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Una pasión macabra: 'Mary Shelley' y el nacimiento de Frankenstein

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La intimidad de Mary Shelley con los cadáveres y la idea física de la muerte fue tal que, cuando enviudó, decidió llevar consigo el corazón de su marido envuelto en una página de su poesía. De esa pasión nace esta película de su vida, dirigida por Haifaa Al-Mansour

Eudald Espluga

30 Abril 2018 14:37

Doscientos años después de su publicación, Frankenstein sigue eclipsado a Mary Shelley hasta el punto que algunas ediciones del libro han llegado a substituir el nombre de ella por el del monstruo. Lejos de consagrarla como una gran escritora a la que citar junto a los nombres de Lord Byron o John Keats, Frankenstein se convirtió en arquetipo universal, una creación monstruosa que literal y metafóricamente andaba por cuenta propia.

Ahora, sin embargo, gracias a Mary Shelley, la película dirigida por Haifaa Al-Mansour y protagonizada por Elle Fanning, Douglas Booth y Maisie Williams, quizá pueda renacer el interés por la figura de esta autora tan genial y grotesca como su novela. Mary Shelley es un biopic de la hija de la filósofa feminista Mary Wollostonecraft, y se centra tanto en la historia de amor con el poeta Peter Shelley, como en el nacimiento de Frankenstein: una lluviosa noche de verano, el matrimonio se encuentra en la villa Diodati, en Suiza, pasando una velada con Lord Byron, su médico y Polidori, su secretario; presos de aburrimiento, se retaran a escribir relatos de terror. De esta "noche de los monstruos", que Emmanuel Carrère ya había retratado en Bravura, nacerá la idea del doctor Frankenstein.

Al-Mansour no es una directora cualquiera. Con La bicicleta verde (2012), se convirtió en la primera mujer en dirigir una película en Arabia Saudí. Y tiene sentido que para su segunda película haya escogido la vida de una autora especial, cuya trayectoria —incluso la parte de feliz romance— estuvo ligada a los cementerios, la muerte y la creación. El Saint Pancras, donde estaba enterrada su madre, fue desde pequeña su lugar de evasión. Pero la intimidad de Mary Shelley con los cadáveres y la idea física de la muerte fue tal que, cuando enviudó, decidió llevar consigo el corazón de su marido envuelto en una página de su poesía.

De esta pasión macabra nace una película que difícilmente puede ser catalogada como romántica. Planteada como una reivindicación feminista de la experiencia de las mujeres, de la visión y la capacidad de Mary Shelley para hablar de la pérdida, la traición o la muerte, es también una forma de restitución: de su nombre y su trayectoria.

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