y empezamos una relación. Pero tiempo después terminamos y se le conté a mi antigua pareja. Él me dijo que quería regresar a León, yo no estaba tan segura.

En ese momento vivía sola en mi departamento y tenía un empleo en una escuela, como trabajadora social. Siempre intenté ser lo más independiente posible, porque además de ser poliamorosa, soy albina. Por lo mismo, mi visión no es muy buena. En mi familia estuve sobreprotegida, así que tuve que aprender a buscar alternativas, a ser autogestiva, empática, resiliente.

Finalmente regresó de Morelos mi pareja más antigua y empezamos a hablar. Yo lo seguía queriendo como siempre, pero me di cuenta de que también estaba enamorada del otro chico. Fue una bomba dentro de mí: no sabía qué hacer con lo que estaba sintiendo, pero sabía que me estaba haciendo daño.

Desafortunadamente empecé a ver a escondidas al segundo chico: lo extrañaba mucho y me dolía tener que alejarme. Pero se puso fea la situación. Llegó un momento en que los dos ya estaban enterados y me enfrentaron juntos. Me pusieron a elegir, pero me negué a hacerlo. Les dije: “Los elijo a los dos”.

Al principio me dijeron que estaba loca. Pero insistí: “A ti te amo porque he compartido contigo muchas cosas de mi vida, pero también lo amo a él y no pienso renunciar a este sentimiento”. Por primera vez sentía que era honesta conmigo misma y no sentía culpa.

Pasó un tiempo y lo fuimos hablando poco a poco, no resultaba muy agradable. Aproximadamente un mes después de que tuvimos esa difícil conversación, se incorporó el segundo chico a la relación y se fue a vivir con nosotros.

Tenemos una relación en V, es decir, que yo tengo una relación sexoafectiva con los dos, pero entre ellos solo tienen una relación afectiva. Son compañeros, viven bajo el mismo techo y se ayudan, aunque no fue así de la noche a la mañana. Al principio había mucha competitividad y el ambiente no era sano. Me utilizaban de mensajera hasta que les puse un alto: cada uno tiene que hacerse responsable de sus cosas.

Mi carácter me ha ayudado mucho a navegar la situación. Todo el tiempo me cuestiono, replanteo, analizo. Para vivir en poliamor, se necesita un trabajo de deconstrucción constante.

No es un proceso fácil: ha sido muy complicado y doloroso quitarnos de encima tantos tabúes, porque todos hemos sido educados bajo el mismo sistema.

Una bebé en la trieja

Yo nunca había considerado ser mamá, no estaba en mis planes. Pero cerca de un mes después de que empezamos a vivir los tres juntos, salí embarazada, a mis 33 años, cuando yo daba por hecho que la maternidad estaba fuera de mi vida. La decisión de seguir con el embarazo fue complicada; sabía que me iba a enfrentar a muchas cosas socialmente.

Hablé primero con el papá biológico y luego entre los dos hablamos con el otro papá. La opción quedó abierta, pues era probable que él no quisiera entrarle la paternidad. Con mucho miedo, como todos, dijo que sí.

Él estaba preocupado de que, cuando naciera la niña, el padre biológico y yo tendríamos una conexión más fuerte y le pediríamos que se fuera. Yo les dejé claro a los dos que para mí no habría ninguna diferencia y poco a poco se fue fortaleciendo la situación.

Mi hija tampoco hace ninguna diferencia entre sus dos papás. Uno le enseña los números y el amor a la lectura, y el otro le enseña ajedrez. Ella tiene cuatro años, todavía es pequeña para hacer preguntas, pero aun así yo le explico de manera simple: “Hay niños con una mamá y un papá, otros con dos mamás y/o dos papás, y otros que no tienen ni papá ni mamá”. Los niños son inteligentes y no tienen prejuicios.

Pero tengo claro que, cuando me lo pregunte, le voy a contar todo tal cual sucedió: cómo, por qué y en qué momento llegó ella a nuestras vidas. Hasta el día de hoy, no ha habido ningún problema: mi hija se desarrolla y se desenvuelve en un ambiente bastante bueno, como cualquier niño.

No tengo miedos respecto a la crianza en una relación poliamorosa. Creo que las bases están sentadas en el hogar. Trabajamos fuerte en la cuestión del autoestima y la resiliencia, porque sé que los niños pueden ser crueles y que mi hija puede enfrentarse a cuestionamientos en un futuro cercano.

Me gustaría poder compartir experiencias de crianza en algún grupo de padres poliamorosos, pero aún no he encontrado ninguno. Lo que he leído hasta ahora es que los niños en estas circunstancias se desenvuelven de forma más madura y consciente, y saben conciliar mejor, porque es algo que han aprendido desde siempre.

No digo que no puede haber situaciones de riesgo. Lo tengo claro y estoy muy al pendiente de eso. Todo el tiempo hablo con mi hija, aunque sea pequeñita, para darle seguridad.

El poliamor en un entorno (aparentemente) monógamo

Desde hace aproximadamente un año decidí abrir más la relación. Sigo conociendo personas y salgo con ellas: a veces establezco relaciones sexoafectivas, otras veces solo afectivas. Actualmente tengo otros dos vínculos que están perfectamente enterados de mi vida. Uno de los papás de mi hija también tiene otra relación.

Fuera de mi núcleo, no conozco personalmente a otros poliamorosos; sólo a través de grupos virtuales. Todo mi entorno es aparentemente monógamo, y siempre hago ese énfasis cuando me molestan. Les digo que no empiecen a patear el avispero porque van a salir picados.

Mis papás estaban separados y yo embarazada cuando hablé con ellos sobre mi forma de vida. Mi mamá se puso súper mal, me dijo que tenía que elegir a uno, al padre biológico. La escuché y le dije que no. Mi papá no supo cómo reaccionar de primera instancia y se fue de mi casa aparentemente tranquilo. Días después me fue a buscar a mi trabajo e hizo un escándalo. Se puso muy loco, me dijo cosas horribles; yo sentía que algo ardía dentro de mí. Le dije que no me volviera a molestar, que si no le parecía mi vida, que no tenía por qué hablarme o verme.

Durante todo el embarazo no tuve contacto con mi familia y para mí fue súper triste. Mi situación les hacía mucho ruido y les sigue haciendo. Ahora han mejorado un poco las cosas, pero no al cien por ciento.

Si va a haber una reunión o fiesta familiar, todavía me piden que no lleve a mis dos parejas. Cuando pasa eso, mejor doy las gracias y prefiero no ir. Nunca me ha gustado que me marquen el paso y me digan qué hacer o qué no hacer.

Es bastante pesado lidiar con el rechazo, pero mi situación de por sí es compleja como para todavía cargar con la responsabilidad de lo que puedan pensar o sentir los demás. Si les gusta, muy bien, y si no, también, siempre y cuando no se metan conmigo. Antes me daba miedo tener muestras afectivas en la calle, pero ya no. Ahora cuando vamos al parque a llevar a la niña, vamos todos agarrados de la mano, como una manadita de elefantes.

La familia de una de mis parejas no sabe que somos poliamorosos y la familia del otro se enteró por unas fotos de Facebook. Él no quería contarles porque le aterraba lo que pudieran decir: que yo era todo de cabrona para arriba y ellos de pendejos para abajo. Hay que enfrentar un montón de prejuicios.

Él y yo fuimos a hablar con mi suegra y su respuesta fue increíble. A pesar de que le dolía y que todavía le duele, me brindó todo su apoyo y su amor, me dijo que yo era parte de su familia. Ella es una mujer que amo y además me ha ayudado muchísimo con mi hija.

Con mis amigos no hay ninguna bronca: son los hermanos elegidos. Puede que al inicio no estuvieran muy de acuerdo, pero conforme ha pasado el tiempo, se ha convertido en algo cotidiano.

En la escuela de la niña, que es un preescolar público, les explicamos que los tres somos sus padres, que ella había nacido y crecido en este conjunto y que cualquier asunto que tenga que ver con ella, puede tratarse con algunos de los tres. Hasta ahora se han visto muy respetuosos. No me han dicho nada y no tienen por qué: es más que sabido que hay familias diversas y que ya no cabe el concepto de familia tradicional.

No tengo nada en contra de la monogamia, soy súper respetuosa de todas las formas de vida, siempre y cuando no dañen a nadie. Lo mismo pido.

[Este texto fue redactado por Eugenia Coppel a partir de entrevistas con Sara Pérez, quien autorizó su publicación]

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